Pedro Sánchez ha definido a su viejo-nuevo Gobierno como un equipo de “alto perfil político”. Pero, ¿qué entiende el presidente por “alto perfil político”? Al tratarse de Sánchez cualquier interpretación puede ser acertada y errónea a la vez. Así que más que por las palabras habremos de guiarnos por las credenciales de los elegidos. Y lo que estas sugieren es un Ejecutivo diseñado para contentar al nacionalismo y combatir a la oposición; un gobierno bravucón, radicalmente partidista; un gobierno que desde el primer día asume, sin aparente preocupación, que no aspira a representar a más de la mitad de los españoles.
El nombramiento de Félix Bolaños como el ministro de las tres cabezas y verdadero vicepresidente ejecutivo del Gabinete, es la constatación de uno de los más inquietantes objetivos de Sánchez. Al unificar en una misma cartera Presidencia, Relaciones con las Cortes y Justicia, el presidente no sólo confirma la anulación del papel de este último departamento (ya consumada con la inoperante Pilar Llop) como molesto vigía de la legalidad dentro del primer poder del Estado. También garantiza al independentismo una interlocución única, sin interferencias, y el aplastamiento del menor atisbo de contestación interna (y probablemente externa).
Este es un gobierno que desde el primer día asume, sin aparente preocupación, que no aspira a representar a más de la mitad de los españoles
La concentración de semejante poder en unas solas manos (que no son las del polichinela Bolaños sino las de Sánchez), es sin duda una de las claves de este cambio de gobierno, por cuanto tiene de tic autoritario y por lo que se asemeja a turbadora y seria advertencia al tercer poder del Estado. Magistrados y jueces, ya lo ha advertido de forma indirecta el propio Bolaños, son el último obstáculo para que el Ejecutivo culmine su asalto al Estado. Y tras inutilizar al Legislativo y codirigir el Tribunal Constitucional, una de las prioridades de Sánchez va a ser modificar la ley para que los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) puedan ser elegidos por la mayoría que sostiene al gobierno de coalición “progresista”. Congreso y Poder Judicial serán a partir de ese momento órganos subalternos del Ejecutivo, y la Constitución, por la vía de los hechos, habrá pasado a mejor vida.
La otra clave relevante de esta chapucería es la apuesta por el enfrentamiento como método corriente de hacer política. Con el ascenso de María Jesús Montero, la designación como portavoz de Pilar Alegría (que ha superado con creces en sectarismo a su antecesora, Isabel Rodríguez), y el nombramiento como ministro de Transportes de Óscar Puente, Sánchez premia a los que se han distinguido en la defensa de las consignas frentistas del partido y en hacer escarnio de la oposición. No es este un asunto menor. La configuración del Gobierno también responde a la decisión política de destruir la alternativa, única manera de cumplir con los compromisos adquiridos con el independentismo. Sánchez sabe que con una oposición coherente, eficaz y machacona en la defensa de la Constitución y la separación de poderes, el camino que ha decidido emprender puede acabar teniendo un coste inasumible.
La configuración del Gobierno también responde a la decisión política de destruir la alternativa, única manera de cumplir con los compromisos adquiridos con el independentismo
Habrá tiempo de analizar otras singularidades del viejo-nuevo Gobierno. Pero en esta primera toma de posición no podemos dejar de apuntar algunos otros aspectos llamativos de los relevos.
1.- Sigue Calviño.- Pronto saldremos de dudas, pero todo apunta a que su candidatura a la Presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha quedado de momento en el aire. ¿Será porque alguien ha puesto en duda las cualidades de una vicepresidenta que ha dirigido la economía del país que más tarde y pero ha salido de la crisis provocada por la pandemia? ¿Tendrá algo que ver en ello el acelerado deterioro de la imagen de España en Europa?
2.- Sigue Marlaska.- Inaudito. El peor y más contestado ministro del Interior de la democracia conserva la cartera. Es una muestra más de la soberbia de Sánchez. Y un premio al ministro que debió dejarse olvidados los principios que sostienen el ejercicio de la judicatura en un cajón de la Audiencia Nacional y que, después del presidente, con más descaro ha mudado sus “consolidadas” opiniones.
3.- Sigue Robles.- Jueza también de carrera, magistrada que fue del Tribunal Supremo, la jurista Margarita Robles se atrinchera en Defensa sin que haya salido de su boca una sola palabra en favor de la separación de poderes y de apoyo a sus antiguos compañeros. Un caso manifiesto de ambición, incoherencia y falta de decoro.
4.- Sigue Escrivá.- Al ministro de la más nefasta gestión de la Seguridad Social que se recuerda se le ofrece el premio de consolación del Ministerio de Transformación Digital, desgajado de Economía. Pero no se inquieten, que todavía puede ser peor si en unas semanas lo vemos al frente de un reunificado departamento en el caso de que Calviño acabe en el BEI.
5.- Sigue Ribera.- Se ha convertido en la peor pesadilla de las empresas españolas, por lo que tenía asegurada la continuidad. Tan inteligente como sectaria, Teresa Ribera es otro de los arietes preferidos de Sánchez contra la oposición. Eficacia probada. Que se lo digan a Moreno Bonilla.
6.- Entra Hereu.- La cuota PSC. No falla. Quizá el nombramiento (¿el único?) más atinado. Preparado, sensato, fue un buen alcalde de Barcelona y ha hecho una notable gestión al frente de Hispasat, impulsando el proyecto IRIS y programando el avance de internet en la España rural. Muy buen amigo de Salvador Illa, el encargo de Hereu es trabajar para proveer otra de las condiciones impuestas por el independentismo: el retorno a Cataluña de las empresas que en su día salieron por patas. Difícil misión, si no imposible.
7.- Sigue Yolanda.- Nada nuevo bajo el sol. Prematuro hablar de los ministros que la acompañan. Pero atentos: junto a Trabajo, la izquierda radical se hace con el Ministerio de Sanidad. Protagonismo asegurado, aunque no tenga competencias en la gestión, salvo en Ceuta y Melilla. En cambio, sí puede y debe legislar. Preguntas: ¿Es Mónica García la persona adecuada para afrontar la dramática falta de médicos en España? ¿Es la gestora que necesita el país para proyectar la profunda reforma que necesita nuestra Sanidad para seguir prestando un servicio de calidad? Tampoco conviene perder de vista a la nueva ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego, cuyo sectarismo puede empequeñecer el de la defenestrada Irene Montero, a tenor de su trayectoria política.
Veremos. De momento, los españoles no pueden quejarse: tienen el honor de contar con el Gobierno más feminista del mundo mundial.
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