Durante unas cuantas ediciones, calculo que entre ocho y diez, fui un fiel asistente al festival Periferias de Huesca. Ofrecía un sustancioso menú, basado en el pop moderno, con artistas y conferencias complicadas de encontrar en otros lugares. Estos días Periferias es noticia porque Vox ha exigido al PP que no se siga sufragando si quiere su apoyo para aprobar los presupuestos municipales, petición a la que el PP ha accedido. Ni que decir tiene que la prensa cultural ha sido unánime condenando esta decisión, a pesar de que la cita oscense llevaba veintitrés años funcionando con dinero público. Veintitrés años, que se dice pronto.
Se ha atacado la decisión por ser Periferias “un emblema de la ciudad de Huesca”. Me parece una etiqueta discutible, pero incluso si la aceptamos hay que recordar que los partidos separatistas y progresistas no dudan un segundo a la hora de retirar subvenciones a los toros, que son mucho más emblemáticos de España. La izquierda también ha defendido alegremente la censura de un concierto de C. Tangana en Bilbao y el boicot a Chanel en Eurovisión, por citar dos ejemplos de los muchos que nos trae la moda woke y su cultura de la cancelación, casi siempre progresista. Decidir qué se financia y qué no es una función normal de cualquier partido y Vox solamente hace su trabajo.
Luis Lles, director jubilado de Periferias, ha escrito un artículo bien argumentado en la web cultural Rockdelux condenando la decisión de retirar el apoyo al festival. No incluye ningún llamamiento a los promotores privados a mantener viva la cita, ya que sabe que ninguno lo hará. Su texto es necesario en varios aspectos porque puntualiza que Periferias no se ajusta plenamente a la definición que hace Vox: “Solo sirve para regar a culturetas progres con cientos de miles de euros”. Tiene razón en que no solo se invitaba a progres -incluyeron a Alaska, Escohotado y Sánchez Dragó, entre otros- y también en que el presupuesto de su etapa final era muy ajustado, solamente 150.000 euros por edición (y no todos para contratación, como es natural). Lles reivindica el meritorio trabajo del festival, incluyendo una lista de grandes artistas que hicieron su debú español en Periferias, algunos en la época en la que “no existía el Primavera Sound”. Defiende bien sus méritos, pero eso no significa que Periferias deba ser apoyado ad eternum.
Vox contra el modelo que encumbró al PSOE
Se puede decir que Periferias ha muerto de éxito, ya que parte de su enfoque pionero ha sido recogido en parte por muchos otros festivales (casi todos bastante hípster). ¿Podemos aceptar que quizá ya había cumplido su ciclo y que tampoco pasa nada por dejar de financiarlo? En un país culturalmente saludable, Periferias debería seguir, pagado por los grandes festivales de verano, como foro donde ver en vivo a los artistas que les interesa programar en escenarios pequeños y medianos. En todo caso, no se puede llamar censura a la decisión de Vox, mucho menos fascismo, a no ser que se considere fascista cualquier oposición al modelo cultural defendido por el PSOE desde los años ochenta, modelo que José Guirao -ministro de Cultura de Pedro Sánchez- definió correctamente como “Todo para el público pero sin el público y con dinero público”.
Se está muriendo el viejo paradigma propiciado por la mezcla de bonanza neoliberal y gobiernos socialdemócratas
El paradigma cultural socialdemócrata agoniza, ya que está pensado para tiempos de abundancia económica, que no es el caso de la España actual. Lo han explicado muy bien críticos de izquierda como Iván de la Nuez y Guillem Martínez (cada uno a su manera). “Lo que pasa en los museos es trágico, aunque no muy diferente a los que ocurre con la cultura en general, los diarios digitales, las editoriales… Son hijos de un mundo que se sienten obligados a sobrevivir en otro”, explica De La Nuez. Festivales como Periferias, editoriales como Anagrama y museos como el Reina Sofía y el MACBA son fruto de una mezcla de bonanza neoliberal y gobiernos socialdemócratas, dos factores ahora en evidente declive, por no decir en extinción.
En este sentido, diría que Vox ha sabido distinguir una batalla cultural real. Más cuestionable me parece la propuesta de sustituir Periferias por algún otro tipo de “festival de la juventud”, ya que Periferias no era en absoluto un festival juvenil. El grueso del público lo formábamos señores universitarios de entre treinta y cincuenta años, casi todos cortados por el mismo patrón urbanita y pijiprogre. Se trata de un problema habitual en los centros culturales, cuya edad media de asistentes suele ser muy alta, confirmando que el modelo socialdemócrata conecta cada vez menos con la juventud española. Este viejo paradigma reforzó ampliamente la legitimidad social del PSOE, hasta el punto de que el PP tuvo que seguirlo para no parecer “rancio” ni “facha”. Que empiece a cuestionarse es buena noticia porque necesitamos uno nuevo, mucho más plebeyo y acorde a los tiempos que vivimos.
Posdata: La otra condición que ha puesto Vox para aprobar los presupuestos es reducir en un 55% lo que se destinaba a cooperación internacional para el desarrollo, pidiendo que se invierta en que sean gratuitas las guarderías para niños de 0 a 3 años. El director de Periferias considera en su texto que esta medida “hace gala del talante insolidario de Vox”. Quizá lo que nos indica es que se preocupan más de atender las necesidades de las familias de la ciudad que de exhibir bondad oenegera (seguramente la única cosa más caduca que el modelo cultural del PSOE sea esa mentalidad que prescribe que lo contrario de "cooperante" es "insolidario").
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