Seis días han pasado desde que finalizó el recuento y los ecos de las interpretaciones del resultado electoral vasco se han quedado en dos grandes titulares. El Parlamento vasco que ha salido de las urnas es el más abertzale de la historia y PP+Cs y Podemos se han dado un batacazo de aúpa. Los dos titulares son ciertos. Pero con muchos matices.
Que la sede de la soberanía vasca se ha llenado de txapelas es un hecho matemático. La suma de PNV más EH Bildu llega a los 52 parlamentarios de los 75 que se sientan en Vitoria. Pero que la unión de los dos partidos más o menos soberanistas sea mayoría aplastante no significa que vayan a votar juntos una huida al monte del País Vasco. Desde luego, los batasunos tienen ahora más capacidad de influir en el debate y más fuerza parlamentaria, lo que es una mala noticia para los constitucionalistas, pero el PNV es todavía absolutamente consciente de que la sociedad vasca no quiere experimentos secesionistas y que lo que busca es continuidad y tranquilidad.
Pensar desde el centro de la M-30 que Euskadi va a seguir los pasos de Cataluña es conocer muy poco la forma de pensar y votar de los vascos. Ni el PNV es JxCAT ni EH Bildu es ERC. Más bien, si se me permite el juego del cambio de banderas, el PNV sería en el País Vasco quien ocupa el espacio de un PP moderado en España y el nuevo EH Bildu, y remarco lo de nuevo, se asemeja a un PSOE podemizado. PP y PSOE son ambos constitucionalistas, como abertzales son los partidos vascos, pero que lleguen a cualquier acuerdo está demostrado que no es tarea fácil.
Sé que es difícil asumir que los batasunos ocupan sociológicamente una parte del espacio socialista en el País Vasco. Vaya si es difícil. Con el reguero de sangre que han dejado, con la pintura en los portales y en las tumbas incluso durante la última campaña. Difícil y duro. Pero para interpretar los resultados hay que asumir la realidad y no quedarse en el deseo. Y la verdad es que en la acomodada sociedad vasca, enferma de amnesia en muchos de sus estratos, ser abertzale es algo normal. El pasado lo dejaron allí, tan a desmano como las condenas. Y con la batalla del relato tan descuidada como la tenemos (nadie ha hablado de ETA en campaña a pesar de las pintadas) habrá que plantear otras estrategias para difundir el daño que hizo el nacionalismo radical y para recuperar a muchos jóvenes para la tolerancia, el respeto y la memoria.
Ahora mismo, en Sabin Etxea nadie está preocupado por nuevos estatutos, nuevas formas de relacionarse con el resto de España ni experimentos del tipo plan Ibarretxe
¿Todo esto que digo significa que el PNV no va a jugar la baza del soberanismo? Desde luego que lo hará. Pero como buen jugador de mus será más de farol que de hecho. Ahora mismo, en Sabin Etxea nadie está preocupado por nuevos estatutos, nuevas formas de relacionarse con el resto de España ni experimentos del tipo plan Ibarretxe. Porque ni Urkullu es como el iluminado de Llodio ni la sociedad vasca entendería que en plena crisis del coronavirus se pongan a jugar con las banderas. Entre otras cosas, porque eso supondría la salida del PSE del Gobierno, la caída de varios ayuntamientos y de las poderosas diputaciones que ahora gobiernan mano a mano socialistas y jeltzales.
Con todo, el resultado ha sido malo -muy malo- para los que preferimos la suma a la división. La falta de un proyecto común español e incluso europeo que ilusione y la visión cada vez más centralista del Estado, unido a la llegada de nuevos votantes que ya son hijos de la educación adoctrinada nacionalista traen estas consecuencias. Si a eso le añadimos que PP y Podemos han diseñado sus campañas desde Madrid y que el PSOE ha difuminado su imagen en Euskadi en los últimos diez años hasta convertirse en comparsa de quien se sabe que va a gobernar, el resultado es el que es. Malo para Euskadi, sin que se corra el riesgo de vivir otro procés, y malo para el resto de España.
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