Opinión

De Vox y del PP

Es bien sabido que en política, y aunque los adversarios sean qienes ocupan los escaños de enfrente, los verdaderos enemigos los tenemos siempre a nuestro alrededor. Con la irrupción de

Es bien sabido que en política, y aunque los adversarios sean qienes ocupan los escaños de enfrente, los verdaderos enemigos los tenemos siempre a nuestro alrededor. Con la irrupción de Vox, absolutamente necesaria e inevitable por la deriva de los populares en una última década marcada por la corrupción, la renuncia al debate y la inoperancia gubernamental, este aforismo ha vuelto a hacerse realidad. Algunos esperábamos algo de fineza en la convivencia, pero parece que no. Lo que impera es la embestida y el degüello. La ibérica cachicuerna que tantos males nos ha traído.

Los “peperos” (sí, entrecomillado, diga lo que diga la nueva RAE) que abogan por la extinción o aniquilación de Vox, parten de una añoranza de los buenos tiempos, aquellos en los que su partido aglutinaba todos los votantes a la derecha del PSOE. Eran épocas de hegemonía política y de mucho éxito y lo sensato -en lugar de intentar ahora eliminar a cualquier precio a unos supuestos aliados- habría sido hacer examen de conciencia y analizar los motivos por los que se perdió dicho apoyo y que podría haber tenido aún peores consecuencias. Recordemos que obtuvo, con Pablo Casado de líder, sólo 66 diputados en abril de 2019.

La estrategia de los enemigos de Vox de caer en la caricatura, como si fueran partidarios de Juana la Beltraneja, lo único que hace es reforzar al votante

El votante de Vox parece muy resiliente, por utilizar la palabra de moda. Las elecciones de Madrid, con el aplastante triunfo de Díaz Ayuso, no ha erosionado sino fortalecido su base electoral. Y es que en este partido conviven votantes de distintos perfiles. Los hay Identitarios, católicos, algún nostálgico y también mucho liberal conservador que cree que el PP no tiene remedio porque en lugar de aportar algo nuevo se limita, acertadísima frase, a gestionar las ideas de la izquierda. Estos últimos son más volátiles, y de ahí que los resultados electorales sean diferentes cuando se trata de sufragios regionales o nacionales. En cualquier caso, el actual liderazgo de Vox no parece que vaya a poner en riesgo su sólido patrimonio electoral. La estrategia de los enemigos del partido de caer en la caricatura, como si fueran partidarios de Juana la Beltraneja, lo único que hace es reforzar al votante.

El dilema para los líderes de Vox es más sencillo. Su objetivo político esencial es evitar que haya gobiernos de izquierdas. Los aniquiladores pertenecientes al Partido Popular juegan con esta baza: saben que van a tener su apoyo pese a los insultos, humillaciones o trampas que tenga que soportar Vox. Suponen que pueden tensar la cuerda al máximo. El dilema de Vox será establecer unas bases para, sin posibilitar el gobierno de la Izquierda, evitar los excesos e incoherencias de los populares. Además, estos últimos difícilmente podrán gobernar con eficacia si dedican su tiempo a provocar altercados con su principal apoyo.

Son tiempos de debate ideológico, posicionamiento político y sobre todo propuestas y programas para erradicar el sanchismo. Se puede hacer delicadamente pero con firmeza y proporcionando un caudal de ilusión a la ciudadanía (Ayuso es un ejemplo) o a bofetadas. En cualquier caso, con Vox habrá que contar.

(En colaboración con Jorge F. Sastrón)

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