El proyecto político de Yolanda Díaz es una Coca-Cola bien fría. Y le irá bien, porque lo que vende Díaz no es una idea de España sino una forma de estar en la vida. Sumar no es un partido, ni una plataforma; no es izquierda, ni derecha. Díaz ha construido una marca comercial sobre conceptos huecos, pero adaptados a una sociedad postpandemia desquiciada que se debate entre cumplir con lo que se supone que debe hacer o mandarlo todo a la mierda y ahogarse en el carpe diem del hedonismo.
Lo que hizo Yolanda Díaz ayer es reunir en un solo discurso todo lo que lleva sembrando en los últimos dos años. La tecla con la que ha dado la vicepresidenta no es ninguna tontería, ni algo que tomarse a la ligera o menospreciar. Machacar ideas como ilusión, utopía y felicidad es un soplo de aire fresco para los españoles que escuchan justo todo lo contrario desde hace ya demasiados años. Ni crisis, ni corrupción, ni batallitas, ni muerte, ni dolor. Al revés. Sumar es una misión planetaria del flower power. Díaz es una psicóloga que aplica terapia de grupo sobre la base de que su proyecto es el de la felicidad colectiva por encima de cualquier otra consideración.
Existen muchos oídos sensibles a ese mensaje. Porque todos lo estamos pasando mal de una u otra manera. Y porque la Coca-Cola siempre ha sido un consuelo para nuestros males. El gran éxito de la Coca-Cola ha sido convertir una bebida que nadie sabe muy bien lo que es en una sensación de vivir. No es casualidad que la marca recuperase su anuncio 'Para todos' en el peor momento de la pandemia.
Yolanda Díaz, madre de la naturaleza
Sumar es el 'Para todos' de la Coca-Cola. No es política, sino una forma de estar en la vida política: la felicidad de los españoles. Para los altos, para los bajos... "Sumar quiere hacer política de la grande, de la que cambia la vida de la gente", dijo. ¿Cuál es esa política? Por supuesto, la suya, porque además funciona para el votante de cualquier partido. Hasta los riders que votan al PP se han beneficiado de su ley, vino a decir ayer. Un argumento sin fisuras.
Hay en Yolanda Díaz otro concepto novedoso para la política española. La candidata ejerce su papel de mujer. Pero no es la mujer liberada de cierto feminismo, sino la mujer que cuida. El papel de madre protectora del planeta, el sol, la luna, la naturaleza, el país, la coalición, los trabajadores, los animales, las plantas y lo que haga falta le sienta a Díaz como un guante. La vicepresidenta lleva tiempo cultivando esta faceta. Y es difícil que alguien pueda igualarla de aquí a las elecciones generales de diciembre.
Esta nadería general no ha podido sorprender a nadie. Yolanda Díaz es la sublimación del errejonismo -que ahí estaba presente y aplaudiendo-. No es de extrañar que a Pablo Iglesias, que también tuvo su momento errejoner en 2015, le lleven los demonios. Y no solo por Íñigo, que al menos cultiva una capacidad intelectual de cierta altura. La colección de chisgarabís crecidos a la sombra de Podemos y que ahora se apuntan al universo happy flower de Díaz es un sapo difícil de tragar para Iglesias. Pero es esto o la nada. Y él lo sabe. Yolanda, también.
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