Hace justo un año, en Cataluña se votaba en libertad y paz. A doce meses vista, la sociedad se ve dividida entre aquellos que pretenden salirse con la suya como sea y los que continúan reclamándose partidarios de las urnas.
Se podrá considerar más o menos oportuna la ocurrencia de Sánchez de celebrar un Consejo de Ministros en esta Barcelona de CDR, podemitas, hiperventilados y lazos amarillos. Decimos oportuna, porque legal lo es a todos los efectos y nada más faltaría que el Gobierno de la Nación no pudiese reunirse en aquel punto del territorio que estime más oportuno.
Pero la polvareda levantada ha sido tan grande que es menester escudriñar lo que hay detrás de la misma, porque entre los que dicen querer sabotear dicho consejo, incluso llegando a tomar como rehenes a los ministros para intercambiarlos por los presos separatistas – sí, la Ratafía de este año se conoce que ha salido bastante fuerte – y los que están calentando su ardor guerrero, hay poderosas razones políticas que no se nos explican.
Existe un frenazo en la escalada del separatismo oficial. Entiéndanme, me refiero a los partidos políticos que han sacado suculenta tajada del mito de una independencia imposible
Existe un frenazo en la escalada del separatismo oficial. Entiéndanme, me refiero a los partidos políticos que han sacado suculenta tajada del mito de una independencia imposible, inalcanzable y, digámoslo de una vez, escasamente creída por sus mismos promotores. El motivo es que las cosas no pueden mantenerse en el estado de crispación actual, porque se resiente la economía, el turismo, las inversiones, en fin, todo lo que genera dinero y que es donde la ex Convergencia y sus aliados han hundido sus omnipresentes manos de manera secular. Toca volver a lo de antes y para ello nada mejor que ofrecer una imagen de vuelta al diálogo, de sentarse alrededor de una mesa para pactar y de echarle agua al vino. Los empresarios aprietan y Foment del Treball, presidido por el ex Unió Democrática Sánchez Llibre, no está para bromas.
No debe extrañar a nadie, pues, que Jordi Sánchez le haya pedido a Torra que se vea con Sánchez, que los presos en huelga de hambre la hayan abandonado abrupta y sorprendentemente, que los separatistas, mudando radicalmente de opinión, apoyen finalmente los presupuestos presentados por el PSOE y Podemos. Es más, podríamos decir que ese giro del guion era incluso previsible. A pesar de toda la gesticulación efectuada por parte de Mas, de Puigdemont, de Torra, de todas las entidades y acólitos de la estelada, aquí, quien más quien menos, sabía que lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. Que esto sea difícil hacérselo comprender a los centenares de miles de creyentes en esta nueva religión del lazo es un problema que veremos cómo se solventa. Ahora, que el separatismo está entonando su canto del cisne, políticamente hablando, es una evidencia palpable. Que se lo pregunten a los de Waterloo y ya verán que les contestan.
Que este viernes se produzcan incidentes, cortes de calles, ocupación de lugares públicos e incluso actos de mayor o menor violencia es previsible, aunque en el momento de escribir esta crónica quien esto suscribe no tenga la comprobación empírica, solo el deseo de que nada de todo esto suceda. Mucho nos tememos que las cosas se han llevado demasiado lejos y que hay gente que está deseando gresca a lo grande, y, como decíamos, será muy difícil vencer a esa mezcla de rabia, desilusión, fascismo, mala leche y personalidad con desórdenes en el comportamiento.
Ni a Sánchez ni a Torra les importa un pimiento todo esto, claro, porque ellos están a lo suyo. El primero, a continuar en Moncloa aprobando los presupuestos más irreales de la historia reciente de España; el segundo, ofreciendo a los suyos una visión falsamente triunfalista de los hechos. Dos relatos totalmente mendaces, porque ni el primero ha conseguido apaciguar nada ni solucionar el problema catalán ni el segundo ha vencido a esa España mala de toda malignidad. ¿Los hechos? Que el tripartito PSOE-Podemos-Separatistas se afianza, que los neo convergentes y Esquerra podrán continuar con las viejas prácticas del pujolismo, que desde Madrid nadie atajará seriamente todo el despropósito que supone entregar con armas y bagajes al Estado en Cataluña y que los ciudadanos de a pie que no son separatistas seguirán considerados como de segunda clase. Continuará la escuela adoctrinadora, la TV3 sectaria, las instituciones secuestradas por los lazis, la izquierda claudicando, los sindicatos, periodistas y empresarios callados como muertos, en fin, la Cataluña de la omertà de siempre, aquel oasis en el que solo tienen derecho a beber los que son del rollo.
Tiene mi tierra la sutil virtud de poder pasar de las urnas a Eslovenia y de las huelgas de hambre a las reuniones seráficas entre políticos sin apenas despeinarse
Tiene mi tierra la sutil virtud de poder pasar de las urnas a Eslovenia y de las huelgas de hambre a las reuniones seráficas entre políticos sin apenas despeinarse. Es la condición intrínseca que poseen aquellos lugares en los que el espejismo es lo oficial y los cristales siempre son opacos para que nadie sepa lo que hay detrás. Como la corrupción que afecta a la ex Convergencia, verbigracia, o el caso Pujol. Pero de eso no se habla, total ¿para qué? Mejor hablar de lo que suceda este viernes, presentándolo como algo que ha nacido abruptamente, sin entender que lo uno es hijo de lo otro.
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