Opinión

USAID, se acabó la fiesta

“Ya está bien de subvencionar a nuestros enemigos, deberían ser capaces de odiarnos gratis”

  • Elon Musk y su motosierra infatigable -

Un millón y medio a un grupo LGBTQ de Serbia para promover políticas de diversidad de género e inclusión en el ámbito laboral y económico de aquel país. Dos millones para cambios de sexo en Guatemala. Veinte millones para crear el programa infantil Ábrete Sésamo en Irak. Cuatro millones y medio para combatir la desinformación en Kazajistán. Diez millones para kits de alimentación destinados al Frente de Al Nusra, grupo terrorista con conexiones con Al Quaeda. Siete millones novecientos mil dólares para enseñar a los periodistas de Sri Lanka a evitar el lenguaje binario ( él y ella) y optar por el lenguaje inclusivo, (elle).  Un millón y medio de dólares para promover la defensa de las políticas LGBTQ en Jamaica. Atención a la siguiente partida que es una broma siniestra: un millón y medio para reconstruir el “ecosistema periodístico” cubano. Imagino que deben referirse a costear reformas en las cárceles de la dictadura.

Sigamos: Un millón y medio para arte destinado a la inclusión de personas con discapacidades en Bielorusia. Otros tres millones y medio para causas LGBTQ en Macedonia. Ocho millones trescientos mil dólares para educación inclusiva en Nepal. Setenta mil  dólares para un musical de diversidad de género e inclusión en Irlanda. Cuarenta y siete mil para una ópera transgénero en Colombia, que muy bien pudiera haber dirigido el inefable hermanísimo e insigne maestro David Azagra, Sánchez Pérez-Castejón, pero no estuvieron listos y no se les ocurrió. Treinta y dos mil dólares para un cómic transgénero en Perú. Pero no solo de promover la ideología woke inyectando dinero a todo tipo de políticas identitarias y trans vive el burócrata motivado, también se dedicaron a tirar el dinero de otras formas inesperadas.

Veamos, dos millones para clases de cerámica en Marruecos. Once millones para decirle a los vietnamitas que quemar basuras está feo. Veintisiete millones en bolsas de regalos para entregar a los ilegales antes de deportarlos. Vayamos a Afganistán, ese ejemplo de éxito total de la ayuda humanitaria: Trescientos treinta millones, repito, ¡trescientos treinta millones! para ayudar a los afganos en sus cultivos, que todos sabemos cuales son y las terribles consecuencias que acarrean a la salud mundial.

Trescientos millones para construir plantas de electricidad de diesel que nunca se pusieron en marcha.  Doscientos cincuenta millones de dólares para construir una carretera literalmente a ninguna parte, aunque de estas en España tenemos unas cuantas también. Siguiendo con los despropósitos, también se destinó un millón de dólares a una investigación sobre murciélagos en Wuhan, esa ciudad china de siniestra memoria e historia aún por contar. Cincuenta millones para preservativos en Gaza. Seis millones para el fomento del turismo en Egipto, una de las mecas del turismo mundial, como si las pirámides necesitaran ayuda para atraer visitantes.

Más incomprensibles todavía son los ochenta y cuatro millones de dólares que se entregaron a la Fundación Clinton o los más de doscientos setenta millones canalizados a través de las fundaciones de George Soros en los últimos quince años

 

Otras partidas resultan francamente sorprendentes, y solo se explican por lo que pudiera colgar de ellas en forma de viajes y francachelas, como los siete millones de dólares que se destinaron a la Paris Fashion week, ese nido de pobres necesitados.  Muchos chocolates incluso para un loro del tamaño de Estados Unidos, donde los sufridos contribuyentes se están levantando cada mañana con nuevos informes de la auditoría que el nuevo ministerio Doge (Departamento de eficiencia del gobierno) de Elon Musk y sus seis wunderkinder ha emprendido, empezando por la agencia de cooperación USAID, antes de pasar a partidas mayores, como la sanidad o la educación.

Para el ciudadano medio resulta enervante la frivolidad en el gasto, su extrema politización y, sobre todo, la impunidad con la que se actuaba a la hora de distribuir los cuarenta mil millones de dólares de su presupuesto anual. La necesidad de financiar clínicas transgénero en India, o los coches eléctricos en Vietnam es muy difícil de explicar para un sufrido trabajador de Wisconsin. Más incomprensibles todavía son los ochenta y cuatro millones de dólares que se entregaron a la Fundación Clinton o los más de doscientos setenta millones canalizados a través de las fundaciones de George Soros en los últimos quince años.

El instituto East-West Management, socio de las fundaciones open society de Soros, consiguió el dinero a través de USAID y esos fondos fueron a parar a los proyectos de cambio social, agenda progresista y fomento de la ideología woke en el mundo del magnate húngaro-americano. En un perfecto ejemplo de cómo funciona el sistema, Soros recibió 27 millones de dólares para su Prosecutor’s Fund desde el que financiaba la campaña de los fiscales que más se alineaban con sus políticas progresistas. El interés particular de un multimillonario financiado con dinero público. Hoy por ti y mañana por mí.


Tengo mucha curiosidad por saber las ramificaciones que los manguerazos de dinero público americano, este uso pornográfico del dinero del contribuyente USA, puedan haber tenido en España. De momento me conformo con la singular historieta que cuenta, con voz quejumbrosa, el subdirector de @eldiario.es, Juanlu Sánchez, en una mesa redonda celebrada recientemente. Resulta que estando en Colombia a muy pocos días de la toma de posesión de Trump, en una reunión  de mucho progresismo, mucha solidaridad, mucha vena abierta de América latina y mucho abajo el imperio yanki, empezaron a sonar los teléfonos de todos los periodistas, activistas, feministas, ecologistas y revolucionarios todos a la vez. Eran sus respectivos chiringuitos comunicándoles que se había cerrado el grifo de USAID y que ya no había más dinero para nóminas.

Si es que te tienes que reír. No me extraña  que Estados Unidos se haya cansado de pagar la fiesta a sus máximos odiadores. Como dice con gran precisión el senador republicano por Louisiana, John N Kennedy, un tipo con pinta de abogado rural sureño al que no debe subestimarse en ningún momento por su acerada inteligencia, “ya está bien de subvencionar a nuestros enemigos, deberían ser capaces de odiarnos gratis”. Después de haber odiado previo pago durante tantos años, les va a resultar francamente difícil acostumbrarse a los nuevos tiempos, pero afortunadamente no les va a quedar más remedio.

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