Opinión

Zelenski, con una mano atada a la espalda

El ejército ruso ha emprendido ya la ofensiva estival en Ucrania. Este año, a diferencia del pasado, se encuentran al ataque y no pretenden replegarse ni un kilómetro. Llevan meses empujando con calma en toda la línea de frente, más de

El ejército ruso ha emprendido ya la ofensiva estival en Ucrania. Este año, a diferencia del pasado, se encuentran al ataque y no pretenden replegarse ni un kilómetro. Llevan meses empujando con calma en toda la línea de frente, más de mil kilómetros que quedaron más o menos estabilizados a finales de 2022 con la contraofensiva ucraniana y la toma de Jersón. Desde entonces, poco se ha movido el frente a pesar de que en 2023 los ucranianos trataron infructuosamente de presionar hacia el este para ir recuperando terreno. Se encontraron con una defensa muy bien diseñada y tuvieron que echar atrás asumiendo que esto iba para largo.

Necesitaban más y mejores armas, pero en Occidente empezó a cundir el desánimo. Tanto europeos como estadounidenses están cansados de la guerra en Ucrania, que ha perdido interés mediático y no genera ya los encendidos debates de hace un par de años. Aunque a casi nadie le gusta Vladimir Putin, lo que más se temía de esta guerra en Occidente no era a Putin en sí mismo, sino que el gas y el petróleo se encareciesen. Durante los primeros meses se llegó a pensar que el suministro de hidrocarburos quedaría cortado ocasionado una crisis económica de gran envergadura, pero no llegó la sangre al río. A pesar de los agoreros alimentados por la propaganda del Kremlin, no hubo nada parecido a un gran apagón ni los europeos nos congelamos de frío con la llegada del invierno. La Unión Europea se las ha apañado desde entonces para encontrar nuevos proveedores en otras partes del mundo. El petróleo ruso, por su parte, viaja por el mundo vendido a descuento en una flota fantasma de petroleros. En Occidente entendieron que era mejor eso que ver como el precio del barril alcanzaba la estratosfera metiéndoles de paso en apuros.

La escasez de munición es alarmante y muchas de las carencias de su ejército no sólo no se han corregido, sino que han ido a más por falta de fondos

Pero, aunque la guerra ya no interese tanto, el hecho es que sigue ahí. Los rusos avanzan de forma lenta pero incansable. La incursión rusa en la frontera norte cerca de la ciudad de Járkov podría ser el preludio de una ofensiva mucho mayor que ponga a la segunda ciudad del país de nuevo en estado de sitio. Frente a eso, los ucranianos poco pueden ofrecer salvo heroísmo y determinación para defender su país. La escasez de munición es alarmante y muchas de las carencias de su ejército no sólo no se han corregido, sino que han ido a más por falta de fondos.

Con un número limitado de efectivos se ven obligados a cubrir un frente larguísimo con forma de medialuna que se puede romper por infinidad de sitios. Una vez roto, en Kiev sólo les quedará rezar para que aquello no les desborde. Los rusos se han concentrado en el norte, al que están atacando con artillería y bombas planeadoras. La fuerza aérea rusa no tiene siquiera que exponerse a los sistemas de defensa antiaérea ucranianos ya que lanza estas bombas desde el otro lado de la frontera. Estas bombas tienen un alcance de entre 50 y 60 kilómetros por lo que pueden bombardear a placer un área de casi 50.000 kilómetros cuadrados, el equivalente a todo Aragón o a dos veces la Comunidad Valenciana.

Los rusos disponen de un santuario al otro lado de la frontera. Pueden acumular tropas y todo tipo de pertrechos bélicos a sólo unos kilómetros de Ucrania despreocupándose de su defensa porque saben que los ucranianos no los atacarán por la cuenta que les trae

A Ucrania apenas le quedan opciones para contraatacar y esto es producto de las decisiones que han tomado tanto en Europa como en Estados Unidos. En Europa se tardó demasiado en reaccionar y luego se hizo con recelo por si Putin se enfadaba. Sólo tras varios meses de guerra las principales potencias europeas se lo empezaron a tomar en serio, descubrieron entonces que sus ejércitos van muy justos y que su industria militar tiene una capacidad muy pequeña.

En Estados Unidos, Joe Biden se negó desde el principio a que las armas que transfería Ucrania se pudiesen utilizar para atacar territorio ruso por miedo a que el conflicto escalase. El resultado es que los rusos disponen de un santuario al otro lado de la frontera. Pueden acumular tropas y todo tipo de pertrechos bélicos a sólo unos kilómetros de Ucrania despreocupándose de su defensa porque saben que los ucranianos no los atacarán por la cuenta que les trae. El ejército ruso, de hecho, sólo se defiende en las zonas ocupadas dentro de Ucrania tal y como pudimos ver durante la campaña del año pasado.

Esta decisión ha lastrado y sigue lastrando al ejército ucraniano, que podría defenderse de forma mucho más efectiva atacando en territorio ruso. Están, en definitiva, librando la guerra con una mano atada a la espalda para poder recibir ayuda de Occidente, pero esa ayuda lleva meses llegando con cuentagotas. De Europa porque las fábricas no dan más de sí, de Estados Unidos porque el Congreso ha tenido demasiado tiempo paralizado el paquete de ayuda militar. Ahora ya ha sido liberado y en breve empezarán a recibir armamento y municiones, pero no podrán emplearlos para atacar Rusia, tan sólo para defenderse dentro de su territorio.

Ninguna guerra se gana a la defensiva. Si Ucrania quiere imponerse tendrá que pasar al ataque, algo que sus generales saben bien, pero que no pueden hacer porque la práctica totalidad de sus recursos están empeñados en tareas defensivas. Esto es algo que en Washington deberían tener en cuenta. Si Biden quiere que Ucrania gane la guerra y no se tenga que conformar con un empate para luego negociar concesiones, tendrá que permitir que los ucranianos empleen el armamento estadounidense contra territorio ruso. Esto pasa por entregarles misiles de precisión de largo alcance para obligar a los rusos a alejarse de la frontera ucraniana y ponerles en aprietos en lugares como Crimea.

Irán, Corea del Norte, China

Putin seguirá amenazando con su habitual chantaje nuclear, pero sólo se quedará en eso, en simples amenazas sin mucho más recorrido. Por de pronto está redoblando los esfuerzos para doblegar a Ucrania y para ello está buscando ayuda en todas partes, desde Irán a Corea del Norte pasando por China. Se ha colocado él mismo en el centro del eje antioccidental cuyo punto de fricción es Ucrania. No harían mal en Washington y Bruselas en tomar nota de algo tan elemental y actuar en consecuencia.

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