Para vergüenza de la democracia española, Rodríguez Zapatero se ha convertido en el principal abogado defensor de una tiranía en apuros. No se presta suficiente atención a la colaboración activa del expresidente con la sanguinaria dictadura venezolana, que compromete la imagen internacional de España. Con miles de detenidos -muchos, adolescentes- y decenas de asesinatos en pocos días, al comprobar cómo ZP ni se inmuta, cabe preguntarse si es un demócrata. Imagina qué habrían dicho los demócratas españoles de la oposición a la dictadura, si un líder de alguna democracia europea hubiera venido a Madrid para apoyar a Franco.
El pasado sábado, las masivas manifestaciones en todo el país volvieron a demostrar que la tiranía chavista se enfrenta a un levantamiento popular imparable. Escribí aquí el día de las elecciones que, a diferencia de 2018, en esta ocasión el fraude de la dictadura iba a ser indefendible, que los datos fiables eran los de María Corina Machado, avalados por cientos de miles de testigos de mesa organizados. Salvo para Zapatero; él, erre que erre, con el chavismo criminal hasta el final. Acompasado con las dictaduras que apoyan a Maduro, se sitúa entre los que niegan las evidencias matemáticamente definitivas, con un 83,5 % de las actas avaladas por organismos internacionales creíbles.
El expresidente socialista ya nunca podrá librarse del retrato demoledor de acérrimo defensor de la dictadura que le ha hecho María Corina, la líder latinoamericana con mayor reconocimiento. Le ha acusado de promover iniciativas para intentar dividir a la oposición democrática con el fin de asegurar la supervivencia del dictador y torturador Maduro. Le considera un “inmoral”, capaz de ignorar los crímenes de los que ha sido testigo. Ha recordado estos días el “efecto Zapatero”, el aumento de las detenciones de opositores coincidiendo con las visitas del exsecretario del PSOE al dictador. Lo ha colocado al nivel de los “invasores cubanos” que se están dedicando a intimidar y neutralizar a los militares venezolanos.
Solo hay que oír al expresidente utilizar los argumentos castrochavistas sobre “el bloqueo”, como la causa del hambre y el exilio masivo en Venezuela
Con su propuesta de excluir a Corina Machado de la competición electoral -desvelada por la oposición democrática-, Zapatero asumió el rol de primer valedor internacional de la dictadura chavista. Con esa medalla pasará a la historia. Estos días mantiene un silencio activo, interesado, teniendo en cuenta que fue elegido por el Grupo de Puebla como vocero de la misión electoral del castrochavismo, a la vez que prohibían la de la UE. Su voz es la de Maduro –“un baño de sangre”-, acusado de terrorismo de Estado por los organismos de derechos humanos.
Es una ingenuidad pedirle ahora las actas a la dictadura, que nunca entregará. Son la prueba del crimen. Lo que importa es reconocer ya al ganador Edmundo González Urrutia. Lula y Petro pretenden compatibilizar la continuidad de su camarada Maduro y evitar, a la vez, las repercusiones dañinas para su futuro político en Brasil y Colombia, pero no van a lograr con enredos como el de la repetición electoral salir de ese laberinto. Para interpretarles, cualquier análisis sobre la posición ante el fraude electoral debería incorporar el contexto geopolítico de la segunda guerra fría desencadenada abiertamente por la China de Xi Jinping. Como en Ucrania, la suerte de las democracias liberales, incluida la española, también se está decidiendo ahora mismo en Venezuela.
En esa división juega Zapatero. Cuando participaba en Russia Today, la televisión de Putin para sus interferencias contra las democracias occidentales -como en el procés-, no era para cantar boleros. Solo hay que oír al expresidente utilizar los argumentos castrochavistas sobre “el bloqueo”, como la causa del hambre y el exilio masivo en Venezuela. Le responde el prestigioso economista venezolano Ricardo Hausmann. En 2002, Chávez mandó a la calle a 20.000 empleados expertos de Petróleos de Venezuela y los sustituyó por ineptos militantes enchufados. Resultado: de producir 7 millones de barriles al día, se pasó a setecientos mil. El chavismo pudo mantener la ficción con el barril a 120 dólares, pero, cuando cayó hasta los 30, la catástrofe fue descomunal. No son las sanciones (por violación de derechos humanos) el origen del desastre, sino las “heridas autoinflingidas”, como señala el académico de Harvard. El castrochavismo es el camino a la pobreza, y al enriquecimiento obsceno de sus dirigentes.
A nadie debe extrañar que, con la incorporación de ZP al castrochavista Grupo de Puebla, se hayan contagiado de sus prácticas políticas
Ha confesado el expresidente socialista que fue el podemita Juan Carlos Monedero quien le “recomendó” ante Maduro. Se nota. Ocurre con el PSOE de Sánchez y Zapatero que se mimetiza con los socios políticos que necesita para lograr el poder. Si dependen de Podemos, les copian –“giro a la izquierda-; si pactan con nacionalistas, otro tanto. A nadie debe extrañar que, con la incorporación de ZP al castrochavista Grupo de Puebla, se hayan contagiado de sus prácticas políticas. Desde la obsesión por controlar a jueces y periodistas a la colonización con militantes de las empresas públicas, copian todo lo necesario para eternizarse en el poder. “Leninismo de colores” llamaría a la fórmula el simpático Monedero.
Frente a sus enemigos, la democracia resuena en las palabras de María Corina Machado pronunciadas en la impresionante manifestación del sábado en Caracas: “25 años tratando de dividirnos entre blancos, negros, ricos, pobres, entre izquierda, derecha, los de afuera, los de dentro. Derribamos todo: hoy somos ciudadanos y punto”.
Caerá la dictadura, con Zapatero dentro.
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