Opinión

Vuelve Puigdemont: permanezcan atentos a la pantalla

Carles Puigdemont está preparado para volver a se

Carles Puigdemont está preparado para volver a ser presidente de Cataluña. Llegó su momento y es, sin duda, el mejor candidato que Junts pueda tener para ocupar de nuevo la Generalitat frente a una debilitada ERC. Esta semana lo anunciará por videoconferencia, la fórmula con la que comunicándose con los suyos y con el mundo desde hace seis años, para hacer cualquier comentario o para aparecer en cualquier acto electoral. Nunca ha dejado de hacer campaña ni de comparecer en actos significados de su partido o de sus seguidores. Será, por lo tanto, la primera campaña electoral que vivamos a través de videoconferencia, un hecho para someter a estudio por supuesto.

La pandemia también contribuyó a otra manera de comunicarse, de hacer política, por lo que esto no va a revestir ningún problema, ya nos hemos acostumbrado a las pantallas, a la comunicación vía internet. Olvídense de saludar a los ciudadanos que te arropan, de darles la mano, ahora ya ni eso. Al líder de Waterloo ya no le importa que lo detengan en caso de aparecer por Cataluña antes que la ley de amnistía está aprobada tras su trámite en el Senado. Pero recordemos que la amnistía “no es el punto final de nada”, que parece que cuando se sale de Cataluña se les olvida a todos. No engañan. Sólo necesitan los votos suficientes para seguir su camino hacia la independencia pese a que Clara Ponsatí, que también estuvo en prisión junto a Oriol Junqueras, Carme Forcadell o el líder de Junts Jordi Turull, asegure que ya ninguno quiere el independentismo. Estamos frente a un soberanismo más fragmentado que nunca, aspecto que también va a beneficiar a Puigdemont tras el fracaso con la aprobación de los presupuestos de Pere Aragonès, probablemente los más sociales jamás elaborados en esta comunidad. Una pena que los ciudadanos se tengan que resentir por unas cuentas que no se aprueban ni aquí ni en el Congreso. La celeridad de la política sólo beneficia a quienes viven en ella, no a los ciudadanos que no participan de ese círculo reducido.

Baste preguntar a los enfermos de ELA y a sus familias, a Carlos Unzué cuando vino al Congreso y poco menos que nadie los recibió, dos años a la espera de una ley aprobada y no aplicada, que se mueren sin tener recursos. Pregunten a los que tienen a un familiar dependiente por la celeridad de la política. La política, en general, corre para salvarse el culo no para salvar el del resto. Y así, cada día, cada año, campaña tras campaña. Esta España no es la de Manuel Fraga o de Felipe González, esta es una España con una sociedad mucho más formada que buena parte de los diputados que se sientan en el Congreso, o en los parlamentos autonómicos. Tenemos una ciudadanía con más conocimientos y más información que entonces, somos, por lo tanto, más críticos menos influenciables, y, por lo tanto, menos confiados y más exigentes.

Posible detención

Puigdemont, en efecto, es un experto en hacer campaña por videoconferencia. Se espera esta semana su formalización como candidato a las catalanas del 12-M y, por supuesto, ya no le importa que lo detengan porque su detención no va a evitar que, si los catalanes lo votan, no vuelva a ocupar la Generalitat. Incluso hay quien piensa que mejor que le detengan, para encumbrar la imagen del héroe huido. Su abogado, Gonzalo Boye, así lo afirmaba en Rac 1 que el “president va a asumir las consecuencias de sus decisiones”. Tengamos en cuenta que no lo hizo en 2017 cuando dejó a los líderes independentistas en la cárcel. Pero la política es así de hostil.  

Todo empezó cuando Pedro Sánchez, tras el batacazo de las autonómicas y municipales del 28-M, decidió, en apenas 24 horas, convocar elecciones generales. Hasta ese momento, Puigdemont era un eurodiputado prófugo de la justicia española; su partido había decidido abandonar el gobierno que compartía con ERC para hacer oposición y su relevancia era cero o menos que nula. Crisis de Junts, crisis de representación institucional del partido heredero de Jordi Pujol. De la nada, los exconvergentes lograron siete diputados en el Congreso en las generales del 23-J. Fue el mejor verano de Junts porque, tras esos resultados, tenemos ahora lo que tenemos. En tiempo récord han conseguido la ley de amnistia y Puigdemont tiene el camino de regreso expedito, y garantizada su retorno triunfal en Gerona, su tierra natal.

Cierto que el independentismo está más dividido que nunca, pero también es cierto que el constitucionalismo no se une, ni suma, a la espera de lo que hagan el PP y Ciudadanos, sin demasiadas esperanzas

Con la convocatoria avanzada de las elecciones, Aragonès ha intentado sin éxito, pillar a sus rivales nacionalistas con el pie cambiado y sin candidato. Junts es perro viejo, ya no tiene acostumbrados a hacer los malabares necesarios para obtener los objetivos que persiguen. Las encuestas apuntan a un Salvador Illa que va a ganar los comicios. No confiaría. Cierto que el independentismo está más dividido que nunca, pero también es cierto que el constitucionalismo no se une, ni suma, a la espera de lo que hagan el PP y Ciudadanos, sin demasiadas esperanzas frente a Vox en auge.

Llegó, nuevamente, el momento de Junts, el momento de Puigdemont y una campaña que será digna de estudio en el ámbito de la comunicación. La sonada frase “lo volveremos a hacer” ya resuena con insistencia. Seguiremos en Cataluña permanentemente en campaña, con una sociedad dividida al 50% entre los que quieren tener como capital París y los que quieren tener como capital Madrid. Tampoco volverá a tener el independentismo conservador, de derechas, un líder “heroico” como va a ser Puigdemont, salvando las infinitas distancias, tenemos al nuevo Tarradellas de nuestro tiempo, que podrá proclamar desde el balcón de la Generalitat: “Ciutadans de Catalunya ja sóc aquí”. La ERC de Tarradellas, también mal que pese, perdió su tiempo.  

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