Ha reaparecido en las elecciones ese animal en peligro de extinción. Un animal mitológico para las nuevas generaciones de votantes. La mayoría absoluta. Absolutérrima en el caso de Juanma Moreno. Un político sin el carisma de Ayuso, sin presentar grandes propuestas en campaña y en un feudo que ha sido socialista durante 37 años con una red clientelar que superaba a la catalana y vasca sólo por extensión, pero no en profundidad. “¿Cómo es posible?”— se preguntarán muchos votantes de Vox. Juanma Moreno ha defendido su gestión durante estos últimos casi cuatro años, en los que por primera vez Andalucía aparecía en las listas de regiones que crecían y creaban empleo en vez de ser protagonista de la corrupción sistémica y bochornosa de la PSOE.
Los ciudadanos han valorado que Andalucía empiece a sacar el cuello del agua. Incluso que le imprima confianza en sí mismo al ver que quizá su tierra no era el problema para la prosperidad. El problema de que sus hijos tuviesen que emigrar a lugares tan hostiles como Cataluña, sino que el problema eran sus políticos socialistas.
Todo en un momento en el que la debacle económica está a la vuelta de la esquina en un escenario previo a la estanflación, con la crisis energética aun sin ver el final. El andaluz quería asegurar esta realidad de no corrupción e inicio de crecimiento y consolidarla. Ha depositado su confianza en un Juanma Moreno en solitario y ha desconfiado de una coalición con Vox, quien ha sacado un resultado terrible. Cuanto más clara se presente la realidad, antes y mejor se podrá rectificar.
La cuestión fundamental de estas elecciones andaluzas y de ahí su importancia, es qué va hacer la derecha en este ciclo con su poder
Analizar bien un resultado electoral es de vital importancia para no acabar como Ciudadanos, cuya feliz desaparición para España comenzó por no entender una victoria y se aceleró por no hacer la lectura correcta de una enorme derrota. Luego acabó por transformarse en un PSC en Madrid y ha acabado siendo una torrija, quien dimite para optar a una Dirección General del PP.
La histórica mayoría absoluta del PP en Andalucía inaugura oficialmente el cambio de ciclo de poder favorable para la derecha, probablemente para dos legislaturas a nivel regional y nacional. La cuestión fundamental de estas elecciones andaluzas y de ahí su importancia, es qué va hacer la derecha en este ciclo con su poder, si reeditar un rajoyismo mejorado o si realmente se va a transformar España para salvarla del abismo institucional, social y nacional en el que nos encontramos.
Ahora existen dos derechas que se disputaban el poder porque se disputan qué hacer con él. Una centrada en gestionar las políticas socialdemócratas y medio arreglar el roto que la izquierda provocaba en España, cada vez más grande y con un remiendo más complicado. Esta derecha que rehúye serlo está representada por Juanma Moreno y Feijóo. Y otra derecha más centrada en gestionar sus propias ideas y no las de otros, poniendo énfasis en las cuestiones políticas y no contables que afectan a los ciudadanos y que aprendió del erial democrático y nacional que provocaron las dos legislaturas de Mariano Rajoy. Esta derecha está representada por Vox y por Ayuso.
El problema no era no ser andaluza, pues cuando la atacaron por ello la elevaron en los sondeos, sino el no conocer la realidad de Andalucía
Con una candidata estrella como Macarena Olona, que es un activo político de primer nivel, ha subido sólo dos escaños desde las anteriores elecciones y se ha convertido en fuerza irrelevante en Andalucía. El problema de fondo se ha dejado ver en una pésima campaña electoral en Andalucía. Todo se ha apostado por una candidata conocida —que le cuenten a García-Gallardo, el vicepresidente de Castilla y Léon, si eso era imprescindible. El problema no era no ser andaluza, pues cuando la atacaron por ello la elevaron en los sondeos, sino el no conocer la realidad de Andalucía que debería haberla preparado su equipo. Una campaña electoral sin propuestas, sin reconocer los evidentes aciertos económicos del Partido Popular alejándose así de su imagen de partido que no ignora la realidad, sino que se crece en ella.
Macarena Olona ha desplegado una agresividad hacia Juanma Moreno en los debates como si se dirigiese a la izquierda. Incluso de desprecio por compartir gobierno con el PP, en la entrevista a Vozpópuli. Esa insistencia a Moreno preguntándole si él sería su vicepresidente consiguieron victimizar a un anodino candidato que se defendía pronunciando con acierto la palabra delirio.
El posible votante de PP y Vox quería por encima de todo consolidar un gobierno de prosperidad. Consolidar que la izquierda no volvería a San Telmo. El papel de Vox ante ese anhelo de su posible votante era convertirse en complementario, no en incompatible. Y esa actitud hostil de la campaña hacia el PP ha generado en el votante la sensación de inseguridad, no en las calles, sino ante un Gobierno inestable o incluso inviable que no se puede permitir con Sánchez en la presidencia y en medio de una crisis.
El papel complementario es en realidad fundamental para España, como la educación. El mejor programa social posible. Abanderar la lucha contra el adoctrinamiento en las aulas —más allá de la grave sexualización de los niños que denunció Olona— es algo que el PP de Moreno no ha hecho.
Vox ha de decidir si renuncia a tener vocación de ampliar su base electoral al tratar los mismos temas de siempre sin propuestas reales. Debe decidir si quiere ser un partido minoritario de apoyo o irrelevancia según la ocasión o si realmente aspira a Gobernar y salvar a España de los enormes retos que se avecinan. En su estrategia hallaremos la verdad de sus intenciones.
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