Opinión

Yolanda no da ni para un autogolpe

Entre los 'whatsapps' de más de 2.000 ‘purgados’ por Yolanda Díaz en IU desde hace años se refieren a ella como la ‘blanca paloma’. Es de suponer que no por una sobrevenida pasión rociera ni por un amor arrobado a la marisma. Ha

Entre los 'whatsapps' de más de 2.000 ‘purgados’ por Yolanda Díaz en IU desde hace años se refieren a ella como la ‘blanca paloma’. Es de suponer que no por una sobrevenida pasión rociera ni por un amor arrobado a la marisma. Ha creado mucho odio y hoy recibe mucho odio. Lo peor para un político no es que lo pillen con la mano en la caja, que nunca supere la anónima condición de diputadillo raso, o que sea un mero empleado de partido votando como un robot sin tener ni idea de lo que vota. Lo peor para un político es que se le tome a broma, convertirse en un hazmerreír público, en una suerte de monologuista de garito, en un artista de la mueca. La ‘blanca paloma’. Ese, y no otro, es el mérito logrado por Yolanda Díaz, ser una chanza entre los suyos convertida en actriz de culebrón. Hasta la soberbia que rezuma ya le queda impostada.
En Sumar se equivocan.

Creen que no cala el proyecto, que el hueco ideológico se reduce por la ofensiva del PSOE hacia su izquierda, o que tiene una estructura política tan irreal e inestable que ha quedado reducida a una mezcla de egos a codazos sin más ambición ni alternativas que ser y estar. Pero no es solo eso. La evidencia demuestra que no estaban unidos por Yolanda. Estaban unidos en torno a Yolanda —no es lo mismo— porque por separado serían una irrelevancia tan deficiente que apenas nadie lograría mucho más que algún escaño testimonial. Les dijeron que debían creer en Yolanda Díaz porque salía mucho en la tele y no porque fuese una aglutinadora de minorías impotentes para una mayoría autosuficiente.

Lo de las coaliciones de izquierdas con mini-partidos irrelevantes y egos exagerados ya lo inventó con cierto éxito Julio Anguita, y después, con mucho más acierto, Pablo Iglesias


Pero el diagnóstico tan dramático para Sumar no se reduce a esto. Sí, hay una suma de egos sobresaliente y con demasiada desproporción, por cierto, entre la valía intelectual y política que sus líderes creen tener y la realidad de que solo son modernitos de un falso comunismo burgués con ínfulas de peluquería de lujo y club de campo. Con todo, disfrazados o no de ministros, con mechas o sin ellas, el pelo de la dehesa no desaparece así como así. Ahora, cada cual, a hacer la guerra por libre a base de bofetadas.
En realidad, el de Sumar no es un problema de proyecto político. Lo de las coaliciones de izquierdas con mini-partidos irrelevantes y egos exagerados ya lo inventó con cierto éxito Julio Anguita, y después, con mucho más acierto, Pablo Iglesias. Y lo hizo de modo agresivo, tóxico y a costa de la institucionalidad y la democracia. ¡Hasta parecía un comunista antes de lo de Galapagar! En cambio, lo de Sumar nunca fue un proyecto. Fue la plasmación práctica de una soberbia sin talento, un muerto en vida que desconocía que su destino sería una larga agonía, con Pedro Sánchez como cooperador necesario del óbito final. Por pura absorción de votantes.
El problema de Sumar es la estulticia de quienes creyeron que Díaz podría generar un liderazgo de algo. Quizás sí, de su comunidad de vecinos.
O del AMPA de su hija. Pero alguien que sigue hablando de sí misma en tercera persona no demuestra más virtud que la de un narcisismo obsesivo y una vida ante el espejo, no ante la realidad. Hace mucho que Yolanda Díaz ni está ni se le espera. Nadie cree ya que la política sea una simple sonrisa profidén ensayada en los platós con extensiones de pelo y cosas chulísimas. Todo es sencillo. Yolanda Díaz no sirve para eso y ha hecho de sí misma un mal chiste.

No hace falta que Yolanda Díaz deje de coordinar Sumar porque nunca lo hizo. Su coordinador general siempre fue Sánchez


Sumar es un zombi. Iglesias tenía malicia, colmillo, perspectiva, recorrido. El de Yolanda Díaz no es un problema táctico, sino de incapacidad. No es un fallo estratégico, sino de rechazo, de falta de credibilidad, de ambición infantil, de carencia de criterio, de cobardía política, y de deseo de sometimiento al sanchismo por puro calor de escaño. Apostaría dinero a que no hay un solo español que crea que Yolanda Díaz va a poner en un solo aprieto al Gobierno de Sánchez. Sus silencios sobre Begoña Gómez o el hermano de Sánchez son el eco inerte de un sepulcro… la nada de un alma en pena capaz de ridiculizarse a sí misma cada vez que abre la boca. Si fuesen el hermano o la mujer de Rajoy, no habría ‘stock’ de cacerolas disponible en España. Pero Yolanda, chulísima, calla y asiente.
Porque todo en ella, en su partido, es artificio. Errejón, repitiendo lugares comunes sobre la salud mental; Urtasun es solo un anticolonialista con cinco siglos de retraso y ánimo revanchista que quiere pasar a la historia como el erradicador de los toros; está Bustinduy, el hijo de una ministra socialista con maneras de alumno fetén de Georgetown o similar; un diplomático que iba a ser el Adenauer de la izquierda y desapareció tras el primer telediario; una médico y madre capaz de desmantelar la sanidad pública si se le dan unos pocos meses más; y Sira Rego, en plan musa de Hamás. Eso es Sumar. Los tontos útiles del sanchismo, la coartada de una ilusión óptica, la sinsustancia de liderazgos construidos sobre la nada. Evanescencia y sumisión.
No hace falta que Yolanda Díaz deje de coordinar Sumar porque nunca lo hizo. Su coordinador general siempre fue Sánchez. Un lunes, dice Yolanda que se marcha por “ética”. El martes se sabe que sólo deja la coordinación general de Sumar, pero que con esa misma ética seguirá gestionando el grupo parlamentario, el escaño, la vicepresidencia y el Ministerio de Trabajo. No es una ética reversible. Es una imitación de Sánchez, una versión femenina y a la gallega de aquel Beria purgador que se ha propuesto hacer de su escaño, de su maquilladora, de su chófer y de su micrófono diario su propio chalé de Galapagar.

Los tontos útiles del sanchismo, la coartada de una ilusión óptica, la sinsustancia de liderazgos construidos sobre la nada. Evanescencia y sumisión


Sumar tiene cuatro opciones. Una. Romper con el Gobierno si quiere sobrevivir a sí mismo, concluir la legislatura, dejar el maquillaje, renunciar a más numeritos absurdos de pellets en la playa, y tratar de creerse que en realidad sí es de izquierdas y no un comodoro de club náutico. Dos. Forzar una salida real de Yolanda Díaz con una purga idéntica a la que ella protagonizó con Podemos, sus mareas y sus farfollas, como modo de reencontrar un camino propio en el seno de la coalición del gobierno. Tres. Seguir como está, es decir, de victoria en victoria hasta la derrota final. Y cuatro. Continuar haciendo política de ‘esteticien’. En este último caso, Sánchez, como auténtico testaferro en la sombra e ideólogo del engendro que es Sumar, podría colocar a María Jesús Montero como ‘cheerleader’ sucesora. Una vez desaparecida Yolanda, lo bordaría como protagonista de la telenovela.
La diferencia entre Sánchez y Yolanda Díaz es que ella no tiene ni idea de cómo dar un autogolpe, ni fuerza y carisma para que sus súbditos se definan como “perros” obedientes. Quizás en otra vida. Pero en esta, Yolanda Díaz ya es un estorbo. Y se le nota en la mirada.

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