Quizá la anticipación electoral en Castilla y León ha pillado por sorpresa a todo el mundo, incluida la dirección del PP en Génova. Lo mismo ocurrió en la Comunidad de Madrid, cuando Ayuso no escuchó a nadie y convocó elecciones. La madrileña lo hizo por la mañana, sobre las once, el mismo día del Consejo de Gobierno regional; y Mañueco a primera hora de un lunes, mientras Igea estaba en un programa de radio. Es así cómo se hacen las cosas: cuando se puede hacer más daño al adversario.
Tampoco hay que pensar que Mañueco y Ayuso forman una entente contra Génova. Los dos presidentes regionales las tuvieron finas al discrepar por las restricciones de la movilidad durante la pandemia. También tuvieron problemas cuando Mañueco apostó por la deslocalización de los entes públicos situados en Madrid. El roce llegó al máximo cuando el castellano-leonés criticó el tono nacional de la campaña electoral de Ayuso para las elecciones del 4-M. Por cierto, Génova llamó a capítulo a Mañueco por esta cuestión.
El fracaso electoral en Cataluña en febrero de 2021 fue la señal, o la excusa según se mire, para que los presidentes autonómicos del PP pidieran autonomía frente a la injerencia nacional. El PP catalán estuvo intervenido, con nombramientos absurdos como el de Lorena Roldan, porque no había más remedio: era y es un partido acobardado y enterrado en su propia sede. Tuvo que ser el PP de Madrid, con Carromero a la cabeza, el que fletó autobuses y trenes para ayudar en la campaña electoral.
La cuestión del embrollo interno del PP es que cada líder regional quiere serlo; es decir, tener el poder casi absoluto para decidir la política a seguir, los tiempos y los nombres que encabezan la dirección y las listas. Todo mandatario territorial quiere ser libre para forjar alianzas y romperlas a su conveniencia, no al dictado de la dirección nacional siguiendo una clave política general. Y es ahí donde está el choque.
Mañueco ha convocado porque veía inminente la “traición” de Ciudadanos, ya que su congreso regional estaba convocado para el 16 de enero, o bien porque la disidencia del PP de Salamanca iba en aumento. Sin ese proceso interno, el líder regional -Mañueco o quien sea- no obtiene ese poder casi absoluto que le da seguridad en su gobierno local frente a los posibles errores o intereses particulares de la dirección nacional.
No se puede hablar de lealtad al mismo tiempo que se exige independencia para tomar decisiones.
Por otro lado, Génova lucha por hacerse respetar en todas las comunidades autónomas, donde cada líder regional, sobre todo si tiene el Gobierno, quiere estar al frente de un distrito confederal. Es lógico que la directiva nacional muestre su autoridad porque quiere que el partido parezca un proyecto general para el país, no la suma de particularidades. Vamos; ser el PP, no la CEDA. ¿Qué pinta si no un jefe del partido que, además, está en la oposición? No se puede hablar de lealtad al mismo tiempo que se exige independencia para tomar decisiones.
Casado ha planteado atar su poder de abajo arriba. Ha empezado con los 50 presidentes provinciales del partido, y luego seguirá con los autonómicos. Y a este nivel, primero los pluriprovinciales y luego los uniprovinciales, como Madrid. El objetivo es el mismo que tienen los líderes regionales: dominar la organización. Es hipócrita defender lo contrario. Si se domina el aparato se controlan sus decisiones. Esto es lo que debe hacer un líder nuevo como Casado, elegido hace apenas tres años. No se equivoquen. No es una cuestión de celos ni de gazmoñería, sino de lógica de las organizaciones.
Esto que he descrito ocurre en todos los partidos, incluido Vox, que es quien más se beneficia de que se aireen los trapos sucios del PP. Ahora bien, esa convocatoria electoral adelantada al 13 de febrero, y que ganará el PP de Mañueco, será una victoria del PP nacional. A la letra pequeña solo atendemos los que estamos al pie del teclado, pero el común de los mortales sabe distinguir los ciclos electorales. El PP de Casado está en una fase ganadora que quedará certificada en Castilla y León, en solitario o con Vox, socio que sustituye a Ciudadanos. El elector corriente verá que el inquilino de Génova está más cerca de La Moncloa y se aferrará a él. Sin duda.
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