Opinión

Zapatero no miente, pero no dice la verdad

El 23 de marzo de 2006 ETA anunciaba un "alto el fuego permanente". Pocas horas después, en el Congreso de los Diputados, el entonces presidente del Gobierno,

El 23 de marzo de 2006 ETA anunciaba un "alto el fuego permanente". Pocas horas después, en el Congreso de los Diputados, el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dirigiéndose al Partido Popular que ya presidía Mariano Rajoy, declaraba: "Nos han separado muchas cosas en los últimos tiempos, pero tengo el convencimiento de que ustedes desean, igual que todos los españoles, el fin de la violencia. Créanme, tengo confianza en ustedes, que han luchado mucho por el fin del terrorismo".

Casi seis años después, el 20 de octubre de 2011, ETA enviaba un comunicado al diario Gara en el que declaraba el cese definitivo de su "actividad armada". En ese largo ínterin hubo de todo: fricciones, encontronazos, confidencias, pero las negociaciones con la banda se desarrollaron gracias a que por encima de todo primó el interés común y la lealtad institucional. Hubo otro factor que fue también determinante: la continuidad de Alfredo Pérez Rubalcaba al frente de la cartera de Interior (abril de 2006-julio de 2011) y la excelente relación que éste fraguó con el jefe de la Oposición.

Desde los pactos de Madrid y Ajuria Enea (1987-88), en los que los partidos políticos democráticos sentaron las bases de una leal colaboración contra el terrorismo, el uso de esta lacra como herramienta de desgaste del Gobierno de turno ha sido un hecho excepcional. Lo hizo José María Aznar en esa fase de aturdimiento que siguió a su inesperada derrota en las elecciones de 1993. También era inusual la utilización de los éxitos contra el terrorismo como herramienta electoral. Hasta hoy. En los últimos meses, Pedro Sánchez ha repetido en distintos actos de su partido que lo que la derecha no puede soportar es que haya sido un gobierno socialista el que acabara con ETA. Textual.

El fin de ETA fue posible porque ETA no quiso arriesgarse a concluir la negociación con un gobierno del PP, porque Zapatero quería culminar su mandato con ese anuncio y porque Rajoy prefirió que ese 'trabajo' se lo dejara hecho Zapatero"

Es en este contexto, de agobio demoscópico, de empleo de argumentos que delatan un alto grado de desesperación, en el que Rodríguez Zapatero reivindicó en el programa de Carlos Herrera su papel estelar en el fin de ETA: "Bajo mi Gobierno se terminó ETA, se entregó ETA, lo digo y lo afirmo. No pasó con el Gobierno de Aznar, el de Felipe González o el de Rajoy. ¿Lo reivindico? Sí. ¿Me siento orgulloso? Extraordinariamente". Quizá en otro momento y en circunstancias distintas la reivindicación de Zapatero habría tenido un pase. No ahora. Lo que dice el expresidente es una verdad incontestable, pero no es toda la verdad. Por eso ni es objetivo ni es leal ni es del todo verdad.

El fin de ETA no habría sido como fue, ni habría llegado cuando llegó, sin el riesgo político que asumieron los gobiernos de Felipe González y Aznar; sin el giro radical de Francia, que justificó y no combatió contundentemente a ETA hasta los últimos años de la década de los 80; sin el sacrificio de las Fuerzas de Seguridad del Estado; sin la generosidad de las víctimas y del conjunto de la sociedad; y sin la colaboración expresa, en la fase final, del PP de Mariano Rajoy. El fin de ETA, el 20 de octubre de 2011, un mes antes de la victoria por mayoría absoluta del Partido Popular, fue posible porque ETA no quiso arriesgarse a tener que concluir la negociación con un gobierno del PP, porque Zapatero, legítimamente, quería culminar su mandato con ese anuncio ciertamente "histórico", y porque Rajoy prefirió que ese "trabajo" se lo dejara hecho Zapatero.

Nadie le discute a ZP el mérito, todo el mérito si se quiere, junto a Jesús Eguiguren, después de que Rubalcaba cesara en julio de 2011 como ministro para ser candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno y de este modo se perdiera la recta final de las negociaciones con la cúpula de ETA. Lo que no es aceptable es que el expresidente, en su calidad de agente electoral de Pedro Sánchez, haga una lectura partidista y codiciosa de un éxito, que no es de nadie y es de todos, para tensionar la campaña electoral.

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