Opinión

El virus de la desconfianza

A principios del siglo XIX aseguraban que si se vacunaba a los niños contra la viruela les saldrían cuernos, hoy dicen que provocan autismo

A finales de este mes la Agencia Europea del Medicamento, más conocida por sus siglas EMA (el equivalente europeo de la FDA), aprobará el uso de la vacuna de Pfizer y BioNTech. Una vacuna que ya ha sido aprobada en el Reino Unido y que se está administrando desde hace unos días en aquel país. A principios de enero la EMA aprobará la de Moderna; para el resto de las vacunas no hay fecha, pero irán siendo aprobadas a lo largo del primer trimestre tan pronto como los laboratorios lo soliciten. Para finales del año próximo parece seguro que habrá no menos de cinco o seis vacunas en el mercado y los sistemas sanitarios de todo el mundo podrán escoger entre ellas.

Esto de que haya varias será fundamental porque los stocks globales de vacunas van a sufrir mucho estrés en los próximos meses. Cuando estalló la gripe porcina allá por 2009 recordemos que hubo tortas para hacerse con dosis entre Estados. Para evitar ese tipo de carreras, la Comisión Europea ha arbitrado un sistema de precompra conjunto para que los distintos sistemas sanitarios de la Unión puedan disponer de vacunas a un precio fijo. Los fabricantes irán distribuyendo las dosis a cada país en función de su población. Por el momento la UE se ha asegurado 300 millones de dosis de la vacuna de Pfizer y 160 millones de la de Moderna. Con eso se podía vacunar a todos los habitantes de la Unión, es decir, se garantizaría de sobra la anhelada inmunidad de grupo.

Ese es el plan, pero hay serias dudas de que Pfizer y Moderna consigan fabricar y distribuir un número tan elevado de vacunas en tan poco tiempo. En Alemania, por ejemplo, ya han advertido que con su cuota asignada de estas dos vacunas tardarán más de un año en vacunar al 60% de sus 83 millones de habitantes. Algo similar sucede en otros países. En España, el Gobierno ha asegurado que habrá vacunas suficientes y que incluso sobrarán. No lo dudo; la cuestión es cuándo empezarán a sobrar, porque no es lo mismo que eso suceda en el próximo mes de julio a que lo haga en diciembre de 2022. Entre medias hay 18 meses y una situación económica muy complicada. Esto va a obligar a muchos países a completar la asignación europea con compras por su cuenta, lo que implica ponerse a la cola de otros países ricos como Estados Unidos, Japón y el Reino Unido. Cuando sean aprobadas las vacunas de AstraZeneca y de Johnson & Johnson la situación se aliviará, pero eso no sabemos cuándo ocurrirá.

Esta vez se ha hecho más rápido de lo normal por la urgencia de la pandemia, pero aún así las garantías que ofrecen los laboratorios parecen suficientes

Tampoco sabemos cuánta gente querrá vacunarse voluntariamente. Este es un tema controvertido y sobre el que suelen hacerse bromas, ya saben, los antivacunas con su gorrito de papel de aluminio alertando por YouTube de una invasión alienígena, pero que está ahí y que debe tenerse en cuenta. Cuando las agencias del medicamento aprueban un fármaco, se cercioran de que es seguro. Esta vez se ha hecho más rápido de lo normal por la urgencia de la pandemia, pero aún así las garantías que ofrecen los laboratorios parecen suficientes. Las autoridades, además, no se pueden arriesgar a aprobar algo fraudulento porque, de lo contrario, nadie se querría vacunar y tendríamos que ir a la inmunidad de grupo poniendo en enfermos y cadáveres encima de la mesa, que es como tradicionalmente las sociedades humanas se han inmunizado de las enfermedades contagiosas. Sería algo muy efectivo, pero también muy costoso en vidas.

Avances y beneficios

Un sano escepticismo sobre todo lo que nos rodea es siempre recomendable, pero aquí los hechos son los que son. Los laboratorios aportan pruebas clínicas que están siendo sometidas a examen por autoridades independientes, mientras que los antivacunas sólo aportan una sospecha, es decir, que ante ensayos clínicos hechos con profesionalidad y garantías sólo ofrecen impresiones o, a veces, simple desinformación hábilmente enmascarada de precaución. El principio de precaución está muy bien, pero si lo aplicásemos escrupulosamente seguiríamos en las cavernas. Todos los avances humanos implican riesgo, de lo que se trata es de disminuirlo en la medida de lo posible mediante controles y transparencia.

No existe ningún fármaco perfecto porque ninguna obra humana lo es. Todos tienen efectos secundarios, hasta las píldoras más sencillas como esas de paracetamol que tomamos cuando tenemos fiebre. La cuestión no está, por lo tanto, en si desarrollar fármacos o no, sino en si compensan los beneficios que aportan sobre los efectos secundarios que provocan. Algo tan simple como una aspirina tiene efectos secundarios perfectamente descritos, eso no es obstáculo para que la tomemos cuando nos duele la cabeza. Antes hemos de mirar las contraindicaciones y asumir que podría presentar algunos efectos secundarios. La aspirina lleva entre nosotros más de un siglo, desde 1899 concretamente, pero en origen fue un fármaco nuevo que, desde que Bayer lo puso a la venta, demostró que resolvía más problemas de los que creaba.

La desconfianza siempre buena pero, ¿qué otra opción tenemos? A día de hoy, se han confirmado oficialmente 75 millones de casos y ya llevamos cerca de 1.700.000 muertos en todo el mundo

Algo parecido puede decirse de las vacunas más comunes como las de la viruela, la de la poliomielitis o la triple vírica. Sus beneficios han superado con mucho las complicaciones que se les pueda haber encontrado. Podríamos argüir que estas vacunas de la covid son, no sólo nuevas, sino que se han desarrollado a contrarreloj y, ya sólo por eso, habría que desconfiar. La desconfianza siempre buena pero, ¿qué otra opción tenemos? A día de hoy, se han confirmado oficialmente 75 millones de casos y ya llevamos cerca de 1.700.000 muertos en todo el mundo. Hemos de asumir un pequeño riesgo a cambio de un gran beneficio.

Los sistemas de ensayo de fármacos hoy son mucho más completos y sofisticados de los que disponían, por ejemplo, Jonas Salk en los años 50 cuando desarrolló la vacuna contra la polio y, no digamos ya, los que tenía a mano Edward Jenner en 1796 cuando ensayó su vacuna contra la viruela con el hijo de su jardinero. Hoy la viruela está erradicada y la poliomielitis prácticamente fuera de juego, se detectan unos 100 casos al año en todo el mundo cuando en los años 60 se detectaban cientos de miles. Lo que Jenner y Salk hicieron a la humanidad fue un regalo que ha ahorrado millones de vidas y muchísimo dolor.

Estos son hechos no fabulaciones como muchas de las que se van los antivacunas de hoy y los de hace dos siglos. A principios del siglo XIX aseguraban que si se vacunaba a los niños contra la viruela les saldrían cuernos, hoy dicen que provocan autismo y se revisten de ropajes pretendidamente científicos para apuntalar sus argumentos. Durante los próximos meses me temo que habremos de combatir tanto con los problemas de stock de los laboratorios como con el sinnúmero de charlatanes que llevan meses envenenando el debate.

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