Opinión

¿Un 'procés' vasco?

Otegi y Pablo Iglesias van a presionar de una u otra forma a Pedro Sánchez para formar un inimaginable, hoy por hoy, tripartito en Ajuria-Enea

Espero equivocarme, pero el resultado electoral en Euskadi tiene todos los ingredientes para que allí se desarrolle más pronto que tarde una suerte de procés vasco que nos devolverá a los tiempos del desafío a la integridad de España; seguramente sin la virulencia del catalán pero doblemente desestabilizador en tanto que la amenaza Puigdemont no ha acabado y el país vive un desastre económico sin precedentes con  una crisis institucional que pone en cuestión, incluso, el futuro de Felipe VI por las andanzas de Juan Carlos I.

De los 75 diputados electos en el nuevo parlamento 53 son soberanistas en distinto grado (31 moderados del PNV y 22 radicales de Bildu) y seis favorables a cambiar la Constitución para reconocer el derecho de autodeterminación (Podemos), por solo 16 españolistas también en distinto grado: diez de un PSE favorable al federalismo, cinco de un PP en franca decadencia en los tres territorios forales, y una de Vox por Álava, Amaya Martínez, que va a tardar cero coma segundos en liarse a palos con los de Arnaldo Otegi usando como armas los mástiles de la rojigualda y la ikurriña, castellano y euskera.

Ante este panorama, a nadie puede extrañar que el lendakari, Íñigo Urkullu, un tipo templado, y la secretaria general PSE, Idoia Mendía, estén mostrando prisa por reeditar el pacto de gobierno. Ya la tenía Urkullu por celebrar las elecciones un 12 de julio, en plenas vacaciones, sin esperar a octubre -que vaya usted a saber qué desoladora estadística de paro habrá entonces-, y desde que el domingo pudo atisbar siquiera en el horizonte esa pinza Bildu/Vox, se le tienen que haber puesto los pelos como escarpias.

Al PNV le será difícil sustraerse a la tentación de la huida hacia adelante que es el debate identitario cuando no hay dinero en las arcas públicas para satisfacer a una población muy proclive a distanciarse de España

Sabe que Otegi y Pablo Iglesias van a presionar de una u otra forma a Pedro Sánchez para formar un inimaginable, hoy por hoy, tripartito en Ajuria-Enea, aunque sea solo para encarecer su pacto con el PSE; y sobre todo, sabe que en el propio PNV las cañas del autonomismo constitucional y pactista al que volvieron en 2010 tras el desastre de la etapa de Juan José Ibarretxe se pueden tornar lanzas por la presión del sector mas soberanista en la dirección que encabeza el máximo dirigente en Guipúzcoa, Joseba Egibar

Todo ello en un escenario de franca recesión económica que, aun cuando no afecta al industrializado País Vasco de forma tan virulenta como lo está haciendo en otras zonas del país más dependientes de turismo, tales que el Levante, Andalucía, y las islas, sí va a enrabietar a los sectores más afectados. Solo hay que ver el origen vasco del movimiento de protesta de los pensionistas, que ha acabado prendiendo en toda España. 

Urkullu no es Ibarretxe... Ni Quim Torra. Cierto. El problema es que en política las circunstancias no se eligen, vienen impuestas. Y al PNV, que ya coqueteó con el "derecho a decidir" a propósito del debate sobre el Nuevo Estatuto Vasco y lleva tres años viajando en peregrinación al santuario del procés para no ser menos que Bildu, le va a ser muy difícil sustraerse a la tentación de huir hacia adelante a base de más soberanismo cuando no hay dinero en las arcas públicas para satisfacer a una población muy proclive al distanciamiento con España y Otegui aprieta.

Ni dos horas tardó el huido Puigdemont este domingo en abrir sus brazos a los dos, a Otegi y Urkullu, para dar a entender que todos tienen una misma causa en Europa y en el mundo en general contra España sin matices:

Pedro Sánchez tiene por delante un reto difícil; otro, además del hecho de constatar que en ese nuevo PSOE que le aupó a La Moncloa el único activo electoral es él... y el viejo PSOE al que tanto combatió: los Emiliano García Page y Guillermo Fernandez Vara, que ganan con mayorías absolutas como las de Alberto Núñez Feijóo, o los Ximo Puig y Javier Lambán.

Gonzalo Caballero solo fue capaz de conseguir para el PSdeG uno de los catorce diputados que se dejó el desaparecido del Parlamento gallego Galicia en Comú-Podem, que se dice pronto -los otros trece se fueron íntegros al independentista BNG-, e Idoia Mendía logró lo mismo para el PSE: tan solo uno de los cinco que perdió Elkarrekin Podemos; los otros cuatro se fueron a Bildu y PNV.

Así que, sí, no descarte eso que está pensando, estimado lector: que, tras la debacle, Pablo Iglesias, transmutándose en la Ada Colau de La Moncloa eche una mano... al cuello de su socio. Otra huida hacia adelante "plurinacional" en el País Vasco, Cataluña o donde se tercie, para tapar las vergüenzas de un más que evidente fin de ciclo del movimiento que fue Podemos y que el PSOE se cuide de virar la legislatura a Ciudadanos o el PP... Al tiempo.

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