Eva Parera, la presidenta del nuevo partido político catalán Valents, ha publicado un libro, Un viaje para valientes, que merece la pena leer. Escrito con una prosa galopante e impregnada de pasión, es una atractiva mezcla de autobiografía, historia de acontecimientos recientes y reflexión política. La trayectoria pública de la autora ha sido llamativamente accidentada y no la esconde en las páginas de su ensayo. De hecho, el examen que hace de sus sucesivas adscripciones a diferentes opciones electorales es tan sincero y carente de tentaciones exculpatorias que resulta comprensible y ahuyenta cualquier acusación malintencionada de oportunismo o inconsistencia, salvo que sea hecha con mala fe. Eva Parera se muestra sin rebozo en los apretados capítulos de su testimonio a la vez vital e ideológico como una verdadera hija de su tiempo, sometida a la terrible presión ambiental del nacionalismo, movida por su inequívoca catalanidad y atenta a los dolorosos avatares de la política en una sociedad a la que sin duda pertenece, pero a la que sabe mirar y juzgar con implacable racionalidad. Al describir y motivar sus decisiones en cada momento de su periplo por la agitada Cataluña de las últimas dos décadas, refleja perfectamente una evolución difícil, pero rebosante de coraje, desde el seguimiento inercial del pensamiento único dominante a la liberación de este yugo mental y sentimental para recuperar su independencia de criterio y su incontenible deseo de autonomía personal. Desde esta perspectiva, representa un ejemplo y una esperanza, un ejemplo de la capacidad del ser humano para observar objetivamente su entorno y a sí mismo, venciendo las influencias avasalladoras de una doctrina opresiva y totalitaria que practica con siniestra eficacia el chantaje emocional, la violencia soterrada o explícita y la exclusión del disidente, y una esperanza, la de que está al alcance de todo ciudadano el sacudirse el estrecho corsé de fanatismo y supremacismo que una despiadada máquina de triturar conciencias trata de imponer a sus víctimas.
Todas las fuerzas políticas de alcance nacional que han operado y todavía operan en Cataluña, salvo Vox, que es de irrupción muy reciente en el Principado, han decepcionado, por no decir traicionado, a sus votantes catalanes
Mucha gente se pregunta en Cataluña y más allá el porqué de otra formación constitucionalista en una Comunidad donde el espacio opuesto al nacionalismo separatista cuenta ya con tres partidos diferentes -el PSC no se puede incluir aquí, dada su sumisión cómplice al secesionismo-, cada uno de ellos con un peso muy exiguo tanto en el Parlamento autonómico como en el ámbito municipal. Eva Parera lo explica de manera convincente: todas las fuerzas políticas de alcance nacional que han operado y todavía operan en Cataluña, salvo Vox, que es de irrupción muy reciente en el Principado, han decepcionado, por no decir traicionado, a sus votantes catalanes, el PP en 1996, el PSC en 2006 y Ciudadanos en 2019. En cada una de estas ocasiones se vislumbró la estimulante posibilidad de poner freno a la hegemonía del nacionalismo para abrir paso a una Generalitat abierta, plural y respetuosa con el orden constitucional y en cada una de ellas el partido nacional capaz de liderar este cambio liberador supeditó su acción en Cataluña a su connivencia acomplejada con el particularismo xenófobo y divisivo o a sus ambiciones egoístas en Madrid, por cierto, en este segundo caso, sin verdadera necesidad, lo que revela, aparte de una falta preocupante de patriotismo, una muy miope visión estratégica a largo plazo.
Es a la luz de esta triste experiencia en el pasado y fruto de la determinación de que no se reproduzca, que se justifica el nacimiento de “Valents”, tal como aclara sin disimulo alguno Eva Parera en su crudo análisis de la situación en Cataluña. En efecto, nada parece indicar que los socialistas o los populares o los liberales vayan a modificar sus errores pretéritos. Nunca han hecho acto de contrición por su abandono del campo en plena batalla, con la honrosa excepción de Cayetana Álvarez de Toledo, dejando desprotegidos a sus conciudadanos que quieren ser a la vez catalanes y españoles, ni han tomado medidas o anunciado acciones que garantizasen que su vergonzosa vuelta de grupas no volvería a suceder. Los indicios apuntan más bien a lo contrario, Salvador Illa se comporta como un lacayo de los nacionalistas al servicio de un Pedro Sánchez que les ha dado toda suerte de facilidades para que intenten repetir el golpe de septiembre y octubre de 2017, Feijóo alumbra conceptos tan delicuescentes como “bilingüismo cordial” o “catalanismo constitucional”, que prueban que no entiende la verdadera naturaleza del enemigo mortal que tiene enfrente, y la cúpula de Ciudadanos se resigna a organizar un funeral digno para las siglas que llegaron un día a soñar con ostentar la mayoría en el Congreso de los Diputados.
Si no se pone en evidencia el carácter límite de la actual coyuntura, los ciudadanos de Cataluña seguirán anestesiados por la propaganda masiva
Existe además otra señal demostrativa de la posición de cada cual. Valents ha reiterado llamadas a la unidad de todos los constitucionalistas en una coalición que concurra a las elecciones con probabilidades de éxito y que haga visible la magnitud de la amenaza que representa el nacionalismo identitario, una invitación a la forja de una unión patriótica frente a un peligro existencial para el sistema institucional, político y cívico alumbrado en 1978. Si no se pone en evidencia el carácter límite de la actual coyuntura, los ciudadanos de Cataluña seguirán anestesiados por la propaganda masiva de los separatistas y sujetos al vasto programa de ingeniería social que les lava el cerebro en las escuelas, en la universidad, en los medios de comunicación públicos y privados, en las instituciones, en las entidades de la sociedad civil y hasta en el deporte. Lamentablemente, esta disposición generosa de “Valents” no ha encontrado eco. Es posible que lo encuentre en el futuro cuando ya sea demasiado tarde.
Hay que desearle suerte a Eva Parera y a Valents porque, al menos, su esforzada porfía, pese a los muchos obstáculos que deben y deberán superar en los meses y años que vendrán, nos dice a los millones de catalanes que no hemos arrojado la toalla y seguimos en la lucha por sacar a Cataluña de las garras de una perversidad política y moral que la escinde, la desprestigia y la arruina, que el combate continúa mientras perviva, debajo del montón de cenizas al que los que hoy la gobiernan han reducido nuestra amada tierra, una brasa ardiendo insobornable con el brillo de la verdad y de la libertad.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación