Que nadie se equivoque: si mañana Pedro Sánchez convoca elecciones generales, ganará Pablo Casado y gobernará con Vox ya sea en coalición o con un pacto de legislatura. Esa es la tendencia que están demostrando las convocatorias electorales. Por esta razón, las derechas deben ir haciéndose a la idea, mostrando la facilidad para forjar alianzas, y tejer complicidades.
Vox debe arrastrar al PP a la osadía, a la confrontación, a la generación de empatía, y los populares deben bajar a los de Abascal de la nube de la demagogia y presentarles la realidad. Cada uno, su fuerte. Lo demás es un engaño. Si hay alternativa a Sánchez y su Frankenstein es el matrimonio de conveniencia de PP y Vox. En ese compromiso quien lo tiene más complicado es el partido de Abascal.
Es la hora de la verdad para la derecha populista, aunque ellos prefieren decir que sostienen el “patriotismo social”, dirigirse a los “obreros” y mostrar transversalidad. Ya le gustaría a Iñigo Errejón haber llegado a esta fórmula. El populismo, nunca está de más recordarlo, no es una ideología, sino una forma de hacer política, un estilo, y Vox lo ha bordado. El problema es que tiene su momento, como escribió Chantal Mouffe, del que hay que sacar el máximo rendimiento y pasar a otra fase.
En Vox son conscientes de esta necesidad. No en vano hemos vivido el auge y caída del imperio centrista de Cs y de los bolivarianos de Podemos. De ambos se sacan lecciones. Del fracaso de Ciudadanos se deduce que cuando se forma un gobierno de coalición, el pequeño debe abandonar la soberbia y la superioridad moral, las dobleces y la mirada de bidireccional. El batacazo de Ignacio Aguado es un buen ejemplo.
Hoy forma parte de la antología del descojone que quienes exigían la justicia social para la igualación material, como los dirigentes podemitas, sean nuevos ricos
La lección que se saca del hundimiento de Podemos es que la distancia entre lo que se dice y lo que se hace debe ser imperceptible, no un motivo de vergüenza ajena. La demagogia solo funciona cuando se vive como se predica. Hoy forma parte de la antología del descojone que quienes exigían la justicia social para la igualación material, como los dirigentes podemitas, sean nuevos ricos. Es fácil entender que el descrédito genera antipatía y desconfianza, y esto se paga en las urnas.
Vox evoluciona y ahora cree que tiene que llegar al poder. El momento populista se aprovechó bien. Toca entrar en la fase gubernamental. Para sus estrategas está el atractivo de que la confrontación de la izquierda ahora será mayor. No hay que olvidar que Vox vive tanto de dar la guerra al progresismo como de que el PP no dé esa batalla.
Podemos lo intentó en su día. Quiso ser la verdadera izquierda del gobierno de coalición con el PSOE, pero les faltó inteligencia y liderazgo. Quemaron la marca con una dirección contaminada por escándalos privados y públicos. Esto va a ser más difícil en Vox, donde es complicado sacar un trapo sucio de momento.
Abascal anunció la noche del 13-F que a su candidato en Castilla y León se le está poniendo cara de vicepresidente, vamos, de político profesional, de esos con privilegios y sueldazo, de los que reparten presupuestos y cargos. Esto significa que se acabó la retórica del “ellos” -la clase política y mediática- frente al “nosotros” -el pueblo-, y que se van a pedir resultados.
Hay muchas expectativas sobre el cumplimiento de las cosas que Vox ha dicho desde 2014. ¿Qué va a pasar con los menores no acompañados en Castilla y León? ¿Y la delincuencia de bandas latinas? ¿Se van a acoger a inmigrantes ilegales? ¿Y qué pasa con el sistema autonómico? Porque quieren formar parte de un gobierno regional al tiempo que dicen que hay que acabar con el Estado de las autonomías porque no funciona. ¿O van a utilizar el gobierno castellano-leonés para hacer oposición a Sánchez, como pasa en Madrid? Tiene toda la pinta de que va a ser así porque su campaña ha sido en clave nacional.
Más incógnitas. ¿Van a poner trabas al consumo de productos no españoles para fomentar lo nacional? ¿Y las vacunas contra el covid? Porque los antivacunas están en Vox. Por otro lado, Castilla y León tiene el mejor sistema educativo español, ¿lo van a cambiar para ajustarlo a su ideología nacionalista, eliminar las referencias LGTBI y combatir el globalismo?
Los dirigentes de Vox no deben olvidar que han ido subiendo en las elecciones con promesas y denuncias que ahora tienen que cumplir. Es la hora de hacerse mayor.
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