Arnaldo Otegi y José Luis Rodríguez Zapatero. Exterrorista uno, expresidente del Gobierno el otro. El primero es pensionista de ETA; el segundo, un lobista de la paz ajena. Tanto el dirigente de EH Bildu como el político socialista reventaron esta semana el termómetro moral: Otegi con su entrevista-enjuague en el Canal 24 Horas; y el otro, aprovechando las rebajas de verano, que se ofreció a conseguir indultos a precio de saldo a los procesados por los delitos de rebelión, sedición y malversación en Cataluña.
Otegi y Zapatero comparten un talento de maquilladores y sepultureros. Los dos son verdugos, a su manera. El de Batasuna invirtió sus años mozos en vaciar las cacerinas de su pistola y ahora pretende hacer virtud de ello. Mientras que Zapatero, en su ejercicio de jarrón chino y aspirante a Nobel de la Paz, pensó que llegaría a Oslo si conseguía sentar en una misma mesa a asesinos y sátrapas -Maduro y su gabinete- con perseguidos políticos y víctimas del régimen bolivariano, a los que les cavó una fosa al validar como buenas unas elecciones fraudulentas.
Cada vez que Otegi habla, el viento arranca de las lápidas de sus víctimas, letra a letra, la frase ‘Descansa en paz’
Estilistas del agravio y la inmoralidad, Otegi y Zapatero gustan travestir las tropelías con eufemismos. Dijo Otegi que el perdón es un ejercicio estéril -por eso no lo pidió- y que hay que dejar de mirar de una vez al pasado, según él, un baúl de reproches contra la banda terrorista ETA, a la que él perteneció y a la que, por supuesto, no se refirió en esos términos en su entrevista. Lo que viene del pasado no son reproches, son difuntos. Cada vez que Otegi habla, el viento arranca de las lápidas de sus víctimas, letra a letra, la frase ‘Descansa en paz’.
A los dos, a Zapatero y a Otegi, les gusta la paz… en los cementerios. Incluso alguno se creerá merecedor de un premio en la materia. Afanado en intermediar ahí donde nadie lo llama, Zapatero le ha dejado un recadito a la justicia española pidiéndole que sentencie con sentido de diálogo, esa palabra que tanto le gusta al socialista para blanquear a dictadores y sinvergüenzas, mientras les sirve en bandeja de plata el canapé de la exculpación. Otegi y Zapatero, perpetradores de la paz, sepultureros de la justicia.
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