Yolanda Díaz alegó motivos de agenda, pero lo cierto es que su agenda estaba inusualmente vacía. Por eso extraña tanto que la ministra de Trabajo dejara literalmente tirados a un centenar de empresarios que suman un millón de empleados en nómina, 533.000 en nuestro país. Hablamos de los socios del Instituto de Empresa Familiar (IEF), un organismo que -a diferencia de patronales y sindicatos- no recibe subvenciones públicas, y presume de total independencia.
Este miércoles celebraba su día grande en Madrid, con motivo del relevo en la presidencia. Pero la vicepresidenta segunda del Gobierno, que había confirmado su presencia al acto, decidió ausentarse en el último momento. La espantada sorprendió a un colectivo de líderes empresariales que pagan 24.000 millones de euros en salarios -oxígeno puro para la Seguridad Social- y 3.000 millones sólo en Impuesto de Sociedades -oro también para Hacienda-.
Que un número tan reducido de compañías pueda lucir cifras tan ingentes tiene una explicación: en el IEF están inscritas multinacionales de la talla de Mercadona, Gestamp o Antolín. Algunos de sus dueños estaban este jueves en el acto, celebrado en la Casa de América, sorprendidos por el cambio gubernamental de última hora.
Marie-Helene Antolín, Marc Puig, Vicente Boluda o Juan March siguieron desde las dos primeras filas la intervención de José Luis Escrivá, segundo plato improvisado por Moncloa para tapar el vacío de la vicepresidenta. En su agenda oficial, Yolanda Díaz sólo tenía una anotación: "09:00 h. Asiste al Pleno del Congreso de los Diputados y responde a una interpelación en la sesión parlamentaria de control al Gobierno". La intervención de la ministra en la Asamblea del IEF estaba prevista a las 13.25.
Entre los grandes empresarios, sobre todos los afincados en Madrid, sigue ganando terreno la incredulidad por la actitud de Pedro Sánchez
Entre los grandes empresarios, sobre todos los afincados en Madrid, sigue ganando terreno la incredulidad por la actitud de Pedro Sánchez. Lo lógico es que el propio presidente del Gobierno hubiera asistido al estreno de Andrés Sendagorta como presidente del IEF, en sustitución de Marc Puig. Y no sólo por la importancia -cuantitativa y cualitativa- de este colectivo de empresas familiares.
Sólo cinco días antes, Sánchez acudió puntual a la clausura de la Reunión Anual del Cercle d'Economía catalán. Era la tercera vez que asistía. También ha visitado oficialmente otras tantas a los mandamases de la patronal Foment del Treball, con Josep Sánchez Llibre a la cabeza. Seis encuentros en total, frente al cero rotundo aplicable a su relación con la patronal madrileña CEIM. El líder socialista -lo hemos contado en Vozpópuli- ni siquiera contesta a las cartas que le ha enviado reiteradamente el presidente de los empresarios madrileños, Miguel Garrido.
Sánchez declinó la invitación del IEF y, pese al compromiso inicial, siguió sus pasos Yolanda Díaz. Toda una oportunidad perdida para escuchar las reflexiones de hombres y mujeres que comandan proyectos exitosos con muchas décadas de vida. Ahí va un dato: la edad media de las empresas familiares agrupadas en el Instituto es de 80 años.
Andrés Sendagorta, quien pilotó fragatas y portaaviones antes de presidir SENER, lanzó un mensaje casi en 'modo ruego' a los únicos representantes políticos presentes (Escrivá y la popular Cuca Gamarra): "Al Gobierno de España y al PP les pediría que vean todo el talento, el torrente de ideas, de experiencias, de conocimiento contrastado de la realidad de nuestro país, y del mundo, que el IEF acumula".
Díaz, una política con amplio recorrido y un proyecto político a punto de arrancar, podría tomar nota de quienes han logrado lo más difícil: mantener vivas sus organizaciones contra viendo y marea
Yolanda Díaz, una política con amplio recorrido a juzgar por las encuestas, con un proyecto político a punto de arrancar, podría tomar nota de las experiencias de quienes han logrado, precisamente, lo más difícil: mantener vivas organizaciones contra el viento y las mareas de las crisis, esquivando a veces guerras sucesorias fratricidas. Entre la política y la empresa familiar abundan los paralelismos. ¿Por qué, sin embargo, tienen larga vida los empresarios y una existencia tan corta algunos partidos?
No hay una respuesta única, pero sí pistas que indican el camino correcto. Marc Puig, presidente del gigante de las fragancias, asegura que la clave está en la capacidad de tomar "decisiones a largo plazo, pensando en términos de generaciones, no de trimestres o de resultados anuales". "Nuestra realidad trasciende de los números", apostilló ayer Sendagorta.
Para lograr la supervivencia a largo plazo hay que mirar el futuro con luces muy largas. En el caso de la política, sin medir obsesivamente las encuestas, priorizando los intereses del país por encima de los del propio partido. El consejo de Puig sirve igual para un emprendedor que para un político. O para una vicepresidenta con grandes aspiraciones como Yolanda Díaz. Sólo se necesitan ganas de escuchar a quienes realmente saben. Y vencer los prejuicios.
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