Opinión

A ver qué le regalo yo a Pedro Sánchez

El presidente se niega a dar explicaciones acerca de lo que le han regalado. Y yo ya no sé qué hacer

Dice el Dalai Sánchez que no piensa dar ninguna explicación acerca de los regalos, obsequios, presentes y demás hasta que deje de ser presidente. Seguro que los más puristas se habrán rasgado las vestiduras, y es que la derechona es muy envidiosilla. Me parece estar oyéndolos: que si la transparencia, que si aquí hay gato encerrado, que si la ejemplaridad.

A mí me parece que si Su Pedridad no da explicaciones es porque le da corte salir y empezar a enseñarnos ese museo de los horrores que suele ser el almacén en el que se amontonan la mayoría de regalos que se hacen a un cargo público. Y más siendo él como es. Ahí tiene que estar cogiendo polvo un sombreraco como el de Pedro Castillo, el de Perú, o una pintura de Chávez a tamaño natural realizada con Plastidecor, o la cara de Sánchez elaborada on almendras garrapiñadas con un letrero que diga “Cómeme, cómeme” realizada por la sección femenina socialera, o incluso un busto de Largo Caballero con chorrito incorporado que permita que salga agua de diversos colores por oídos, fosas nasales y boquita. De placas con laudatorias frases, reproducciones de monumentos locales perfectamente prescindibles, vajillas superfluas, cuberterías de plexiglás o supuestas obras de arte fruto de talleres locales compuestos por creatividades mal encaminadas, ni les cuento

Por otro lado, los regalos susceptibles de ser considerados como suculentos no van a ser motivo de explicación. ¿O es que la canallesca crítica que todavía queda en España – cada día menos – no pondría el grito en el cielo si se supiera que a Sánchez le han regalado una colección de turbantes marroquís de lujo, o una mansión de escándalo y turbulencias dialécticas en un país amigo, o una mina de oro, o una reproducción del David de Miguel Ángel hecha con cristales de Swarovski? Ah, amigo, comprendan que Sanchinflas no quiera decir esta boca es mía y, además, es cierto, no es suya, es del Rey de Marruecos.

Esa posibilidad la deseché casi al momento. ¿Sánchez levantándose de su sillón? Ni jarto vino

En totás, que servidor no sabe muy bien qué regalarle. Porque hay que quedar bien con el poderoso. Este es un país de bienquedas, lametraserillos y pelotillas. Yo había pensado, en primera instancia, en un sonotone de esos que anuncian en las teles, especialmente durante las tardes, ya saben, de esos que puedes oír caer una aguja a cientos de metros lo que ya me dirán ustedes qué tiene de práctico, porque a nadie se le ocurre pasarse el día estando al loro a ver si cae una aguja o no. Pero como este hombre padece de sordera crónica respecto a lo que se dice en la calle, pensé, mira, igual le sirve. Luego rectifiqué, porque me parecía poca cosa para tan munífico prócer y decidí regalarle un sillón de esos que también se anuncian en la misma franja horaria, pensados para ayudar a levantarse a quién lo ocupa de manera mecánica y cordial. Esa posibilidad la deseché casi al momento. ¿Sánchez levantándose de su sillón? Ni jarto vino.

Así pues, y tras repasar varias opciones módicas de precio puesto que no soy Buenafuente, Eva Soriano, Ana Morgade, Julia Otero o ninguno de los elegidos para la gloria, he optado por una máquina de coser portátil. Práctica, cabe en cualquier sitio, es de manejo muy simple e igual te hace un pespunte que un dobladillo. Y como sea que Sánchez va a tener que coser y recoser lo suyo si quiere seguir moncloviteando tras las generales que están más cerca de lo que se piensa, ahí si que creo que he dado en la diana. Un amigo me aconsejó que le regalase un Quimicefa pero le afeé la conducta. ¡A quién se le ocurre regalarle un juego de química a semejante individuo! Haría saltar por los aires a España. Bueno, lo que viene haciendo desde que llegó al cargo. Mejor la máquina de coser y que sea lo que Dios quiera.

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