Todavía andan preguntándose sorprendidos en Unidas Podemos qué cambió entre el lunes 28 de febrero y el miércoles 2 de marzo para que ese lunes apareciera Pedro Sánchez en horario de máxima audiencia en TVE, a contarle a Carlos Franganillo que España no iba a mandar armas directamente a Ucrania, que ya bastaba con la aportación del Fondo Europeo que coordina José Borrell desde Bruselas, y 48 horas más tarde el presidente del Gobierno dijera en el Congreso exactamente todo lo contrario.
Claro, que los morados no conocían la llamada telefónica de Borrell el martes al jefe del Ejecutivo para que cambiara de opinión, que desveló Jorge Sáinz este sábado en Vozpópuli; Ni se había producido todavía la importante intervención a puerta cerrada del Alto Representante Exterior de la Unión Europea, el pasado domingo ante el Comité Federal del PSOE y justo antes de la del presidente, también desvelada por este periódico:
Vaya por delante que los morados confiesan en privado estar acostumbrados en estos dos años ya de gobierno de coalición a los cambios de opinión presidenciales… pero no “de forma tan súbita”, dicen; no así, sin mediar algo que haga ver al líder socialista, un superviviente nato de la política, que está metido en una ratonera; Como cuando confesó a Antonio García Ferreras en La Sexta en septiembre de 2019 que tener a Pablo Iglesias y los suyos en según qué ministerios le quitaría el sueño por las noches… tres meses y una victoria amarga después en aquella repetición electoral del 10 de noviembre a olvidar, corrió a abrazarse a ellos. Sin pestañear.
En el fondo, fue un cambio de opinión, sí, pero mediaron tres meses y una exhumación de la momia de Franco con la cual el PSOE se las prometía muy felices y al final le acabó sirviendo electoralmente de muy poco: 700.000 votos, tres diputados menos y una disyuntiva clarísima que, esa sí, le quitaba el sueño a Sánchez: O metía a Iglesias en el Gobierno -como llevaba empeñado éste desde las elecciones fallidas del 28 de abril- o España hubiera seguido con un bloqueo que, a buen seguro, hubiera acabado con los socialistas fuera del poder. Palabras mayores para un superviviente.
En esta ocasión, no hay nada de eso. La confesión del presidente a Franganillo en horario de máxima audiencia el lunes 28 de febrero iguió el guión pactado, primero, con la sucesora de Iglesias, Yolanda Díaz, y, después, con la secretaria general de Unidas Podemos y ministra Ione Belarra. Incluso contaba con el visto bueno del secretario general del PCE, Enrique Santiago… ¿Qué cambió todo?
Pues, a decir de muchos en el PSOE, una mezcla de circunstancias en las cuales la llamada de Borrell al presidente desde Bruselas ocupa un lugar destacado. La conversación debió producirse más o menos así: “Pedro, si Alemania, Finlandia o Suecia, han roto su neutralidad, cuando Polonia y los Países Bálticos Estonia, Lituania y Letonia -donde, por cierto, tenemos aviones y tropas- están ayudando a la resistencia, España no puede aparecer arrastrando los pies”.
Al inquilino de La Moncloa no debió hacerle ninguna gracia tener que cambiar el guión sobre la marcha y mucho menos porque quien ha sido subordinado suyo como ministro de Asuntos Exteriores hasta enero de 2020 le marque el paso, pero es que Borrell está siendo uno de los hechos diferenciales en esta invasión; él y la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, echándose a la espalda esta Europa a menudo perezosa cuando de defenderse de trata.
Vladimir Putin estaba convencido -casi todos los actores de este drama ucraniano, incluidos Estados Unidos y China, lo estaban- de que el viejo continente no reaccionaría como lo ha hecho: que ni el pueblo ucraniano presentaría la resistencia que está presentando, ni el ex cómico hoy presidente, Volodimir Zelenski, estaría a la altura de una nación invadida, ni habría armas y drones para la resistencia, ni los tanques y camiones rusos se quedarían atascados a las puertas de Kiev por falta de combustible y comida en condiciones (sic), ni…
Bastó una queja de los Belarra, Pablo Iglesias y Echenique para que Sánchez, Robles y Albares plegaran tanto ardor guerrero justo antes de la invasión... Con lo que no contaban era con que el soldado Borrell iba a coger su fusil… y lo ha cogido con ganas
No, ninguna cancillería tenía previstas esas contigencias, a todas, incluida la española, le pilló con el paso cambiado. Empezaron muy fuertes los ministros de Exteriores y Defensa, José Manuel Albares y Margarita Robles, incluido el propio presidente, pasto de memes y bromas por hacerse la foto en mangas de camisa -roja- al teléfono desde el Palacio de La Moncloa, cuando todavía no de había invadido nada… que en cuanto entraron los tanques al Donbás de población pro-rusa, pies para qué os quiero.
Bastó una queja de los Belarra, Pablo Iglesias y Pablo Echenique para que se hiciera el silencio y Sánchez, Robles y Albares plegaran tanto ardor guerrero. Con lo que no contaba ninguno de ellos -tampoco Sánchez- era con la posibilidad de que el soldado Borrell cogiera su fusil… y vaya si lo ha cogido. Con ganas. No hay más que escucharle en una de las múltiples ruedas de prensa que está dando desde hace diez días o en esa intervención a puerta cerrada ante el Comité Federal del PSOE desvelada por Vozpópuli para darse cuenta de su determinación.
Y esa actitud del español que ahora ocupa el puesto internacional más importante, en sí misma habría sido un problema para Sánchez, de no haber virado 180 grados la política del gobierno de coalición de izquierdas con Ucrania. Todo el mundo, dentro y fuera, le habría hecho mirarse en el espejo de Borrell y su advertencia de que, en esa nueva hora de la verdad, España corría el riesgo de volver a no estar en su sitio, como nos ha venido ocurriendo frecuentemente desde hace dos siglos… que, por una u otra razón, no hemos conseguimos situarnos ”en el lado correcto de la historia”, en palabras del propio ex ministro socialista. Quizá por eso Sánchez remató la faena este martes en Letonia con ese “España va a estar donde tiene que estar”…ahora.
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