Cada día que pasa desde que fue ungida como potencial lideresa a la izquierda de la izquierda, Yolanda Díaz se parece más a esos centros de flores que se colocan en la mesa antes del banquete y luego son retirados para que los comensales puedan verse la cara con nitidez. La combinación ha quedado muy vistosa, pero quizá demasiado. Quizá los diseñadores se hayan excedido con las rosas y las anastasias, cuando hubiera bastado un bouquet más modesto y elegante que no generara imprevistos desencuentros e inoportunos desasosiegos.
Hay un exceso de frondosidad floral y de blanco primera comunión en la ‘Operación Yolanda’. Queda mucho por remar, y hay sequía. Las flores pueden marchitarse y el inmaculado traje corre el riesgo de enmugrecer con el polvo del camino. Largo camino. El proyecto Yolanda lleva tiempo planificándose, pero al final ha arrancado a destiempo, y por donde no debía, por el tejado, vendiendo imaginarias expectativas demoscópicas que casi nadie se cree. Fue en la floristería Tezanos donde se compuso el búcaro. Con flores de papel.
A poco que se pregunte a quienes hay que preguntar, y no a otros, te dirán que la mano que mece la cuna se ve a la legua, que es imposible que una marca política que solo conocen los iniciados alcance más de un 10 por ciento de intención de voto dos días después de presentarse en sociedad. El propio CIS reconoce en la letra pequeña del barómetro de abril que lo del 10,6% de Sumar es, digamos, una conclusión creativa: “La validación convergente de Sumar no es técnicamente posible mediante el método de matrices de probabilidades de transición dada la carencia de mediciones consolidadas de recuerdo de voto”. Traducción: que la realidad no nos arruine un buen porcentaje. Mejor a ojo; o a conveniencia del comprador (¿Moncloa?).
Hay serias dudas de la resistencia de una estrategia basada en una gestión sesgada en favor de un proyecto de notorio corte personal que ha puesto a la defensiva a muchos empresarios y que empieza a dar señales de estancamiento
Pero lo que pretenden Pedro y Yolanda no es tan sencillo: sustituir a Unidas Podemos mediante una plataforma, con o sin Podemos de segundón, compuesta por partidos que en conjunto no sumaron ni la mitad de los votos logrados por la formación de Pablo Iglesias en las últimas elecciones generales. Y para que tal cosa sea una realidad, antes de diciembre, a lo que aspiran los ideólogos de la operación, en un inusitado alarde de fraternidad, es a que Podemos se dé una sonora bofetada el 28 de mayo. Espíritu constructivo, se llama. Para ello es fundamental transmitir la impresión de que la partida está ganada de antemano. No se trata de negociar. Se trata de forzar la rendición. Y ahí es donde entran las encuestas. Y sobre todo entra Tezanos, con las bendiciones de Pedro I el promotor.
Al poco de conocerse la encuesta del CIS de abril, en la que el recién nacido Sumar ya aventaja por cuatro puntos a Podemos, Pablo Echenique acusó a Tezanos de corrupto: “Manipular las encuestas públicas es obviamente corrupción”, dijo el portavoz parlamentario de Unidas Podemos (UP). Los morados ya saben a qué atenerse. La ‘Operación Yolanda’ no busca la fusión, sino la absorción sin condiciones, la subrogación de liderazgos. La orden está dada: a UP ni agua. En los seis meses de la presidencia española de la UE Ione Belarra e Irene Montero tienen asignados papeles secundarios. De las veintisiete reuniones informales de ministros europeos a celebrar a lo ancho y largo del territorio nacional, entre julio y noviembre, las ministras de Podemos apenas asomarán la nariz. Serán Sánchez, sobre todo, y Díaz quienes acaparen los focos.
La idea es inflar el globo hasta donde sea posible. Una mezcla de encuestas convenientemente cocinadas y de hermoseamiento oficial de la verdad. En ello andan. Ya hay literatura suficiente para vender las grandes dotes de la vicepresidenta y devotos camaradas dispuestos a loar su “impecable labor al frente del Ministerio de Trabajo”. ¿Impecable labor? No está tan claro. Hay mucho de artificio alimentado con gasto a discreción en la fulgurante carrera de Díaz. Aquí lo ha dejado dicho José Luis Feito: “La contrarreforma laboral ciertamente ha laminado los contratos temporales pero a costa de reducir la duración media de los contratos indefinidos e inflar los contratos a tiempo parcial y los fijos discontinuos, un concepto cuántico que permite estar simultáneamente parado y empleado sin saber muy bien si se está en un estado u otro”.
El exceso de frondosidad floreal y blanco primera comunión de la ‘Operación Yolanda’ se va a topar con un largo y polvoriento camino en el que las flores pueden marchitarse y el inmaculado traje corre el riesgo de enmugrecer
Es dudoso que tenga mucho de impecable una gestión excesivamente sesgada en favor de un proyecto de notorio corte personal, que ha puesto a la defensiva a muchos empresarios, y que empieza a dar señales de estancamiento (O directamente de agotamiento: véase la última Encuesta de Población Activa). El talón de Aquiles de la “impecable labor” es que el empleo creado se ha producido sobre todo en el sector público, o como consecuencia de ayudas y subvenciones. Las estimaciones más fiables indican que ya no hay margen, que el ritmo de creación de empleo en este año no dará para reducir el paro por debajo del 13%. Eso contando con que no se produzcan imprevistos, como un crecimiento inferior al calculado o una crisis de deuda que acabe pinchando el globo. No es probable que ninguno de estos accidentes de recorrido suceda antes de las elecciones de diciembre, pero, ¿y si no es así?; ¿y si, por ejemplo, se complica la guerra en Ucrania?
No es fácil que Díaz salga sin mácula de la larga y dura contienda a la que vamos a asistir de aquí a diciembre. Sus méritos, que sin duda algunos tiene, se han fabricado con tanta cosmética que le será difícil superar sin serias averías los inevitables cuerpo a cuerpo de una feroz campaña electoral. No le van a faltar enemigos, y el primero será Sánchez, a poco que otee algún riesgo en el horizonte. No olvidemos que el presidente vive la política como una batalla cruenta en la que no hay término medio: o se está con él o contra él, o se gana o se pierde, y nunca, nunca, se hacen prisioneros.
Hasta ahora no hemos tenido la oportunidad de observar el comportamiento de Yolanda Díaz a campo abierto, sin la protección continua de la capa ministerial o la sistemática práctica de ese recurso al que es tan aficionada, salirse por peteneras. Pero todo llega. Y cuando se retire el perifollo del centro de la mesa y se descubran las cartas de la última partida, lo que quizá nos encontremos es un Podemos concienzudamente achicado a cambio de un respaldo insuficiente a ese invento chulísimo llamado Sumar.
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