Solo Vox ganó ayer en Castilla y León. Y por goleada: multiplicó por 13 su representación en la Cámara autonómica (tenía un solo procurador desde 2019) y ganó 135.000 votos y 12 puntos porcentuales. Los de Santiago Abascal son imprescindibles para que el PP salve el Gobierno regional. Una victoria sin paliativos.
Los estrategas de Génova -con Teo García Egea a la cabeza y con Alberto Casero como torpe brazo ejecutor- adelantaron las elecciones para borrar del mapa a Ciudadanos y para que Vox fuera una mera muleta que invistiera a Mañueco en loor de multitudes. Lo primero (lo de Cs) lo han logrado; pero ha reforzado a Vox hasta cotas insospechadas. En Génova asumen que tendrán que meter a los de Abascal en el Gobierno: "Vox tiene el derecho y el deber de estar" en él, avisa. Gran éxito de Génova. Será la primera vez que Vox entre un Ejecutivo autonómico.
Oficialmente, el PP vende lo del 13-F como un triunfo. En voz baja, sin embargo, hay desesperación en el cuartel general. Fuera de los pasillos de Génova, todos "miran a Teo". El PP rompió un gobierno con Ciudadanos y adelantó elecciones para, al final, tener solo dos escaños más, cosechar el mismo porcentaje que en 2019 y perder 56.700 votos. Casado se quiso marcar un Ayuso y casi le sale un Susana Díaz. Si no pacta con Vox, el PP no retendrá el Gobierno.
El terremoto de Vox
Y las consecuencias de la mala jugada de García Egea y Pablo Casado se van a sentir desde Madrid a Sevilla. En el Comité Ejecutivo Nacional de (previsiblemente) el martes, los críticos exigirán cuentas. No solo Isabel Díaz Ayuso o Alberto Núñez Feijóo: sobre todo, el principal damnificado, el presidente andaluz Juanma Moreno Bonilla.
Los resultados de ayer del PP, muy lejos de la gran victoria que debía servir para impulsar a Moreno en Andalucía, y la negociación para la entrada de Vox en el Gobierno, tiene como primer efecto el alejamiento de las elecciones andaluzas. No habrá adelanto con este panorama y Moreno intentará agotar la legislatura y llevarla lo más lejos posible de este 13-F. Los experimentos, con gaseosa: el presidente andaluz se lleva bien con Ciudadanos y, además, tiene más peso que Mañueco en Génova. Se enfrentará a García Egea y a quien haga falta.
Ciudadanos vende como una victoria -patético verles gritar y aplaudir anoche- haber pasado de 13 escaños a uno, el de Francisco Igea, y perder en tres años 151.800 votos. Y no será decisivo ni tendrá influencia alguna. El centro queda dinamitado.
La derrota va por barrios. Unidas Podemos también se ha dado el batacazo. En la primera elección bajo el manto de Yolanda Díaz, han perdido la mitad de sus diputados y nada menos que 40.000 votos. Todo un varapalo para la vicepresidenta de las cosas ‘chulísimas’. Habrá que esperar la valoración del ‘ausente’ Pablo Iglesias y si empieza ya su ‘retorno’.
Igual de irrelevante que va a ser Soria Ya, por mucho que celebre su éxito: tres escaños y 18.390 votos (a 6.000 votos el escaño). Sin embargo, nadie les necesita. Igual de irrelevantes que Por Ávila y la Unión del Pueblo Leonés.
¿Y el PSOE? En realidad, ha sido el gran derrotado ayer, pero en los planes de Moncloa sonríen con lo que se avecina. El gris Luis Tudanca, que ganó en 2019 pero no gobernó, ha perdido en tres años 7 diputados y más de 120.000 votos: un ridículo sin paliativos que abre la puerta a su salida. "Otros vendrán que sabrán hacerlo mejor", dijo entre lágrimas. Seguro.
En Moncloa, sin embargo, no lloran tanto. La entrada de Vox en un Gobierno por primera vez en la historia de España de la mano del PP se ve ahora como "la mejor campaña para el PSOE". Por eso, dicen en Ferraz, no habrá elecciones anticipadas en Andalucía. "La entrada de Vox en el Gobierno de Valladolid, con un par de consejerías, será nuestra mejor propaganda", insisten.
¿Y Pedro Sánchez, que demostró su escaso poder de movilización echando el resto en la última semana por tierras castellanas y leonesas? Él podría evitar la llegada de Vox al Gobierno castellano y leonés: le bastaría sencillamente con ordenar la abstención de los 28 procuradores socialistas en la investidura de Mañueco, lo que haría irrelevante el apoyo de Vox. Pero no lo hará. En su despacho de Moncloa, acaricia un gato apostando todo a que, al final, sean los errores del PP y de Vox los que le puedan allanar el camino de la reelección. En las manos de Casado y de Abascal está el evitarlo. No se hablan desde la moción de censura. Para echarse a temblar…
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