Salvando las distancias, y son muchas lo reconozco, todo lo que rodea a la vicepresidenta gallega me recuerda aquella malhadada Operación Roca de 1983. Había un partido político que llamaron Partido Reformista Democrático (PRD) que nació sobre las cenizas de gentes de la UCD y unos cuantos partidos regionalistas, entre ellos el Partido Riojano Progresista y Convergencia Canaria. Y no se rían ustedes, que la ola vuelve en toda España. Y había un líder, que fue Miquel Roca, un político con una gran singularidad: nunca dejó de militar en la Convergència i Unió de Jordi Pujol. Roca tenía un tirón, -al menos en las valoraciones de las encuestas- mayor que Antonio Garrigues Walker y Florentino Pérez, presidente y secretario general de aquella formación que terminó en un histórico fracaso que costó algunos, bastantes millones de pesetas, especialmente a los bancos que se creyeron semejante quilombo.
Creo recordar que aquello se llevó por delante al añorado Pepe Oneto de la dirección de Cambio 16. Sucedió que un desnortado Juan Tomas de Salas puso inopinadamente su grupo al servicio de la Operación Roca, y Oneto invocó, por primera vez, la cláusula de conciencia.
Yo, lideresa sin partido
Ahora Yolanda Díaz se dispone a hacer una pirueta muy particular. Yo no tiene partido. Yo no tiene programa. Yo no tiene equipo. Yo no milita en el partido o plataforma que va a nacer. Yo es comunista, pero, no quiere el espacio que hay a la izquierda del PSOE, o sea donde está ella y el resto de comunistas. Yo quiere la zona templada socialdemócrata, y puede que hasta aspire a quedarse con parte del centro político.
Roca era un nacionalista de libro, pero tenía una respuesta para nacional y española. Yo se dispone a encabezar una aventura trasversal desde el Gobierno; Roca lo hacía desde un partido que ya entonces influía en el Gobierno de España. Yo, como Roca, goza de una imagen buena o muy buena. Es persona valorada, la que más del Gobierno, y eso según el CIS de Tezanos. Roca terminó como terminó, políticamente abrasado. Yo se muestra segura, y lo suyo, aunque ya haya sido nombrada lideresa mundial por Ada Colau, en lo que concierne al liderazgo político esta como los melones de finales de julio, por catar.
Miedo a las expectativas
Yo es una transformación en sí misma, y no encuentro muchos antecedentes recientes. Incluso en su apariencia, tan cuidada, constituye un mensaje que hace unos años no enviaba. Ayer mismo veía en Abc una fotografía al lado de Pablo Iglesias, y era evidente que su estética y presencia estaban más cerca de Iglesias que de la actual. A mí me recuerda la letras de la canción La mujer de plástico de los Asfalto: me cuentas cosas, que ni tú misma te puedes creer.
Me aseguran que Yo ya está en contacto con el que fuera asesor de Sánchez, hoy metido a columnista dominical en La Vanguardia. Es curioso como los polos se buscan, incluso para terminar repeliéndose, como al final suele suceder. El asesor ya tiene nombre para la plataforma-movimiento que Yo se propone liderar. Poner nombre a una plataforma por nacer, y título a un libro por escribir es lo más fácil. Y debe ser desde ahí donde hemos de considerar eso de que le da mucho miedo despertar demasiadas expectativas. ¿Dónde Yo, dónde? ¿Qué expectativas, Yo, cuáles?
Quien te cubre, te descubre
Esto mismo leemos en el Quijote. El que se hace cómplice de los defectos o secretos de otro, tiene siempre a este a su merced. Eso creyó Iván Redondo con Pedro Sánchez. Eso debe estar pensando ahora con Yo.
Lo que vamos sabiendo es que, cuanto más se expone en los medios la vicepresidenta, más superficial y disparatado parece lo que pretende. En esto es como su mentor, cuantos más artículos escribe más alarmante es su ignorancia y ausencia del sentido del ridículo. Yo suele meter en sus frases el imperativo créame con una profusión que la delata cuando dice eso -y no se rían, por favor-, que no le gustaría ser presidenta del Gobierno. Ni ella misma puede creer lo que dice. Para su movimiento -¡qué miedo, otra vez un Movimiento!- no hay programa, pero ya apunta maneras con propuestas de este jaez: "Justicia climática y justicia social son dos caras de la misma moneda". Bien, Yo, bien. O esta: "Debemos exigir un pacto verde europeo que ponga el trabajo decente en el centro, y que fomente un crecimiento inclusive y sostenible". ¿Quién puede superar esto, Yo, quién?
La pedantería de Yo es directamente proporcional a su aparición en los medios, pero ha sido sublime en su última aparición en el colorín de Yo Dona. Aparición cuya fotografía me ha recordado otra de Isabel Tocino vestida de motera en 2006, que ya sabrán que la historia suele repetirse la segunda vez como un a miserable farsa.
A la suma de la izquierda laborista (sin el PSOE)
España aguanta. Aguanta incluso este desvarío de Yo que nos entretiene en estos días de puente. Su movimiento no ha arrancado y ya sabemos que cumple a rajatabla con el guion del político español. No tiene ningún aprecio por la verdad. Su episodio a propósito del conocimiento que tuvo de la pandemia y la forma de hurtarnos esos peligros días después delante de un micrófono la descalificaría en uno de esos países a los que aspiramos a parecernos. La mentira no detiene a Yo en sus aspiraciones a ser presidenta del Gobierno. Yo creo que estamos inflando un globo que no va a ningún sitio. Pero así estaremos hasta que haya elecciones. Sánchez sabe que Podemos está en fase de descomposición, si es que ya no está muerto, y que algo ha de haber a su izquierda si quiere volver a ser presidente. Se llame Unidas Podemos o sea simplemente la suma de lo que Redondo llama izquierda laborista: Errejón, Colau, Mónica Oltra, Rufián…O sea, ese espacio marginal en el que Yo no desea estar. No quiere la izquierda del PSOE. ¿No le quemará el carnet del PCE cada vez que dice semejante cosa?
Nota 1
Comentario de texto a modo de los que nos ponían en el Bachillerato. Diga en pocas palabras qué quiere decir Iván Redondo, en estas líneas.
“La Constitución del 78 ha sido superada por la sociedad española y no hay una condena en ello ni en nuestra diversidad”. (Sic)
Nota 2
Es la última vez que les hablo de Iván Redondo. Sucede que el disparate siempre es un buen recurso para el columnista. Pero ya no más. Créanme, que diría Yo.
Nota 3
Sánchez pide “cumplir de pe a pa” la Constitución. Pienso a continuación con qué votos es presidente. Y entonces me pregunto si estoy alucinando yo. ¿O, quizá sea él? Los dos al mismo tiempo seguro que no.
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