Occidente ya no es ejemplo de nada. De nada bueno, claro. Sus democracias llevan años secuestradas por una minoría. Nos referimos a esa élite qué decide qué es democracia aquí y allá; a ese grupito que se auto legitima para deponer y poner gobiernos donde le dé la gana; a este grupúsculo que decide que la Gran Recesión la deben pagar a escote sus conciudadanos, mientras ellos, que fueron quienes por su avaricia la generaron, se van de rositas. Y todo por la pasta, por su pasta. ¿Se imaginan ustedes a Sánchez y compañía pidiendo ocho días a los sátrapas del Golfo Pérsico para que convoquen elecciones democráticas en sus respectivos países? ¿O que mínimamente le sugieran algo parecido a Xi Jinping? Yo no.
Pero es este grupúsculo, la superclase, el que juega con las vidas ajenas de medio mundo, y presiona a los políticos elegidos en sus respectivos países a que emprendan aquello que les dictan. Puro cinismo. Y ahora le toca a Venezuela. Antes fueron Afganistán, Irak, Egipto, Libia, Ucrania, Siria, Nicaragua... El problema es que estamos en un mundo multipolar donde nuevas potencias han emergido, y no están dispuestas a ceder. Por eso, últimamente, les está saliendo el tiro por la culata. Y entre medias, miseria y muerte.
Según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía, las reservas de petróleo en Venezuela alcanzan los 300.878 millones de barriles
En Ucrania, Rusia se comió Crimea en décimas de segundo, y para tener entretenido al nuevo gobierno, Putin se encargó de armar a los prorrusos del Donbass (al final son los jóvenes de ambos lados quienes mueren y sufren tanto despropósito). En Libia, Hillary Clinton y sus adláteres parieron un estado fallido (les recomiendo encarecidamente la película 13 horas: los Soldados Secretos de Bengasi) cuyas consecuencias las sentimos cada día en nuestro querido mar Mediterráneo de la mano de miles de refugiados que, en pateras, se aproximan a nuestras costas por un futuro mejor que les arrebatamos. Y luego queda, sin duda el mayor desastre reciente, Siria, donde los acólitos de Occidente y sus tropas infiltradas fueron barridos militarmente por Rusia. Han intentado hacer lo mismo, sin mucho éxito, en Nicaragua (me cuentan allegados que los bandos en conflicto disponen de un sistema de mensajes encriptados solo al alcance de servicios secretos punteros); y ahora, por enésima vez, Venezuela. Detrás de todo, simple y llanamente estrategias geopolíticas y geoeconómicas. Nada que ver con la democracia, palabra tan manoseada y prostituida que ha perdido su significado original. Al final, muerte y desesperación.
Siria, ¿un escaparate para Venezuela?
En agosto de 2011 el gobierno estadounidense, en aquel momento bajo la presidencia de Obama, y los correveidile europeos de turno –David Cameron, Nicolás Sarkozy, y Angela Merkel-, dieron un ultimátum al sátrapa Al Assad, presidente de Siria. The New York Times lo recogía el 11 de agosto de 2011 en su pieza U.S. and Allies Say Syria Leader Must Step Down: “Estados Unidos y varios de sus principales aliados pidieron el jueves al presidente de Siria, Bashar al-Assad, que renunciara al poder. Los anuncios, cuidadosamente coreografiados, se produjeron tras meses de protestas populares y represalias cada vez más mortales que, según el Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, equivalían a crímenes de lesa humanidad cometidos por las autoridades sirias…”. Después, ya conocen ustedes lo sucedido, y el desenlace final, guerra civil, victoria de Al Assad y de Rusia. Entremedias, ciudades enteras destruidas, cientos de miles de muertos, millones de desplazados. Y todo por la pasta, por trazados de oleoductos, e intentos de desestabilizar las fronteras de Rusia.
¿Imaginan a Sánchez y compañía pidiendo ocho días a los sátrapas del Golfo Pérsico para que convoquen elecciones democráticas en sus respectivos países?
Lo acontecido en Siria se puede trasladar a Venezuela. Detrás de los sucesos que acaecen en este bello país sudamericano (Vespucio la denominó la “Pequeña Venecia”), no existe el más mínimo interés por parte de quienes lo diseñan y promueven de mejorar las condiciones de vida de los muy sufridos ciudadanos venezolanos. Ni tan siquiera favorecer un régimen democrático en un Estado cuyas estructuras económicas y políticas están derruidas. El expolio ha sido un rasgo común de todos los gobiernos venezolanos, tanto los de la actual cuerda ideológica, como de aquellos de los que ahora se autoproclaman oposición democrática. El dinero saqueado antaño por estos últimos está muy presente en ciertas burbujas inmobiliarias, incluidas la nuestra actual. Bajo estos mimbres es muy difícil una solución pacífica acordada en una población partida en dos. Por eso la idea de apoyar un golpe de Estado, como el de Juan Guaidó, resulta ya no solo atrevida, sino cínica y grotesca. Me refiero a la actitud de Rivera y Casado, guiados sin duda por el señor de la guerra de Irak, el inefable Aznar, individuos que o son unos cínicos o no saben nada. Pero también el camino seguido por Sánchez, me imagino que bajo los susurros al oído de González, Felipe no Francisco.
Rusia, China y millones de barriles de petróleo
Por favor, dejen de hablar de democracia y expliquen a sus conciudadanos cual es la rezón real. Dejen de mentir. La razón de montar una gorda en Venezuela es geopolítica y económica. Nos referimos al petróleo, al puñetero petróleo. ¿Saben ustedes cual es el país del mundo con más reservas de petróleo sin explotar? Ahí está la respuesta. En un mundo donde se acaba el petróleo, Venezuela, según la Agencia Internacional de la Energía, tiene la mayor cantidad de reservas probadas de petróleo del mundo, exactamente 300.878 millones de barriles de reservas. Estas reservas de petróleo del país sudamericano son un descubrimiento relativamente nuevo. Anteriormente, Arabia Saudita siempre había ocupado el primer lugar.
¿Responderán los políticos occidentales de las muertes que se puedan derivar en Venezuela por sus juegos geoestratégicos?
Los depósitos de petróleo arenoso en Venezuela son similares a los de Canadá. Venezuela también cuenta con muchos yacimientos de petróleo convencional. Las arenas bituminosas del Orinoco venezolano son significativamente menos viscosas que las de Canadá, por lo que el petróleo arenoso de este país puede ser extraído utilizando métodos convencionales de extracción de petróleo, lo que le da una ventaja considerable sobre el rival norteamericano en términos de requerimientos de capital y costos de extracción. Esta es la razón real de tanta ignominia, la pasta, el dinero. Y en este momento, tanto China como Rusia gozan de un puesto privilegiado para disponer del mismo. Y eso es lo que no están dispuestos a permitir quienes controlan los gobiernos estadounidenses y europeos. Por eso, porque enfrente hay dos bloques rivales, el riesgo de guerra civil es, como en el caso de Sira, muy elevado.
¿Responderán políticamente Sánchez, Macron y el resto de políticos occidentales de las muertes que se puedan derivar en Venezuela por sus juegos geoestratégicos? Las democracias para tener cierta autoridad moral deben exigir un listón deontológico muy elevado a sus políticos. Mientras no demos ejemplo y juzguemos a aquellos prohombres que, manoseando la palabra democracia, activan conflictos armados por intereses económicos, no seremos ejemplo de nada. Acabo de terminar de leer un libro del escritor alemán de la postguerra Erich Maria Remarque, “Sin Novedad en el Frente”. El protagonista, Pablo, cerca ya del final de la obra, y de su propia muerte, hace un alegato contra la guerra: “Soy joven, tengo veinte años; pero no conozco de la vida más que la desesperación, la angustia, la muerte y el encadenamiento de la existencia más superficial y más insensata a un abismo de sufrimientos. Veo cómo los pueblos son lanzados uno contra otro y cómo se matan entre sí sin decir nada, sin saber nada, locamente, dócilmente, inocentemente. Veo como los cerebros más inteligentes del universo inventan palabras y armas para que todo se realice de una manera todavía más refinada y para que dure todavía más tiempo. Y todos los hombres de mi edad, en el mundo entero, lo ven como yo; ésta es la vida de mi generación, mi vida propia…”. Sé que este alegato, como otros similares, se las trae al pairo. Solo espero, en mi ingenuidad, que haya un día donde todos los ciudadanos del mundo nos levantemos y nos presentemos ante ellos para pedirles cuentas.