Entramos en la primera y última semana de campaña. Este jueves arranca la segunda repetición electoral de los últimos 4 años, una segunda vuelta que nada tiene que ver con la de abril. En las pasadas elecciones, la agenda estuvo centrada en la irrupción de Vox y sus consecuencias en las instituciones. Desde el debate electoral hasta las estrategias de todos los partidos se centraron en el partido de Abascal. La izquierda volvió a recurrir al dóberman de González de los noventa para espolear la participación del electorado progresista, la derecha tradicional recurrió al viraje ideológico para tapar el hueco que el tecnocratismo de Rajoy había dejado al descubierto, los naranjas se negaban a aparecer en una foto con ellos para revivir la foto de Colón, mientras que los morados recurrían a ella para predecir la unión de las derechas que se había fraguado en aquella movilización. Cada uno de los partidos tenía una estrategia satélite alrededor de la nueva formación nacionalista española.
En estas elecciones, Vox ya no es la novedad, y a pesar de que las encuestas afirman que lejos de deshincharse, el partido está cogiendo vigor, los de Abascal ya están institucionalizados. PP y Cs no dudaron en imponer el pragmatismo necesario para conseguir todos los gobiernos autonómicos y municipales posibles, con más motivo si esos gobiernos suponían una pica en Flandes, como el caso andaluz. Esta semana se ha firmado el pacto de presupuestos en Andalucía, una firma a tres que ya no merece ni foto, y eso que antes la foto era el escollo: se llama normalización.
No deja de resultar llamativo cómo una sociedad se acostumbra y deja de escandalizarse por cuestiones que hace solo unos meses habrían supuesto una gran polémica. Siguiendo con el caso andaluz, los presupuestos se han teñido de la ideología de Vox incorporando cuestiones como el pin parental, que permite que los padres veten ciertas actividades por cuestiones morales, al mismo tiempo que se va a promocionar la caza en actividades extraescolares en los colegios; se consolida el término violencia intrafamiliar para el teléfono de atención a las víctimas, al mismo tiempo que se aportan dos millones de euros para embarazadas en dificultades para evitar el número de abortos… y así, un total de 35 medidas ideológicas que van tejiendo una telaraña de normalidad institucional en el discurso de Vox.
Quedan dos semanas para las elecciones generales, y el partido de extrema derecha no puede tener una agenda más propicia
Ya son 49 las mujeres asesinadas este año, 1.024 desde que existen los datos oficiales. Andalucía es la comunidad autónoma con más mujeres asesinadas, 11 en total, pero los presupuestos de esa comunidad, secuestrados por Vox, no reflejan esa realidad, básicamente porque este partido la niega. Y en eso consiste la normalización, pasito a pasito, ir asumiendo retóricamente un discurso que es absolutamente minoritario, que no comparte ningún partido político más, pero que se hace imprescindible para aprobar unos presupuestos bajo el pretexto de la estabilidad.
Y así llega esta campaña electoral, con un Vox “normalizado” en el ideario colectivo de una sociedad que poco a poco va siendo permeada por conceptos impensables hasta hace unos meses, la narrativa vox: dictadura progre, feminazis, profanadores de tumbas, estados excepción, violencia intrafamiliar, terapias para gays, matrimonio es hombre y mujer.
Un partido que revindica el franquismo, un partido que criminaliza la migración, un partido que niega la violencia machista, un partido que estigmatiza los colectivos LGTBI, un partido que hace listas negras de medios de comunicación… quedan dos semanas para las elecciones generales, y el partido de extrema derecha no puede tener una agenda más propicia, por un lado, polarizando con el partido del gobierno sobre la exhumación y Cataluña; y por otro, sabiéndose imprescindible para el bloque de la derecha. La conveniencia de Vox ya no protagoniza la agenda de esta campaña, su normalización es su mejor arma electoral.
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