Popular y populista, simpático para los vecinos y viral en las redes. A sus 74 años, el socialista Abel Caballero puede presumir de muchas cosas y si no tiene con qué, igual se apaña. Si fue capaz de decretar que no lloviese cuando presentó su ya afamado alumbrado navideño el año pasado, qué más le da al alcalde de Vigo adelantar las navidades y anunciarlas en pleno verano del año de la peste. Puede con eso y más, que es el alcalde más votado de España y lleva ya trece años en el cargo.
Embozado y rodeado de operarios, Abel Caballero mostró esta semana los detalles del ornato excesivo y un tanto casposo con el que pretende volver a cubrir la ciudad. Diez millones de luces LED, 2.700 arcos de luz, 465 árboles, una noria de 60 metros, una bola enorme, una caja mágica, un árbol gigante… Todo eso para distribuir en 334 calles. Él dice que eso atrae turistas y convierte a Vigo en una capital por encima de París, Nueva York o Tokio.
Es curioso el municipalismo de Abel Caballero: prefiere obedecer a su partido que apoyar a los alcaldes
Ya puestos, que la gente se entere. Las toneladas de farolillos costarán al ayuntamiento “solamente” 800.000 euros, aseguró el regidor vigués. Para un país con más de 28.000 muertos por coronavirus y una caída del PIB del 18,5%, ¡eso es chollo! Seguro que a él las cuentas le cuadran, no en vano Abel Caballero asegura ser el primer economista español doctorado en la Universidad de Cambridge, así que algo sabrá de estos asuntos de los dineros públicos.
Abel Caballero atesora notables virtudes, pero la humildad no es una de ellas. Tampoco la solidaridad, al menos a juzgar por lo que ha hecho como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, cargo en el que ha sido reelecto. En uno de los momentos de mayor gravedad sanitaria y económica, Caballero rompe el consenso, ignora a los 8.000 alcaldes españoles a los que representa y ha sido el voto diferencial para el acuerdo que permite a Hacienda usar el remanente de los ayuntamientos.
A este paso Abel Caballero terminará ya no iluminado la ciudad, sino electrocutándola
Es curioso el municipalismo de Abel Caballero: su cometido era defender una estrategia aprobada por todos los alcaldes a favor de los ciudadanos, pero él prefirió obedecer a su partido, el PSOE, y de paso salir a los quince días tocando las castañuelas. Para el alcalde de los farolillos, antes está su partido que los ciudadanos. Así cualquiera se funde los plomos a gusto, en contra de los vigueses a los que se debe. Ya puede si quiere sepultar la ciudad con purpurina, convertirla en Abelgrado y erigirse él mismo como el faro que alumbra el futuro de Vigo. A este paso terminará ya no iluminado la ciudad, sino electrocutándola.
Borracho de su propio ego, Abel Caballero ha vendido a los ciudadanos al gobierno central de la misma forma en que el alcalde de Casterbridge, Thomas Hardy, subasta por cinco guineas a su mujer y a su hija en una feria de ganado. El mismo hombre capaz de proyectar los planes más megalómanos y que se jacta de que los vecinos los aplauden cuando entra en una cafetería, ha sido capaz de traicionar a los ciudadanos ya no de Vigo, sino de los casi diez mil ayuntamientos de España a cuyos alcaldes ha dejado tirados. ¡Qué luces, Abel, qué luces!
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