El diccionario dice con mucha claridad que una triza es un pedazo menudo de algo que se ha destruido completamente. El resultado de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 pone al PP en el sitio que tanto los propios como los ajenos le han buscado en las últimas dos décadas. Desde 2002, a base de campañas externas y de errores propios con escándalos mayúsculos de corrupción, hasta la actualidad, la marca del PP ha estado sometida a un desgaste insólito y muy superior al del PSOE. El descenso sin freno del PP solo se vio alterado por un repunte en 2016 marcado por el miedo a Podemos y el inquietante resultado del referéndum en el Reino Unido tres días antes de las elecciones generales. Los datos no admiten enmienda ni tampoco el señalamiento de un único culpable. En 2011, el PP obtuvo 10.871.176 votos con un porcentaje del 44,65 por ciento. Menos de ocho años después, los sufragios recibidos son 4.356.023 y un porcentaje de 16,70. Lo peor no es la comparación sino la resta. El PP ha sido abandonado por 6.515.153 electores, la mitad en 2015 y la otra hace una semana. Por lo tanto no es que Casado, todavía presidente del PP, sea único el culpable de lo ocurrido, sino que su gestión ha venido a completar un desastre que no tiene matices ni cuidados paliativos que le alivien. Con los números en la mano, el PP está hecho trizas.
El viernes 26 de abril, le correspondía al presidente del PP su turno de entrevista en Televisión Española. El último día siempre acude el candidato del partido más votado en las anteriores elecciones. Para sorpresa de cualquier observador, Casado envió a su número 2, García Egea, a sustituirle. ¿Dónde estaba Casado? Pues como muchos pensaron esa mañana, cometiendo el último y definitivo error. Acudió a una emisora de radio que se ha convertido en el gran apoyo de Vox desde hace meses. Por supuesto que, visto el resultado, de nada le sirvió. Esa presencia, muy desesperada, ante el micrófono más proclive a VOX, para ofrecerle ministerios, confirmó al votante de Abascal en sus cabreadas convicciones anti-PP y desplazó a Ciudadanos los votos suficientes como para ser rebasado por Rivera en Madrid ya en la recta final. Rajoy vio crecer a Ciudadanos sin hacer nada para evitarlo. Casado ha coqueteado con VOX pretendiendo dar cobijo a unos votantes que el 28 de abril no iban a volver de ninguna de las maneras. Si el PP jugaba a ser Vox, tenía muchas posibilidades de llevar las de perder ante su escisión extremista y malhumorada. Para colmo, dicho movimiento ha tenido a Ciudadanos como pasivo beneficiario. El partido de Rivera venía de desperdiciar el voto obtenido en Cataluña. Ciudadanos ya había sustituido al PP con Rajoy. Y la oportunidad de Casado era recuperar a quienes se vieron frustrados, en toda España, porque Rivera no permitió que Arrimadas intentará la investidura para, por lo menos, devolver la confianza recibida y dejar claro que más de un millón de catalanes no estaban dispuestos a dejarse aplastar por el independentismo.
Desde 2002, entre campañas externas y escándalos mayúsculos de corrupción, la marca PP ha estado sometida a un desgaste insólito, muy superior al del PSOE
La reunión de la Comisión Ejecutiva del PP del martes 30 de abril ha puesto en marcha la refundación del PP. El propio Casado ha empezado ese proceso al asumir la responsabilidad del hundimiento. Si los dirigentes regionales recuperan terreno en las municipales y autonómicas, conservando como mínimo el poder actual, mejorando el resultado de Casado el 28A, el actual presidente del PP tendrá que enfrentarse al problema que, con bastante lógica por otra parte, ha aplazado hasta el 27 de mayo. Si la derrota del PP continúa tendrá que marcharse ese día. En otro caso estará controlado por sus “barones”. Durante la campaña dijo estar dispuesto a “achicharrarse” como presidente del Gobierno en 100 días. No le ha dado tiempo ni siquiera a templarse como presidente del PP. Sánchez le tendió la emboscada perfecta organizando este doble proceso electoral en menos de un mes. La foto de Colón sacando pecho con Abascal y Rivera le ha pasado factura sobre todo al Presidente del PP. Aquel día, el presidente del Gobierno vio la puerta de la Moncloa un poco más grande.
El PP ya sabe que sus más de cuatro millones de votantes son lo que queda del centro derecha de 2011. Ni se han ido a la extrema derecha, detrás del tipo del megáfono, ni han buscado refugio en Ciudadanos por temor a que su voto acabara sosteniendo a Sánchez. La campaña va a ser un sálvese quien pueda y un regreso al PP más técnico y marianista. Más de uno tapará la sigla a la espera de un resultado suficiente como para no cerrar la puerta de la sede por reforma; o algo peor.
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