La batalla por el control del Grupo Prisa, cuyo penúltimo episodio se vivió el viernes pasado con la destitución de su presidente, Javier Monzón, es una refriega más de la guerra desatada por el Gobierno contra las principales instituciones de España y todo aquello que huela a Transición.
Tras ocupar sin miramientos organismos como la Fiscalía General del Estado, el Centro de Investigaciones Sociológicas o Televisión Española, el Ejecutivo ha intensificado en las últimas semanas su ofensiva. De un lado, mantiene maniatado al poder legislativo, que se ha hecho el haraquiri y ha renunciado a controlar al Gobierno durante el estado de alarma y que ha aceptado sumisamente actuaciones tan dudosas como que se rechacen en bloque las miles de enmiendas presentadas en el Senado a los Presupuestos Generales del Estado o a la ley Celaá con tal de que estas iniciativas entren en vigor cuanto antes. Por otro lado, se ha puesto en marcha el asalto a la Justicia mediante las reformas para dominar el órgano de gobierno de los jueces (CGPJ) y para revolucionar el proceso penal, de tal forma que la instrucción de los casos sea asumida por la Fiscalía, ya en manos del Gobierno a través de la exministra Dolores Delgado.
En paralelo a esas actuaciones contra los poderes legislativo y judicial, una parte del Ejecutivo también se ha sumado a una operación contra la monarquía aprovechando los escándalos del rey emérito. Y para completar el póquer, La Moncloa está empleándose a fondo para controlar los medios de comunicación, y no sólo los de titularidad pública, valiéndose de la debilidad de un sector que ya antes de la covid atravesaba por serios problemas.
La pieza mayor que Pedro Sánchez quiere cazar es el Grupo Prisa, empresa propietaria de 'El País' y la Ser, el periódico y la radio más importantes de España, más seguidos por los votantes de izquierda y con mejor reputación en el extranjero. Una vez destruido el PSOE y convertido ya en el Partido Sanchista, ahora el objetivo es controlar su principal brazo mediático y el último bastión que queda en pie del denominado felipismo, y que de paso es también una de esas instituciones alumbradas en la Transición que tanto detestan algunos en el Gobierno.
Sánchez sabe que Prisa es fundamental porque él mismo sufrió en sus propias carnes las consecuencias la primera vez que fue secretario general del PSOE. Por eso, cuando ganó la moción de censura de 2018 y se convirtió en presidente del Gobierno, lo primero que exigió a Prisa fue la decapitación de toda la cúpula de 'El País'. En aquel momento, Monzón, valido de Ana Botín, aceptó la operación porque a los principales accionistas españoles de Prisa, fundamentalmente el Santander y Telefónica, les interesaba llevarse bien con el nuevo Ejecutivo.
Sin embargo, dos años después, en junio de este 2020, Monzón dio un volantazo y sustituyó a la directora que había puesto para contentar a Sánchez (salió Soledad Gallego y entró Javier Moreno). Lo hizo por tres motivos: la ruinosa gestión del periódico, el miedo del Santander con la creciente podemización del rotativo y, lo más importante, dejar nombrado un director moderado y de la confianza del banco por si al propio Monzón le volaban la cabeza el resto de accionistas en algún momento.
Operación en marcha
Monzón sabía ya en primavera que había una operación en marcha inspirada por La Moncloa no sólo para derribarle sino para entregar Prisa a gente mucho más fiel al Gobierno. Como a Sánchez y su corte toda adhesión le parece siempre insuficiente, la idea es aprovechar que el principal accionista del grupo, el fondo de inversión Amber Capital, quiere segregar la división de medios y venderla, para que entren en el capital algunos empresarios amigos.
Como a Sánchez toda adhesión le parece siempre insuficiente, la idea es aprovechar que el principal accionista del grupo quiere vender para que entren en el capital algunos empresarios amigos
El primer movimiento de esa operación ha sido la destitución de Monzón, que se ha producido gracias a la participación activa de Amber Capital y de Telefónica. El presidente del fondo, Joseph Oughourlian, tiene una magnífica relación con Sánchez, pero sólo aceptará el trapicheo si ve claro que la operación de venta es beneficiosa para él desde el punto de vista económico. En el caso de la operadora española, una llamada del jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, obró el milagro hace unos días. De fondo, el reparto de las ayudas europeas vinculadas a la covid y que tienen una vertiente digital que a Telefónica le interesa especialmente. El expresidente del Gobierno Felipe González sabía desde antes del verano que Moncloa intentaba llevarse a su terreno a la operadora, por eso trató de evitarlo a toda costa durante el mes de julio, como contó aquí Luca Costantini, pero finalmente no ha sido posible.
¿Y quién se hará finalmente con Prisa? El que decida Sánchez, eso por supuesto. "No va a dejar que se le escape esta pieza", aseguran los que le conocen. De hecho, como ha ido informando 'Vozpópuli' y a casi nadie parece haberle importado mucho, el Gobierno ha usado el estado de alarma para imponer un régimen de autorización previa para cualquier inversión relevante en una empresa cotizada. Por tanto, el que quiera comprar 'El País' y la Ser tendrá que pasar antes por el despacho de Redondo.
El papel de Zapatero
Si nos atenemos a lo que va contando a unos y otros el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, la operación está muy avanzada y estaría liderada por el productor José Miguel Contreras, hombre de su absoluta confianza y al que entregó La Sexta cuando gobernaba. Según Zapatero, varios empresarios están en este momento terminando de reunir los millones necesarios para afrontar la compra, que estaría lista "en unos meses". Su íntimo amigo Javier de Paz, que trabaja actualmente en Telefónica, también estaría moviendo los hilos de la operación.
Según el expresidente, ello supondrá el relevo inmediato del actual director de 'El País', el desembarco de periodistas mucho más afines y decisiones simbólicas como la salida de González del comité editorial de Prisa o la eliminación de las colaboraciones puntuales que aún hoy mantienen en el periódico tanto Juan Luis Cebrián, que capitaneó la empresa durante 42 años, o Antonio Caño, el director defenestrado tras la moción de censura.
¿Y qué pinta en todo esto Blas Herrero? Pues parece que más bien poco. La oferta que hizo por los medios de Prisa, y que fue rechazada por insuficiente, fue un señuelo para dar una doble señal al mercado: los medios del grupo están en venta y el que quiera comprarlos tendrá que pagar más de los 200 millones ofrecidos por el empresario asturiano. Eso sí, la oferta de Herrero ha servido para calentar el valor de la acción de Prisa, que ha pasado de cotizar a 0,72 euros el 18 de noviembre a los 0,91 del viernes pasado, llegando a superar el euro hace unos días. ¿Está investigando alguien en la Comisión Nacional del Mercado de Valores las operaciones de compra y venta durante las últimas semanas por si pudieran constituir un delito de 'insider trading'?
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