El domingo 1 de octubre se manifestaron en Varsovia un millón de ciudadanos movilizados contra el ataque del gobierno polaco a la independencia judicial. El mismo día hubo réplicas en todas las ciudades de Polonia, como venía ocurriendo durante más de tres años, de forma masiva. El lema de las concentraciones de los demócratas polacos resultará familiar a cualquier demócrata español: “reivindicar el Estado de Derecho y rehabilitar la democracia polaca, cada vez más degradada por las decisiones del Gobierno”. Con el mismo fin, han salido este domingo a la calle una multitud de españoles.
La movilización ciudadana puso fin a la tiranía en Polonia. Dos semanas después de las marchas, los partidarios de la restauración democrática, con la Coalición Cívica del presidente del PP europeo, Donald Tusk, al frente, lograron un triunfo indiscutible sobre el populista Ley y Justicia del autócrata Jaroslaw Kaczynski. El vuelco electoral fue espectacular. En cuatro años, la alternativa democrática ganó doce puntos porcentuales y tres millones de votos. Nada podría entenderse sin la reacción de los demócratas. Las autocracias demagógicas triunfan, antes en Polonia y ahora en España, a partir del desinterés ciudadano y caen cuando la ciudadanía reacciona.
Para tener utilidad, el análisis político debe servirse de antecedentes y estudios comparados. El proceso de degradación de la democracia polaca encierra enseñanzas valiosas para la democracia española. En Polonia, las leyes de reforma judicial fueron el factor desencadenante, como en España la amnistía. El populista Ley y Justicia llega al poder en 2015 y, sin llevarlo en el programa, aprueba leyes que tienen por fin controlar los tribunales, incluida Corte Suprema y Tribunal Constitucional. Las medidas para lograrlo iban de la reducción de la edad de jubilación de los magistrados a leyes ad hoc para modificar los tribunales.
Esto no va de izquierda-derecha. Como afirma Martin Wolf en su último libro, “en última instancia, el populismo no es más que un medio para obtener el poder”
Lo lograron, a pesar de la oposición de los jueces, a los que insultaban llamándoles “comunistas”, como aquí, “fascistas”. Destacó la presidenta de la Corte Suprema, Malgorzata Gersdorf, que desafió al gobierno: “quiero defender el Estado de Derecho y señalar el límite entre la Constitución y la violación de la Constitución”. Durante años, han defendido la democracia de un golpe de Estado que se está repitiendo, como la fórmula más utilizada en este siglo: la anulación de un poder, el judicial, por otro, el ejecutivo. Frente a ellos, ni Kaczynski ni Sánchez tienen interés en la democracia liberal y sus reglas, solo les importa conservar el poder. Los padres fundadores de la democracia pensaban en gente como ellos cuando pretendieron evitar, con la división de poderes y controles institucionales del ejecutivo, lo que ellos y los antiguos filósofos llamaban tiranía.
Un movimiento político tiene poco recorrido sin relatos para contar lo que hace. El PSOE dispone de una narrativa marco para todo: izquierda contra derecha. Con esta falacia, no podría ir muy lejos sin el apoyo acérrimo de un ejército de propagandistas mediáticos, que estos días sudan tinta para seguir los acontecimientos. Se esfuerzan en hacer que Felipe González parezca de derecha y Oriol Junqueras, de izquierda; Manuel Aragón, un constitucionalista facha, y el comunista Pérez Royo, progresista; el 99,9% de los jueces, derecha judicial y Conde-Pumpido, el juez de los “progresistas”. ¡Propaganda! Como El País, La Vanguardia sí veía el golpismo fuera. “El gobierno nacionalista polaco acaba con la independencia de los jueces”, titulaba en diciembre de 2019. ¡Qué difícil es ver lo que se tiene cerca!
Esto no va de izquierda-derecha. Como afirma Martin Wolf en su último libro, “en última instancia, el populismo no es más que un medio para obtener el poder”. El método es el mismo cuando lo aplica López Obrador en México con retórica izquierdista y Viktor Orbán en Hungría con discurso derechista. Los autócratas desprecian el Estado de derecho y pactan con quien sea con tal de conservar el gobierno. De eso, nuestro autócrata local está dando un recital completo, sumando, aún, el castro-chavista lawfare de propina.
El PSOE ha dejado de respetar las reglas de la democracia y el miércoles Sánchez se postulará para autócrata, no para presidente. Frente a estos procesos de degradación democrática, ¿qué función cumple la Unión Europea?
El PSOE ha dejado de respetar las reglas de la democracia y el miércoles Sánchez se postulará para autócrata, no para presidente. Frente a estos procesos de degradación democrática, ¿qué función cumple la Unión Europea? Si se analizan las actuaciones de la Comisión (CE) en Polonia, se puede adelantar qué hará en España. Allí, la CE abrió una investigación sobre las reformas que terminó en el Tribunal de Justicia europeo. Finalmente, este las declaró ilegales y contrarias a la normativa comunitaria. El gobierno polaco no acató la sentencia y se dedicó a insultar al tribunal, pero la actuación europea no fue inútil. Provocó una falla de reputación internacional y, sobre todo, dio confianza a los ciudadanos demócratas polacos. Esos tres millones de electores ganados por la oposición en cuatro años no surgen de la nada y son la prueba del “sí, se puede”.
Si hoy España pidiera la entrada en la UE, no sería admitida sin dar marcha atrás en el golpe que el PSOE está propinando al Estado de derecho. La vía polaca demuestra que, para restaurar la democracia, la variable decisiva es la movilización ciudadana. Sin ciudadanos, no hay democracia que resista. La diferencia entre el éxito polaco y el fracaso húngaro hay que buscarlo ahí. Por eso es tan aleccionador el éxito de las movilizaciones de este domingo. Lo han sido las anteriores y lo serán las próximas. No porque modifiquen un voto tribal, insensible a cualquier argumento, sino por imprescindibles para activar ciudadanía suficiente en la defensa del estado de derecho. En España, como en Polonia.
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