Se alzan los cuchillos y se prevé sangre. El separatismo ya no se mueve con florentino gesto y estilete oculto. Han sacado las navajas y andan cosiéndose a puñaladas por un quítame allá ese Puigdemont. El congreso que el PDECAT celebrará este fin de semana puede acabar como las Vísperas Sicilianas.
“Decidle a Pascal que si persiste en ser la líder me daré de baja en el partido”
Así de clarito se lo soltó Carles Puigdemont a unos alcaldes de la Associació de Municipis per la Independència, AMI, el otro día en Alemania. El ex President no tolera ninguna discrepancia y menos en estos tiempos en que las aguas bajan revueltas. Los neo convergentes se mueven entre el temor a un sorpasso electoral de Esquerra y la actitud maximalista de un Puigdemont totalmente desmadrado, que solo atiende a su propia supervivencia política y personal.
Un dirigente convergente, veterano y buen aficionado a la ópera, me definía el próximo congreso del PDECAT como émulo de I Vespri Siciliani. obra de Verdi que, como muchos saben, basa su argumento en los sucesos históricos ocurridos en la Sicilia del 1282. Recuerden: levantamiento del siempre honesto pueblo de Palermo contra el opresor francés, masacre de la guarnición, insurrección en toda Sicilia y expulsión de los galos. El asunto tuvo como consecuencia el final del reinado de Carlos de Anjou, siendo sustituido por la Corona de Aragón.
Según el afamado cronista de la época Ramón Muntaner la chispa que encendió aquella revuelta nace del agravio que los gabachos cometieron con unas honestas muchachas sicilianas. Ah. El agravio a la mujer, con perdón del podemismo rampante, siempre constituyó un buen motivo para alzarse en armas contra el felón que lo perpetraba. No sabemos si los feos que Puigdemont le ha hecho a Marta Pascal pueden ser considerados como ultraje, al menos no como el que tenían en mente los Infantes de Carrión, pero que el fugado le ha dado varios soplamocos es tan cierto como verídico. Desde rechazar la presidencia del PDECAT hasta pretender manejar él solito los fondos del grupo parlamentario de Junts per Catalunya. Es un villano, efectivamente.
El nacionalismo pujolista solo aspira a una cosa, detentar el poder y aplastar a cualquier rival
El dilema no es pequeño ni de poca importancia. Lo que se ventila en este congreso de los neo convergentes es el rumbo que debe adoptar el nacionalismo de cara a los próximos años, habida cuenta el rotundo fracaso que ha comportado su estrategia maximalista. La vieja guardia y no pocos de los nuevos cachorritos se muestran partidarios de volver a cauces más razonables. Desean volver a la normalidad autonómica, que les permitía obrar a su capricho. Entiéndanme, no es que quieran convertirse a un constitucionalismo que jamás les ha interesado, ni siquiera cuando Miquel Roca fue ponente en la elaboración de nuestra Carta Magna. El nacionalismo pujolista solo aspira a una cosa, detentar el poder y aplastar a cualquier rival. De ahí que entre los convergentes se tenga la sensación de que Esquerra podría ocupar el espacio de voto que antes solo tenían ellos. Cuestión de monopolios.
Por otra parte, la presentación de la Crida Nacional per la República de Puigdemont ha hecho que el frágil equilibrio entre éste y los suyos se haya pulverizado. Y ya no digamos con los de Esquerra. En el PDECAT todos piensan – y desean – que Puigdemont se marche del partido y se dedique al suyo propio. El fugado ofrece algo parecido a la idea que Jordi Pujol tenía de la antigua CDC: un movimiento, más que un partido al uso, de ideología derechista disfrazada de tornasol multicolor, en el que todo gire alrededor del líder. Tano hablar de democracia y éstos chicos siempre acaban con los tics más autoritarios, vaya por Dios.
Andan los de Puigdemont con una sonrisa de oreja a oreja por la negativa de la justicia alemana a extraditar a su jefe de filas por delitos de rebelión y sedición. Sacan pecho y van perdonando la vida a los que no están con ellos. Son tonticos, porque la decisión de Llarena de retirar las euroórdenes puede condenar al fugado a pasarse veinte años vagando por esas tierras de Dios, sin luz ni pan ni candela. Y ya se sabe que los parientes pobres acaban por molestar a todo el mundo.
Pero la razón y la lógica no hacen mella a los fanáticos. Verbigracia, un diputado puigdemontiano le dijo el otro día a un compi yogui del PDECAT – acostúmbrense a distinguir entre ambas cosas – que todavía estaba a tiempo de pasarse a las filas del ex President, porque después sería tarde y, citamos textualmente, “No tendremos compasión con los que no han sabido estar al lado de las instituciones, el President y el país”. Il Duce hai sempre raggione.
Vamos a elecciones
Nadie lo dice, porque la verdad es algo prohibido en el mundo separatista, pero tanto Puigdemont y los suyos como Quim Torra son partidarios de adelantar las elecciones autonómicas. Aunque no por los mismos motivos, claro. El primero, tiene prisa en intentar, acaso por última vez, consolidar su posición en la política catalana. El segundo desea hacer lo propio, pero con él como líder del independentismo, como pal de paller, el aglutinador del mundo separata. Torra es más listo de lo que Puigdemont cree, y mucho más de lo que opinan desde Madrid. Lo he dicho muchas veces, Torra tiene su propia agenda que pasa por ir contentando a todos, pero trabajando solo en favor de su persona y su idea de Cataluña que, siendo tanto o más radical que la del cesado, ahora pasa por dar un paso atrás y contemporizar con el gobierno de Sánchez. Separatismo posibilista. Según personas próximas al actual President, éste ve como, una vez desaparecidos Mariano Rajoy y el PP de la ecuación, las incesantes ofertas públicas y privadas de pacto que han hecho los socialistas le llevarían a un callejón sin salida en caso de mostrarse intransigente.
Tanto Puigdemont y los suyos como Quim Torra son partidarios de adelantar las elecciones autonómicas
Torra sabe que la cantinela de los presos políticos no es eterna, que todo irá volviendo a su cauce y estos irán saliendo de las cárceles más pronto que tarde. Sabe, asimismo, que volver a proclamar una república condenada a la nada es perder el tiempo y desgastar mucho más a la masa electoral independentista, total y absolutamente desnortada en estos últimos días.
¿Qué ha decidido? Mantener en público una posición defensora de la independencia, pactando a la vez con el Estado. Ha hecho suya, ironías de la vida, la famosa frase que pronunciara el Conde Duque de Olivares a propósito de Cataluña, la de que surja el efecto sin que se note el cuidado. Cuenta con el apoyo del PDECAT y con el de Esquerra, además de no pocos sectores empresariales que están más que hartos de experimentos. “Prepotente, soberbio” son adjetivos que van de boca en boca de los que participarán en el congreso del PDECAT respecto a Puigdemont.
Si este fin de semana se consumará o no la ruptura lo veremos. Tanto pretender romper España y, cosas que pasan, los que parece que van a romperse son ellos. Némesis, lo llaman.
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