Opinión

Venezuela, los cobardes metidos a héroes

‘Antes o después, no faltarán militares que entreguen a Maduro maniatado, o acribillado, a cambio de su propia impunidad. Y en mi país correrá la sangre, no sé cuánta’

Me encuentro a Chanto, mi amigo, mi hermano, en el cumpleaños de Anita, a la que ambos queremos tanto. Hace meses que no lo veo y eso es por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa de enfermo que depende de unas píldoras y del pánico a caer de nuevo, y por eso salgo menos de casa. Chanto acaba de llegar de su ciudad natal, Caracas. Y le pregunto, cómo no.

–Mal, caballito. Muy mal. Eso no tiene solución fácil. Yo me temo que va a haber un baño de sangre en Venezuela. No cabe otra.

–Y eso ¿por qué?

–Pues porque esa gente que manda no puede salir de ahí. No tiene más escapatoria que mantenerse en el poder o la muerte. Y morirán, pero no van a morir solos. Esa es la tragedia. Son unos cobardes que acabarán pareciendo héroes.

–No entiendo nada, Chantito.

–Es que no es fácil. Hay que empezar por decir que la muerte del santificado Hugo Chávez dejó al país en medio de una encrucijada imposible de resolver. Chávez era un cobarde y un visionario, todo a la vez. Demostró que era un cobarde cuando, en el golpe fracasado de 2002, se cagó de miedo, se dejó detener por los insurgentes y solo retomó el poder cuando fueron a desenjaularlo: él pensó que lo iban a matar allí mismo, pero era lo contrario… de pura casualidad. Y demostró que era un visionario cuando construyó una autocracia bananera invocando a un socialismo que jamás entendió y en el que jamás creyó. Pero le salió muy bien. Era un Perón. Un oportunista ambicioso.

–¿Que Chávez no era socialista, Chanto?

–No, perdona, mi amigo: socialista soy yo, que sé de lo que hablo. No Chávez. Y ninguno de los canallas que han salido tras él.

‘Cabello es el torturador, el Goebbels o el Himmler de toda esta tragedia, el que ha involucrado a todos los militares que ha podido en el negocio del tráfico de drogas’

–Quizá la solución esté en Diosdado Cabello, el número dos del régimen, el que…

–Pero Inci, por favor. Ese es el peor de todos. Escúchame. Cuando Chávez dio su primer golpe de Estado, en 1992, Cabello era un tenientito con ínfulas. Chávez lo envió a controlar a la televisión pública. A controlarla, nada más. ¿Sabes lo que hizo Cabello? Los mató a todos. A todos. Para hacer méritos. Incluso a los camarógrafos, a los presentadores, a todo el que vio vivo. Tiene más sangre en las manos ese hijueputa que un matarife. Luego, cuando Chávez tomó por fin el poder, ese Cabello se constituyó en su delfín, en algo así como su ideólogo, porque será un criminal pero tonto no es. Y luego, cuando el petróleo empezó a bajar de precio y la nueva casta mal llamada “bolivariana” dejó de meter en sus sacos las enormes fortunas que robaban, Cabello organizó minuciosamente la conversión de Venezuela en un narcoestado. Lo que no sacaban de los pozos lo sacaban de la coca. Ese es el problema, ¿no entiendes? Cabello se esforzó en involucrar a todos los militares que pudo en un negocio que parecía fácil y seguro, el del tráfico de droga.

–Chanto, eso es lo que dicen en España los medios de extrema derecha.

–Inci, tú me conoces. Yo no tengo nada que ver con la extrema derecha. Pero soy venezolano, mi familia vive allí, sé de lo que hablo. Venezuela es ahora mismo un narcoestado. Es peor que Colombia hace unos cuantos años. Los carteles de la droga se refugiaron allí, bajo la protección primero de Chávez, luego del pobre Maduro y siempre de Cabello, que es el torturador, el Goebbels o el Himmler de toda esta tragedia. Y de los milicos que están enmierdados hasta las cejas. No todos pero casi todos. Y lo peor: nadie se fía de nadie.

–¿Cómo es eso?

–Cada vez que uno del régimen saluda a otro, primero mira a ver quién hay detrás, por si lleva un puñal escondido. En la vida y en la muerte. Chávez, cuando ya sabía que se moría, nombró heredero al tonto de Maduro, cuya única virtud es que imita muy bien la voz teatral de Chávez, porque quería ser deificado después de su muerte, como los romanos, y no se fiaba del malnacido de Cabello, que seguramente habría hecho con él lo que Jrushov hizo con Stalin: machacarlo después de muerto. Por eso nombró a Maduro, que es un inútil absoluto, un conductor de autobús que en su vida ha leído un libro, pero que le era fiel como un perro lo es a su amo. Maduro, que es un completo cobarde, consintió a Cabello a su lado igual que un gánster aguanta junto a él a otro gánster que puede traicionarlo: más vale tener cerca al enemigo para verle bien. Y, en este caso, a un enemigo tan traidor y cobarde como él. Cabello no podía sublevarse: tiene demasiada sangre y demasiada cocaína en las manos. No tendría a dónde huir.

‘Los primeros tres círculos de seguridad de Maduro, los pretorianos, están formados por cubanos: no hay ahí un solo venezolano, porque no se fía de sus compatriotas’

–No termino de comprender cómo…

–Inci, no es sencillo pero se puede entender. La pantomima de que son socialistas ya no se la cree nadie con dos dedos de frente. Esa gente es una pura mafia. Ninguno se fía de ningún otro en la comadrejera. Maduro tiene a su alrededor cuatro anillos de seguridad para que no lo maten. Los tres primeros, los tres más cercanos a él, los pretorianos, están formados por cubanos: no hay ahí un solo venezolano porque, entre sus compatriotas, no se fía ni de su sombra. Ahora el mundo entero (y la gente de Venezuela, muerta de hambre, también) le da la espalda, salvo Rusia y China, que quieren su petróleo. ¿Qué puede hacer? ¿Dejar el poder al chico este, cómo se llama, Guaidó? ¿Y luego qué? ¿Huir a Cuba, donde las cosas pueden cambiar pronto? ¿Huir a Rusia, a comer de Putin? Puede ser, pero ¿de qué le serviría a Putin ese pobre bobo? ¿Por qué habría de protegerlo ante la más que probable tormenta internacional? ¿Cuánto trabajo le costaría sacrificarlo en un envite de cartas con quien fuese? De Putin no hay quien se fíe, y Maduro es idiota pero hasta ahí sí llega. No es una salida viable para él. Pero voy más allá, con los demás cómplices: ¿cómo convencer al macabro Cabello, a los milicos que están empantanados en el tráfico de drogas, de que acaben con la farsa de Estado que tienen? ¿No te das cuenta de que es imposible, porque después del acuerdo habría extradiciones por decenas, incontables acusaciones de crímenes contra la humanidad y narcotráfico? ¿No ves que no tienen salida? ¿No comprendes que estamos ante una comedia tintada con los colores de Shakespeare? Esta parranda de cobardes y narcos no tiene más remedio que fingir que son héroes para tratar de salir al menos con vida de la que se les viene encima. Es algo parecido a aquella peli del general Della Rovere, pero esta vez envuelta en carroña. Maduro está atrapado en una ratonera armada por su bravuconería, su incomensurable estupidez y su buena maña para imitar la voz del muerto, que se le aparece como pajarito. No saldrá vivo de ahí.

–Y Venezuela, ¿cómo saldrá?

–Antes o después, no faltarán militares que entreguen a Maduro maniatado, o acribillado, a cambio de su propia impunidad. Y en mi país correrá la sangre, no sé cuánta, ojalá que sea poca, ojalá que todo amanezca con un par de traiciones más, que ya tienen todos costumbre de eso. Pero Venezuela tendrá que refundarse como nación. Va a ser durísimo. Lo que ha hecho esta gente desalmada no tiene perdón. No lo tiene.

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