Siete niños asesinados por sus padres, cinco de ellos en Cataluña en poco más de tres meses. Matar al más inocente, al niño, y a quien les dio vida, a la madre, arruinar un proyecto familiar y enterrar la familia que queda viva en vida. Eso es lo que ha pasado en El Prat de Llobregat, provincia de Barcelona, con el asesinado de los gemelos de 8 años, la misma edad de los míos también gemelos, y por suerte la madre también ha corrido la misma suerte. Digo por suerte, porque lo peor que se le puede hacer a una madre es matar a sus hijos. Son dolores insuperables, no hay tratamiento en salud mental que los afronte, solo el ir dopado los adormece, sin más. Nadie conoce el horror de enfrentarse a la vida así más que el que lo vive, por eso para los demás es más fácil mirar hacia otro lado dejando a un lado el horror, tomar distancia, la distancia que permite que sigan muriendo los más inocentes.
Mientras el municipio de El Prat de Llobregat lloraba las muertes de los gemelos de 8 años y de su madre, desde el Congreso de los Diputados ni un minuto de silencio por ellos. El foco no está en la violencia machista, ni en la violencia vicaria y alarma saber que existe el efecto llamada en esta violencia contra los más inocentes, los niños, como ha alertado el experto, el médico y ex delegado para la violencia de género, Miguel Lorente. Que las medidas policiales no son suficientes lo sabemos desde hace décadas, los periodistas, la administración, no hace falta analizar nada, no se puede poner un policía en la puerta de cada domicilio en el que existe violencia contra la mujer. Las llevamos a casas de acogida para tenerlas controladas y que no las maten cuando a quién deberíamos aislar es al monstruo que las persigue. Nos perdemos en hacer diagnósticos, en buscar los porqués, en llamar a grupos de expertos, nos perdemos en ese camino que debe ser el de no mirar hacia otro lado. No mirar hacia otro lado, con eso quizás algo evitamos. Ese no mirar hacia otro lado es el aspecto más complicado de enmendar porque, además de ser cultural, –el no meterte donde no te llaman- depende también de lo desbordado y saturado que se vaya. Si el vecino no mira hacia otro lado y alerta a la policía u ofrece su ayuda, si el profesor se detiene unos días para saber qué está pasando en la vida de ese pequeño ante un comportamiento poco habitual para su edad, si el pediatra en lugar de mirar al ordenador mira al niño, esa mirada que tanto cuesta en los tiempos que corren. Dejamos la mascarilla atrás, la pandemia atrás, el no contacto atrás y nos dijeron que saldríamos más fuertes y mejores pero hemos salido peores con diferencia, más crispados, con más necesidad de atención en salud mental y las redes públicas no dan abasto. No es opinión, así se alerta desde la administración.
Con 20.000 niños en Cataluña, sí veinte mil, que toman ansiolíticos o antidepresivos según ha alertado la prensa por alguna situación que les genera malestar en su día a día
El no recibir la mirada, la atención necesaria nos pasa a todos, aquello de ir al médico y que el profesional tenga tanto trámite burocrático que hacer en la visita que no se detenga a observar lo más importante: la mirada de dolor o de llamada de auxilio del que tiene enfrente. Días atrás, uno de mis gemelos de 8 años a quién reprendí porque no respondía a la pediatra cuando le preguntaba, me dijo: “Mami es que no me estaba mirando”. Y el pequeño como no le estaban mirando no respondió. Tal cual y así vamos, caminando estresados por la vida, mirando hacia otro lado, con servicios escolares saturados, con pediatras también, con una atención a la salud mental desbordada, con 20.000 niños en Cataluña, sí, veinte mil, que toman ansiolíticos o antidepresivos según ha alertado La Vanguardia por alguna situación que les genera malestar en su día a día.
El grupo de 15 expertas que ha puesto en marcha, con buena voluntad, el gobierno catalán para dar respuesta a lo que sucede se queda corto sin haber empezado. Me disculparán, pero no va a servir de nada. Mero maquillaje. Serán las mejores, sin duda, pero que tengan un diagnóstico de lo sucedido para setiembre va a servir de poco, de hecho en setiembre los datos de violencia vicaria habrán aumentado sin que se ponga el foco, el personal, el dinero y la atención en lo que falla: uno por cultura otro por falta de recursos de la administración. Cultura es que cuando oyes problemas en casa del vecino miras hacia otro lado, ni le preguntas en el ascensor si algún día necesita ayuda, porque de puertas adentro de la otra casa no es tu responsabilidad. Cuando cada vez se está más solo en la comunidad de vecinos, cuando el auxilio en un determinado momento no llega. Cuando vas al médico sin fuerzas y no eres atendido porque el de la bata blanca tiene tanto encima de la mesa que no ve ni verá lo importante.
No hay que buscar ni porqués, ni diagnósticos, hay que ir a la raíz a lo que nos dicen expertos como el médico Miguel Lorente, “es necesario detectar la violencia en los niños y las niñas en consultas de pediatría, en los colegios, no podemos dejarlas pasar”. Si la política no pone el foco ahí, sólo lo pone en las elecciones de este domingo en el País Vasco, en las del 12-M en Cataluña, en las europeas de junio, en las posibles adelantadas generales -porque si seguimos así se adelantarán- si la política sólo presta atención a la gestión de sus intereses electorales, seguiremos teniendo lo que tenemos. Tengamos en cuenta que ese efecto llamada del que alerta el médico Lorente en lo que respecta a la violencia machista, a la violencia vicaria, es real. Si resolverlo fuera fácil ya no estaría pasando, no habría niños en peligro. Ahora lo están, pongamos los recursos, la atención dónde corresponde: en los colegios, en pediatría, en servicios sociales. El número de mujeres asesinadas en 2023 aumentó en un 20% y los hijos asesinados más de un 150%. Y en estos momentos, quizás haya un padre pensando en cómo matar a sus hijos. Esta sociedad ni se lo merece ni nos lo podemos permitir.
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