Partiendo de la base de que los tabernarios consumidores de berberechos le han pasado la manita electoral por la cara la señora Calvo, bueno será precisar algunos aspectos que afectan al injusto ataque sufrido por este marisco. El berberecho, doña Carmen, es manjar con pedigrí y libro de familia, puesto que pertenece a la de los cárdidos e incluso posee nombre en latín, Cerastoderma edule. Lo que es decir más que de la mayoría de su Gobierno. Ha sido y es base fundamental de la tapa y del aperitivo popular español, de forma que pedir unos berberechos, bien cocidos al vapor, bien liberados de una lata de marca no inclusera o incluso aliñados con su poquito de picante es algo tan común que hay que pisar poco la calle para menospreciar tamaña suculencia. Sepa, además, que se está metiendo con un ser hermafrodita, así que allá usted cuando le reprochen sus compañeres tamaña falta de solidaridad con la identidad de género marisquil. Cuidadín con la homofobia marisquera.
En lo que sí le doy la razón es que en su partido no están por estos asuntos. Es así. Ni bocadillos de calamares, ni patatas bravas, ni berberechos, ni siquiera anchoas –a pesar de Revilla– o una buena ensaladilla rusa. Todo lo que sea aperitivo popular les resulta ajeno a los socialistas. Ustedes son más de mariscada y, claro, lo del berberecho les debe parecer pobretón. Le recuerdo que la sana costumbre de tomarse un vermú con los amigos es antigua y que el mismo Cervantes designaba a algunas de las que ahora conocemos como tapas como alimentos que excitan la colambre, a saber, las ganas de beber. ¡Honesta costumbre! Tapa eran, puesto que el saber popular nos cuenta que los vasos de vino se tapaban con una rodaja de buen chorizo. Verá que la cosa viene de lejos y es tan sólida como débiles sus palabras.
Una mariscada socialista que se tenga por tal no puede contener menos que estos ingredientes: navajas, bogavantes, langosta, langostinos – de Sanlúcar, sin discusión -, centolla, nécoras, buey de mar, percebes, vieiras, santiaguiños, cigalas, ostras, almejas y, sí, berberechos
Decimos que a ustedes les van más las fuentes repletas de mariscos opíparos, a los que líbreme Dios de dejar en mal lugar. Matrimoniado con una medio gallega ya comprenderá que soy firme partidario de eso que los franceses llaman plateau de fruits de mer. Ellos lo acompañan con barbaridades tales como la infausta salsa cóctel, que Dios confunda, la salsa mignonette o, ¡ay!, ese limón traicionero que asesina el sabor de mariscos y pescados. Usted, a fuer de buena socialista, conocerá al menos de oídas las suculencias que se gastan sus compañeros de partido y sindicato, cuando de sentarse a la mesa se trata, en materia marina. Una mariscada socialista que se tenga por tal no puede contener menos que estos ingredientes: navajas, bogavantes, langosta, langostinos – de Sanlúcar, sin discusión -, centolla, nécoras, buey de mar, percebes, vieiras, santiaguiños, cigalas, ostras, almejas y, sí, berberechos. Si le añadieran una cañaíllas gaditanas y unos erizos de mar, que solo deben comerse en temporada, sería la perfección.
Ya ve como el berberecho figura en el solemne séquito de lo mejorcito del mar. Esa es su terrible falta. ¿Cree que es mejor hablar de cambiar de género a ellos y ellas añadiendo elles que del berberecho? ¿Le parece mejor gastarse quinientos millones en el Ministerio de Irene Montero pa ná que emplear el dinero de cada uno en una ración de berberechos? ¿Es usted conocedora de que existe en España una gloriosa y ejemplar empresa conservera de origen gallego que lleva su mismo apellido? ¿Qué le han hecho los berberechos? ¿Alguno le dio calabazas, le pidió prestado y no se lo devolvió, se le coló en la cola del cine?
Más aún, ¿por qué están ustedes siempre con cara avinagrada? ¿Tanta rabia les da que una persona con responsabilidades públicas sea normal y hable de cosas normales? ¿Tanta envidia les produce que Ayuso vaya a tomarse un aperitivo sin necesidad de decenas de escoltas y sin nadie que la increpe? En serio, ¿por qué tienen siempre ese rostro de mala bajandí?
Creo que se solucionaría si usted se diese un garbeo por los bares de Madrid o de la ciudad que sea, ahora que están libres de la tenaza impuesta por su estado de alarma y precisan clientela. Tómese una tapa de lo que quiera, vicepresidenta, como si la quiere de jamón de Jabugo, y diga que la pago yo. A ver si así sonríe y se le dulcifica el carácter. Me daría una alegría, en serio.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación