Opinión

Vías de agua en el buque-insignia ‘Amnistía’

Como en esas películas de guerra en que los marineros se afanan en achicar con cubos las vías de agua que van apareciendo, una tras otra, tras la explosión de un torpedo contra la línea de flotación, el Gobierno y sus socios parlamentarios dan

Como en esas películas de guerra en que los marineros se afanan en achicar con cubos las vías de agua que van apareciendo, una tras otra, tras la explosión de un torpedo contra la línea de flotación, el Gobierno y sus socios parlamentarios dan sensación de no saber ya en qué punto está su buque-insignia, la Ley de Amnistía.

No saben si la proposición de ley ha tomado un rumbo inexorable de colisión -vaya usted a saber contra qué- de tanto enmendarla corre que te corre para achicar los autos judiciales que revelan nuevos indicios, informes y evidencias contra los investigados por terrorismo, o si la derrota que supone el rechazo del Congreso por decisión expresa de Junts per Catalunya solo es la antesala de la victoria dentro de mes y medio, cuando el texto vuelva al Pleno.

A Pedro Sánchez le conviene no engañarse: no vale haberse puesto digno ahora, negándose a aceptar las exigencias de Carles Puigdemont -que el terrorismo o la traición sean amnistiables-, para acabar cediendo en unas semanas. Porque los jueces y la Policía que investigan al ex president de la Generalitat y su entorno tienen algo más que sospechas de que, durante los meses que siguieron a la sentencia sobre el referéndum ilegal del 1-O en Cataluña, alguien desde el poder intentó reproducir lo que había sido la Kale Borroka (lucha callejera) encapuchada en el País Vasco mientras ETA mataba.

La Kale Borroka, por si alguien lo ha olvidado, acabó juzgada y sentenciada por la Audiencia Nacional como el terrorismo de baja intensidad que fue en aquellos años de plomo de los 90 y primera década de este siglo en el País Vasco con duras penas de cárcel para cientos de jóvenes aprendices de terrorista. Eran los años de la pasarela desde el activismo callejero a ETA

La Kale Borroka, por si alguien lo ha olvidado, acabó juzgada y sentenciada por la Audiencia Nacional como el terrorismo de baja intensidad que fue en aquellos años de plomo de los 90 y primera década de este siglo en el País Vasco con duras penas de cárcel para cientos de jóvenes aprendices de terrorista. Eran los años de la pasarela desde el activismo callejero con pasamontañas hasta que, si no te cogían, huías a Francia para pasar a la clandestinidad e integrarte en un comando de ETA.

Cierto que en Cataluña no ha habido asesinatos que nos helaran el corazón, pero entre la clase política y periodística era lugar común ese “los indepes buscan un muerto” para proseguir la desestabilización de España ante el mundo que trajo el referéndum. Y que, al final, solo hubiera un fallecido por infarto, un ciudadano francés que pasaba por allí mientras el independentismo intentaba tomar el aeropuerto de El Prat, no significa que aquello fueran unos meros desórdenes públicos, que es lo que argumenta el abogado de Puigdemont, Carlos Boyé.

Nuestra Justicia es lenta, sí, le va en ello su marchamo de garantiste -en exceso, a veces- y ante la misma queda pendiente el saldo no abonado de aquellas responsabilidades penales que está saliendo ahora a la luz de forma tan incómoda para los impulsores de la Ley de Amnistía, que por momentos dan la impresión de encontrarse ante la cuadratura del círculo.

El Poder Judicial está empeñado en todo lo contrario que el Gobierno, en una especie de “antes de pasar página hay que leer el libro”, y da la sensación de que cuenta de su parte con una UE muy silenciosa en cuanto a pronunciamientos, pero atenta” a que no se amnistíe ninguna clase de terrorismo -Didier Reynders dixit-. La cuadratura del círculo, vamos.

El Gobierno y el independentismo catalán son, lógicamente, el más empeñado en el borrón y cuenta nueva, en que pase todo lo acontecido entre el uno de enero de 2012 y el 13 de noviembre de 2023 -ámbito de aplicación de la ley- poco menos que como un delito de opinión de unos políticos a quienes se les fue la mano, sí, pero que hemos de devolver al redil. Porque, si no vuelven Carles Puigdemont & cia a España no hay legislatura.

Y el Poder Judicial se empeña, haciendo uso de sus prerrogativas, en todo lo contrario; en una especie de antes de pasar página (amnistía) hay que leer este libro, y da la sensación de que cuenta de su parte con una UE muy silenciosa en cuanto a pronunciamientos, pero “muy atenta” a que no se amnistíe ninguna clase de terrorismo -Didier Reynders comisario de Justicia de la UE dixit-.

Intenta probar esa Justicia tan levantisca contra la amnistía, a juicio del PSOE y sus socios, que la Kale Borroka catalana tuvo origen en Waterloo (Puigdemont) y Suiza (Marta Rovira, de ERC); aunque el libreto de la obra lo interpretara aquí el presidente de la Generalitat post 1-O, Quim Torra, con su “apreteu, apreteu” a los autodenominados Comités de defensa de la República. Se trataba de que destrozaran escaparates, quemaran contenedores en una Plaza de Urquinaona barcelonesa convertida en un set bélico de The Pacífic, y cortarán carreteras; cuanto más cerca estuvieran estas en la frontera, mejor, más repercusión.

No es de extrañar que a Sánchez y sus socios, que hace tan solo tres meses pensaban que la Amnistía, una vez pagado el desgaste de opinión, sería coser y cantar, les hayan entrado las dudas sobra su aplicación a poco que los jueces se afanen en disparar contra el buque-insignia Amnistía con nuevas pruebas de lo que fueron aquellos días de odio y furia en Cataluña

Así que no es de extrañar que a Pedro Sánchez y sus socios parlamentarios, que hace tan solo tres meses pensaban que la Ley de Amnistía, una vez pagado el desgaste de opinión pública inicial, sería coser y cantar, les hayan entrado las dudas sobra la eficacia de su aplicación, a poco que los jueces se afanen en disparar contra el buque-insignia Amnistía con nuevas pruebas de lo que fueron aquellos días de odio y furia en Cataluña.

Esas dudas y vacilaciones son las que pudimos ver este martes en la encrucijada que vivimos en el Congreso donde, a duras penas, el PSOE y sus socios han conseguido la aprobación del dictamen de una norma que nació con complicaciones y a la que el agua de las evidencias periciales, las escuchas y los informes amenazan con volver a hundir cuando salga del Parlamento y su puesta en marcha sea cosa justo de esos malvados jueces que no quieren que se aplique a terroristas de baja intensidad.

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