No es ningún secreto que el partido nacionalista Vox se opone al matrimonio homosexual. Porque no considera que la unión de dos hombres o dos mujeres merezca la consideración de matrimonio. Porque en su noción de familia tan sólo cabe la que consagra la iglesia. Porque el matrimonio igualitario provoca una brecha indeseable en la sociedad. Por la salvaguarda de la moral pública. De ahí que llame la atención que entre las 100 medidas para una España en carne viva no figure ninguna que restrinja el matrimonio a la unión de un hombre y una mujer, cuando menos de manera explícita. “Creación de un Ministerio de la Familia, promulgación de una ley orgánica para la protección de la familia natural, defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte, prohibición de los vientres de alquiler, supresión en la sanidad pública de las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud (aborto, cambio de género…)”. Pero del matrimonio gay, ni palabra. La omisión es tanto más sorprendente cuanto que Vox se precia de ser un partido que llama a las cosas por su nombre, que no se dirige al votante con circunloquios jabonosos; que luce en su escudo de armas, en fin, la gran divisa de la internacional trumpista: tú lo piensas, nosotros lo decimos. Salvo que se trate, insisto, del matrimonio gay. No parece difícil aventurar las razones del cálculo.
Sorprende que entre las 100 medidas de VOX no se diga ni una palabra sobre el matrimonio gay: "Tenemos todas las de perder"
"Estamos en contra, sí, pero recogerlo en el programa sería ir demasiado a contracorriente. El aborto sigue suscitando división de opiniones y transexuales no hay muchos, pero con las bodas gays tenemos todas las de perder. Coño, si hasta nosotros hemos ido a alguna”. El mismo cálculo, por cierto, que les lleva a emplear el sintagma ‘vientre de alquiler’ en lugar de ‘gestación subrogada’ y ‘aborto’ en lugar de ‘interrupción del embarazo’, pero que se refiere a la ‘penalización de la eutanasia’ como ‘defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte’. Cada formación política elige sus eufemismos y administra la truculencia como conviene a sus intereses, y en este sentido Vox no es distinto. En cualquier caso, y dada su idiosincrasia, no cabe más que celebrar que ya en su texto fundacional empiece a plegarse a la realidad, esa intratable escuela.
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