Opinión

Votar en tiempos de pandemia

El debate está servido: ¿Cómo han de enfrentarse las democracias a las citas electorales en tiempos del Covid-19?

No hay otro tema, el coronavirus es ahora el alfa y omega de nuestras vidas y nos está afectando de una manera muy profunda, no solo como individuos, sino también a nuestro modo de vida, a nuestras instituciones y al sistema democrático que las ampara. El virus ha paralizado nuestros proyectos vitales, las economías micro y macro y el normal funcionamiento de las democracias más consolidadas del mundo. Tanto es así, que Biden, candidato demócrata teme que Trump posponga las elecciones presidenciales previstas para el próximo noviembre.

Nada es inmune al coronavirus y lo cierto es que, aunque tenemos el mundo patas arriba, nadie puede concretar, con certeza y honestidad, cuándo nos devolverán las vidas que nos han secuestrado. De momento todo son cálculos más o menos aproximativos, también para recuperar el normal funcionamiento de nuestras instituciones. En nuestro país se van recuperando las sesiones de control en todos los parlamentos autonómicos y también en el nacional, algo que demuestra que, aunque los momentos sean azarosos, las instituciones son como los juncos, fuertes y flexibles. Otra cuestión es la electoral, porque la alta concentración de personas es el mejor aliado de la pandemia, y eso ha determinado que todavía no se hayan celebrado las elecciones gallegas, vascas, las locales británicas, las plebiscitarias de Chile, las municipales francesas y hasta las primarias presidenciales en 15 estados en los Estados Unidos. ¿Podrían también retrasarse las elecciones fijadas para el 3 de noviembre del 2020?

El mal resultado de Macron

Los demócratas temen que Trump posponga las presidenciales, puesto que pocos predictores electorales en EE. UU como la economía para pronosticar si un presidente repite o no. Es decir, si la marcha de la economía es buena, el incumbent suele ser elegido. De lo contrario, las crisis económicas son campo abonado para los aspirantes, y como marcan los indicadores económicos, el cisne negro del coronavirus ha cambiado todos los pronósticos que hacían de Trump un candidato sólido para su segundo mandato. Según una ley de 1845, las presidenciales de EE. UU. siempre son el martes siguiente al primer lunes de noviembre cada cuatro años, no hay posibilidad de retraso, veremos si un acuerdo de las cámaras modifica la ley del siglo XIX.

No todas han sido pospuestas, en Corea del Sur se celebraron las presidenciales el pasado 15 de abril con récord en la participación (66,2%), la más alta desde 1992 y una victoria rotunda para el partido en el gobierno. Algo más de 29 millones de votantes fueron a las urnas entre medidas excepcionales, entre las cuales destacó la toma de temperatura in situ. Sin embargo, no podemos extrapolar ningún comportamiento electoral tipo en tiempos de Covid-19 de esta elección; justo un mes antes, el 15 de marzo, se celebraró la primera vuelta de las locales en Francia con un récord de abstención (56%) y un duro golpe para el partido de Macron; es decir, justo lo contrario.

Derechos fundamentales

El debate esta servido. ¿Cómo se deben enfrentar las democracias a sus citas electorales?. ¿Es legítimo retrasar las elecciones hasta que sea seguro convocar presencialmente a los ciudadanos, sea cuando sea esa fecha?. ¿Valdría la pena explorar mecanismos telemáticos de votación?. ¿Estos retrasos excepcionales pueden ser utilizados por los gobernantes para hacer sus cálculos electorales?. Cuando se convoquen de nuevo las elecciones ¿se deberían tomar medidas extraordinarias para fomentar la participación como la ampliación de los plazos de votación por correo o presencial? Son muchas las cuestiones que suscita una situación tan novedosa como amenazante. Al albur del coronavirus, en Hungría y Polonia han suspendido derechos fundamentales sin límites de tiempo, algo que les ha valido el toque de atención de la UE. Y es que una situación excepcional suele ser la excusa perfecta para extralimitar poderes y mermar derechos. La democracia se sustenta en las urnas, en las leyes, en el equilibrio del sistema de poderes y en un sistema de pesos y contrapesos. Protejamos también a nuestras democracias de este virus.

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