Madrid a mediados de agosto: horno habitado por malos estudiantes, embarazadas que salen de cuentas y sus familiares, gente que adelanta la vuelta de vacaciones para divorciarse, políticos perdiendo los papeles por pactar, y mucho guiri.
La vida diurna es aletargada e indoor y la nocturna es outdoor y alevosa; en las terrazas se solapan conversaciones sobre cosas tan dispares como lo caro que sale ahora desayunar (“date al ayuno intermitente, es un win win”), exhibiciones mamarias, ultraderechismos argentinos, y desconcertantes noticias científicas:
-Pues Cari; he leído que Harvard dice que lo de pimplar no es tan malo…que da felicidad y tal…y que prolonga la vida; pídeme un Aperol, anda…
Cari 1 acaba de subir la mano para llamar la atención de un camarero, esa especie en extinción cada verano, ejemplo de adaptación darwiniana por su capacidad de esquivar miradas de clientes.
-Normal, Cari…nos quieren beodos para manipularnos –responde Cari 2, que es negacionista de todo, y que sigue luciendo axila.
-Pues no te creas, porque los beodos pasan por una ventana de lucidez…
-Para ventana de lucidez, la que le voy a dar yo a este tío como no venga.
Este mamporrismo pro-bebercio de Harvard, fue rápidamente desmentido por los medios, conscientes de la bomba de relojería que supone esta información para una etnia con clara tendencia al desfogue etílico, en momentos de sinvivir político extremo; el beneficio proclamado por el estudio (copearse desestresa, lo que reduce el riesgo cardiovascular) es nimio comparado con los marrones que conllevaría consumir destilados y demás variantes.
El último estudio sobre el alcohol aparecido esta semana en prensa, es el de un esperanzador tratamiento, experimentado en macacos y basado en la terapia génica, para tratar la adicción al mismo.
Del sufrido macaco, al no menos sufrido Mus musculus, o ratón de laboratorio:
Contaba El País el día 12, que científicos de la Universidad de Stanford “detectan la red neural que controla el impulso sexual en roedores y logran encenderlo y apagarlo a voluntad”. Aseguran haber encontrado el camino que recorre el estímulo sexual del macho (avistamiento de hembra) hasta que se despierta el instinto empotrador. Y también que dicho deseo, pueden “enchufarlo o desenchufarlo a voluntad”.
A continuación, transcribimos una conversación entre dos ratones macho con los que se ha experimentado el supuesto fármaco neuronal:
-Pues nada; que vino el de la bata, me puso la inyección esa, y me quedé como muerto; venga a pasear la Minnie por delante en plan putón, y yo como si estuviera viendo un cepo sin queso…
-Ufff... No te quejes, que peor es que te chuten el antídoto; tres días berraco; sin poder comer ni dormir; y sin parar de aparear orcos… he perdido peso y todo… esto no está pagado, en serio…
-Por cierto… ¿te enteraste de lo del humano español, no?
Aparece el Brexit
Aquí, “lo del humano español”:
Semana pasada.
Falcon aterrizando en el aeropuerto de San Francisco.
Pimpollo presidencial, con pinta que pide a gritos levantamiento fascista (gorra gris, patillas afeitadas, lentes degradé, y camisa innoble con palmeritas), desciende por la escalerilla del avión y se introduce en coche negro y brillante.
Coche tira para la Universidad de Stanford.
Jisperson sale del coche disfrazado ahora de visitador de laboratorios (batita blanca, gorrito desechable y mascarilla), y entra en el ídem de la universidad. Allí, le espera el encargado del experimento anterior, un tal Mr. Shah.
El presidente en funciones se presenta como “el que necesita ganarse al independentismo para gobernar España”, y el científico, que no entiende nada, pero tiene estudios y educación, le dice que “How can I help you?”, a lo que el otro responde que, vista la eficacia del modulador de libido ratonil, él quiere algo parecido pero para personas, y para anular las ansias de independencia, que son más inmanejables que las ansias de copular. Y que lo necesita para el día 17.
Mr. Shah expresa sus dudas por la premura del encargo, la escasa probabilidad de que algún humano sedicioso se preste voluntariamente a perrerías neuronales, y la propia idiosincrasia del impulso independentista, equiparable en salvajismo al de supervivencia. Como persona prudente que es, decide hacer primero un test de viabilidad en ratones.
Al día siguiente le llegan por Amazon unos roedores oriundos de Vic, y les chuta una versión adaptada del suero inhibidor.
Esta es la conversación entre dos de ellos, que van desasnándose a medida que el fármaco comienza a hacer efecto:
-Escolta, Enric; que lo de permanecer en España no está tan mal…
-Igual tienes razón, Lluís… se vive bien dando la brasa con lo nuestro…
Al rato la cosa se desmadra, y ves a Enric y Lluís agarrados a los barrotes de la jaula, moviendo cabeza y bigotes de lado a lado poseídos de constitucionalismo, y gritando desgañitados frases como “¡Ni Brexit catalán, ni la concha de tu madre!” y “¡Viva España, carajo!”.
El americano informa del éxito del test a Jisperson, tras lo cual éste, pasando millas del código ético, le pide que le envíe el suero, para inyectarlo en unos cruasanes que piensa mandar el 17A a primera hora a los independentistas, en señal de concordia gastronómica.
Mr. Shah, dado que el suero no está probado en humanos, no quiere movidas y manda un placebo, de resultas de lo cual el día D los separatistas se vienen arriba, y Jisperson, loco por gobernar, traga poliglotismos, inmolaciones pegasusianas, y cutreamnistías.
Back to reality, muchas buenas noticias, de las que tan necesitados andamos, salen de los laboratorios; la ciencia es esperanza y es progreso; sólo comentar que la banda jispersoniana no ha estado a la altura de sus propias promesas, ni en inversión en I+D (en 2021 nuestro país invirtió el 1,43% del PIB según el INE, muy lejos de la media europea, que es del 2,3%), ni en mejorar las condiciones laborales de nuestros investigadores, que siguen deviniendo en cerebros fugados.
Para terminar, dos deseos:
El primero, dejar de ser ratones de laboratorio del goaverno en funciones, que nos tiene inmersos en un experimento macabro llamado “gobernar España durmiendo con su enemigo”, y que no para de testar, desde la mentira y la ignominia, el nivel de tragaderas de los españoles, para poder seguir gobernando gracias a pactos repulsivos nivel tripofobia.
El segundo, que no nos pase con las angustias políticas como a Frida Kahlo con las vitales:
“Quise ahogar las penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar”.
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