Las encuestas indican que a Sánchez todavía lo piensa votar bastante gente. Inquietante, Carmen, que diría Iker.
Dejemos sentado el principio de que las encuestas son sólo eso, encuestas, y que pueden indicar tendencias, pero no son artículo de fe. Unas se acercan más a lo que acaba pasando – las de Michavila suelen clavarlo – y otras, como las del Fénix de los Ingenios demoscópicos, léase Tezanos, entran de lleno en la literatura fantástica tipo Lovecraft. He detectado similitudes entre los Mitos de Cthulhu y el discurso del gobierno social comunista y creo que el mismo Tezanos es el ser que susurra en el umbral. En el de Moncloa. Dicho esto, harían bien los políticos en considerar que hay buena parte del personal que considera seriamente no vota porque está hasta las castañas pilongas de que le tomen el pelo. Con todo lo que ha tenido que sufrir el españolito los últimos años es comprensible. Anda el personal más preocupado en ver como paga las facturas y defenderse del ataque por cielo, mar y aire que el gobierno ha emprendido contra sus bolsillos que en apreciar la esgrima parlamentaria. Que sí, que el machaqueo mediático de los mantras woke es constante y te lo encuentras a la que menos te lo esperas, como le pasó a Caperucita con el Lobo. Pero consideren mi tesis.
En el campo contrario sucede algo parecido. Hay gente que no piensa votar al PP por considerarlo blando ni a VOX porque lo ven extremo
El votante de izquierdas, el que vota para que no gobierne esa derechona que le han dicho que saca a Franco en procesión cada mañana, la del puro, la que quiere a la mujer en la cocina y pariendo hijos, está cabreada con los suyos porque ve que no le da la vida para pagar impuestos. Me decía este fin de semana un socialista de los de toda la vida que, en lugar de mantener el pequeño taller de reparación de automóviles, le saldría más a cuenta cambiarse de sexo, decir que acaba de llegar en una patera o fundar una asociación para luchar contra del cambio climático y pedir la correspondiente subvención. “Estoy por abstenerme” me confesaba. “Aunque igual en el último momento voto con la pinza en las narices porque si gana Feijoó y pacta con VOX. ¡Sería la ruina de España!”. Ese hombre, que no distingue en política municipales de generales y, ya que estamos, a De Gaulle de Astérix – igual son la misma persona, no digo yo que no – puede acudir a votar espoleado por el “Si tú no vas, vienen ellos” que ya empleó el socialismo. Es decir, que muchos de los que votarán Sánchez lo harán porque no quieren que gane la derechona.
En el campo contrario sucede algo parecido. Hay gente que no piensa votar al PP por considerarlo blando ni a VOX porque lo ven extremo. Gente que no consentiría que PP y VOX pactasen y gente que cree que, como no lo harán, no vota. Gente que dice que ha votado siempre al PP, pero que se desengañó con el bolso de Soraya, o gente que había votado a VOX, pero que después de lo de Macarena no piensa volverlo a hacer. E incluso gente que te dice que si el PP lo liderase Ayuso, todavía; gente que asegura que mientras esté Ayuso no vuelve a votar a los populares; gente que critica a Abascal su decidido apoyo a Israel, gente que no le gusta como se han elegido a los candidatos, en fin, gente a la que es difícil contentar y a la que también podría unir un mismo factor que a sus homónimos de izquierdas: votar derecha con tal de que Sánchez y su banda no continúen. Voto y contra voto. Uno se pregunta cuándo llegará el día en que los españoles votemos a favor lo que nos gusta y no votar para que se fastidie el teniente, que ahora no como rancho.
Si Feijoó y Abascal se emplearán a fondo en hacer eso tan poco usual en política que se llama pedagogía…
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