Opinión

Violencia e ideología de género

Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como “negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas”

La izquierda ha conseguido imponer la ideología de género en el debate público español. Así se desprende de un reciente estudio del investigador David Rozado, que demuestra que las principales televisiones y periódicos de España utilizan el lenguaje propio de la ideología de género de una forma mucho más frecuente que los medios de otros países. Palabras como “sexista”, “machista” o “misoginia” son utilizadas hasta tres veces más que en países como Francia o el Reino Unido. Medios españoles catalogados como conservadores utilizan más ese lenguaje que el izquierdista New York Times.

La saturación del debate público con referencias a la ideología de género no guarda ninguna proporción con la realidad social. España es uno de los países europeos con menor número de feminicidios y agresiones sexuales. Las raras ocasiones en los que los defensores de la ideología de género son confrontados con esos datos, suelen recurrir a la demagogia y al victimismo. Quienes se niegan a asumir el marco mental de la izquierda son inmediatamente etiquetados como “negacionistas” e “insensibles al dolor de las víctimas”. Las razones palidecen frente a las fuertes emociones que provocan determinados crímenes, utilizados hábilmente por políticos y comunicadores para reforzar su relato.

Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal

No todos los crímenes, claro está, reciben igual atención. Una vez impuesto el marco mental de la izquierda, los infanticidios cometidos por mujeres, la violencia entre parejas de gais y lesbianas, o las violaciones grupales cometidas por pandillas de inmigrantes pasan desapercibidas. Gracias a poderosos sesgos e incentivos, toda evidencia que cuestiona los prejuicios, consignas y tópicos dominantes es rechazada e ignorada. Sólo se admite un posible culpable: el hombre blanco heterosexual. Y una posible causa: el machismo de la sociedad patriarcal.

El triunfo de la ideología de género ha provocado cambios legislativos que vulneran el principio de igualdad y provocan daños irreparables a muchos inocentes. También ha generado un enorme negocio para quienes se dedican a la asesoría legal, la formación y la elaboración de estudios e informes sobre la materia. Han proliferado los departamentos, consejerías, direcciones, y agencias pobladas de políticos y supuestos expertos, todos ellos bien remunerados. Pero no ha supuesto ningún beneficio para las mujeres, que no están más seguras ni mejor protegidas.

Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado

Tomemos el caso de Cataluña y de su capital, en donde la hegemonía ideológica de la izquierda es total, y en donde gobiernan desde hace años fuerzas políticas que han hecho bandera del “feminismo”, de la “lucha contra la violencia machista”. Las medidas y recursos de todo tipo destinados a la violencia contra las mujeres no han parado de crecer. Y sin embargo, los gobernantes no pueden esgrimir ni una sola estadística que avale la eficacia de sus políticas. Tomen el dato que quieran: número de violaciones, asesinatos, denuncias… Pasado el periodo excepcional de la pandemia, los datos de violencia contra las mujeres siguen una preocupante senda ascendente. Habrá que preguntarse si calificar como “machistas” determinados fenómenos ayuda en algo a su solución, o si más bien está impidiendo hacer un diagnóstico adecuado.

Ada Colau es un ejemplo paradigmático de “político-chamán” que ha destinado ingentes recursos públicos a políticas ineficaces. Afortunadamente, en Barcelona y en toda España comienzan a abrirse paso voces como la de Eva Parera, rival de Colau y candidata del partido Valents, que cuestionan abiertamente el marco impuesto por la izquierda y dócilmente asumido por fuerzas como el PP. El éxito de sus videos en medios no convencionales como TikTok o Youtube, criticando medidas absurdas como los “puntos lila”, es una esperanza de que tal vez las cosas están comenzando a cambiar.

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