Opinión

Zelenski ya ha derrotado (moralmente) a Putin

Un enorme hombrecito ha resituado en Kiev la capital del mundo libre y ha arrumbado al Goliat-Putin a la indeseable categoría de villano universal. Ésa es su derrota

Nunca el mundo agradecerá lo bastante a Volodimir Zelenski el empuje que su ejemplo ha dado a los valores de la democracia y la libertad. El coraje de los ucranianos, humildes y grandiosos, junto al liderazgo de su presidente, ha despertado al mundo. Vladimir Putin podrá multiplicar las bombas. Si no le frenan el conjunto de las democracias -con sus instituciones supranacionales de respeto a la legalidad internacional-, Putin podría arrasar todas y cada una de las ciudades de Ucrania; podría incluso aniquilar a más millones de ucranianos que el Holomodor de Stalin, su sanguinario predecesor. Si el mundo libre no decide que es un peligro inasumible que continúe en el poder, Putin podría continuar su locura expansionista con las repúblicas bálticas, o con Finlandia y Suecia… o quién sabe.

Pero Putin ya ha perdido. Le han derrotado Zelenski y el valiente pueblo de Ucrania. Este pequeño gran hombre encarna la leyenda de David contra Goliat. Un David ucraniano que no se arrodilla, aunque sea machacado día y noche bajo las bombas del Goliat totalitario putinesco. Un David-Zelenski que ha renovado nuestra fe en los valores europeos. Un enorme hombrecito que ha resituado en Kiev la capital del mundo libre, y que ha arrumbado al Goliat-Putin a la indeseable categoría de villano universal. Ésa es su derrota.

Porque Vladimir Putin era un dictador, criminal y sanguinario, muchísimo antes de la madrugada del jueves 24 de febrero de 2022, cuando las tropas rusas iniciaron la invasión de Ucrania. De cuán sanguinario y criminal era (y es) el dictador ruso pueden dar fe todos los Navalny (vivos), junto a los familiares de todos los Litvinenko (muertos) que llevan padeciendo sus modos y maneras desde hace décadas. Los rusos han sido las principales víctimas de los métodos de este ex agente del KGB, embriagado de poder, que miraba con desprecio y desdén a las mojigatas democracias occidentales enredadas en sus debates woke desde el sofá del estado del bienestar.

Pero hubo más. Hubo mucho más porque los ucranianos decidieron no rendirse. Y porque en su resistencia contaron con el liderazgo de ese David del siglo XXI

¿Quién iba a mover un dedo si él entraba en Ucrania, como ya entró en Crimea, y se anexionaba todo el país? ¿La Unión Europea? ¿Los Estados Unidos? ¿La OTAN? ¿Las Naciones Unidas? ¡Quiá! Alguna resolución de condena, alguna pretendida sanción económica de corta duración, y nada más. Pero hubo más. Hubo mucho más porque los ucranianos decidieron no rendirse. Y porque en su resistencia contaron con el liderazgo de ese David del siglo XXI que ya ha vencido moralmente al Goliat de la KGB.

Como Putin era un dictador más, uno de tantos, le llamábamos autócrata. Tenía una amplísima esfera de influencia, no solo en países sometidos a regímenes tan escasamente democráticos como Rusia, sino también en otros como el nuestro: aquí en los partidos que actúan como parte del Gobierno de España o como su sólido apoyo parlamentario.

Los socios internos y externos de Pedro Sánchez no son los únicos que, hasta hace solo unos días, elogiaban a Putin. Ya no. Ya nadie. Y esa es su principal derrota. En Francia, por ejemplo, tres candidatos bien situados para las elecciones presidenciales de abril, en los extremos a derecha y a izquierda, se han visto manchados por su buena relación con Putin. En el extremo derecho, Marine Le Pen (Frente Nacional) ha tenido que rehacer un folleto propagandístico porque incluía una sonriente foto suya con el nuevo criminal de guerra, y Eric Zemmour (Reconquista) busca cómo olvidar que le tildó de gran presidente hace muy pocas semanas. En el extremo izquierdo, el insumiso Jean-Luc Mélenchon, como buen comunista, solo señala a la OTAN como indiscutido culpable de todos los excesos que Putin comete.

Resultaba tronchante escuchar cómo los separatistas catalanes -que tanta ayuda recibieron para su 1-O de los círculos del Kremlin- tildaban a Putin de extremista de derechas

Ahora, solo una semana después del inicio de la invasión, ya nadie quiere ser reconocido como amigo de Putin, y menos aún como ‘hijo de putin’. Aquí, en el debate del miércoles en el Congreso de los Diputados, resultaba tronchante escuchar cómo los separatistas catalanes -que tanta ayuda recibieron para su 1-O de los círculos del Kremlin- tildaban a Putin de extremista de derechas. Y aún más contemplar las proclamas pacificadoras de Bildu… “abogando por el desarme”. Aunque nada es tan hilarante como contemplar a los ministros de Podemos incumpliendo con su amenaza de dimitir si el Gobierno decidía enviar siquiera un fusil a los resistentes ucranianos.

Repasar la votación del jueves, en la Asamblea General de la ONU reunida de emergencia, de una resolución de condena a la invasión de Ucrania da la medida más amplia del rechazo del mundo al Goliat desacreditado. Sólo Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Siria y Eritrea respaldaron a Putin. Luego hubo 35 abstenciones, como la de China, y 12 ausencias, como la de Venezuela. Lo más relevante es que 117 de los 193 países miembros de Naciones Unidas tomaron la palabra para condenar la criminal agresión: era la única manera de expresar el rechazo general al boicot que el régimen de Putin había impuesto, el fin de semana, a la aprobación de una resolución de condena en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Los chicos del zinc

Nadie quiere ser amigo de Putin. ¡Ni China! Porque la invasión de Ucrania ha sido la hybris del dictador. Se cuentan por miles los manifestantes rusos brutalmente detenidos en pacíficas protestas contra la invasión. Empiezan a ser más que anécdotas periodísticas los casos de soldados rusos acogidos por ucranianos porque habían sido enviados a la invasión con engaños, como aquellos “chicos del zinc” que narró Svetlana Aleksievich de la guerra soviética contra Afganistán. Falta por ver si el entorno del indeseable Goliat ruso decide frenar la locura. ¡Ojalá!

El alto el fuego temporal para abrir corredores humanitarios que parecía estarse acordando anoche puede ser una salida. Solo se trataría de cumplir ese alto el fuego y alargarlo indefinidamente. En todo caso, Putin ya ha perdido. Continuar con sus matanzas no revertiría la derrota; solo amplificaría la cuenta de este criminal de guerra ante La Haya.

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