En Esquerra están muy preocupados. Las encuestas dicen que en las municipales, en la capital catalana la cosa quedará entre Trias, de Junts, y Collboni, del pecheché. Tendríamos sociovergencia, porque a ninguno les supone el menor problema pactar con el otro. Gozando, además, de la aquiescencia de sus partidos que, de hecho, gobiernan en coalición la Diputación de Barcelona. En cambio, las operaciones municipales de Junqueras no van bien. En Barcelona, lo dicho, Ernest Maragall más mosqueado que un pavo oyendo una pandereta; en Santa Coloma, Rufián, ay mi Rufián, manojito de claveles, va y dice que si gana como alcalde pondrá una residencia y el consejero del gremio dice que sí, que si gana la pone. El pifostio ha sido de los de toma pan y moja que es salsa de melón y la generalidad se ha visto obligada a asegurar que, gane quien gane, la pondrán.
En Junts todo gira alrededor del orate de Waterloo y Laura Borrás, acerca de la cual incluso Artur Mas ha dicho que debería dimitir. Sepan que el parlamento catalán vive una situación de interinidad tremenda porque ni dimite Borras ni cenamos, todo porque quiere que transcurra el tiempo suficiente “en el cargo” para jubilarse con un pastizal. Pero vamos a lo que vamos.
El pifostio ha sido de los de toma pan y moja que es salsa de melón y la generalidad se ha visto obligada a asegurar que, gane quien gane, la pondrán
Los convergentes que entienden que el procés se les fue de las manos desean recuperar el rol de principal fuerza. Existen dos claros indicadores: la candidatura de Trias y el constante blanqueo que se le está haciendo a Jordi Pujol. La vieja guardia precisa reconstruir el relato que la hizo imbatible durante décadas sustentado en Pujol como omnipotente defensor de la catalanidad y en la eficacia en la gestión institucional. Sin Pujol no puede sostenerse eso que los nostálgicos llaman los años de oro. Precisan un Pujol capaz de mandar y limpio de toda mácula. “Ha sido cosa de los hijos” me decía muy serio un antiguo cargo convergente. En eso están, haciéndole un homenaje aquí, invitándolo a hablar allá, en fin, sacando al santo en procesión para que la gente lo admire y reconozca que es muy milagrero. Lo mismo pasa con Trias, que no fue para nada un mal alcalde teniendo en cuenta que veníamos de dónde veníamos y que posee la cintura política necesaria para negociar con estos y con aquellos.
Lo mismo pasa con Trias, que no fue para nada un mal alcalde teniendo en cuenta que veníamos de dónde veníamos y que posee la cintura política necesaria para negociar con estos y con aquellos
Sé de no poca gente que piensa votarlo, harta del desmadre que han supuesto estos años de Colau. Otra razón de peso: no estando en el gobierno de la generalidad, a Junts le urge disponer de una institución como el ayuntamiento de Barcelona. Presupuesto, capacidad de colocar a gente tuya y proyección internacional. A poco que Trias lo hiciera bien – que lo haría -brillaría con luz propia la marca Junts, tan apagada actualmente. Trias “centraría” el separatismo hiperventilado de los últimos años y los cocomochos quedarían orillados en la esquina de la extravagancia.
Hay otra razón para relanzar ese Junts-CDC, argumentó ese mismo cargo que ahora trabaja en una multinacional. “¿Te imaginas lo útil que habría sido un Pujol in gamba cuando el lío del proceso?”. Lo dudo, le he dicho. Podría haber hablado igualmente intentando frenar a los suyos. Que, sin excepción, se declaran sus herederos, incluso David Fernández, el cupaire que se abrazaba con Mas y trataba a Pujol cuando fue a hablar de la deixa al parlamento con temor reverencial, a pesar de ir en chancletas.
Si la intención es hacer ver que aquí no ha pasado nada, es una traición. A los suyos también. Porque sí que ha pasado. Y mucho. Estas cosas no se arreglan con un enjuague.
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