Política

La Ley de la gravedad y lo que nos espera

Mi corresponsal en Barcelona resume la situación a última hora del lunes 14, cuando los procesados que llevaban ocho meses desde el 12 de febrero repitiendo en su defensa que

Mi corresponsal en Barcelona resume la situación a última hora del lunes 14, cuando los procesados que llevaban ocho meses desde el 12 de febrero repitiendo en su defensa que no hicieron "nada” se armaban de valor para proclamar “lo volveremos a hacer”. Indica también que los condenados, para sacudirse la posibilidad de que se les acusara de sedición, habían estado insistiendo en su rechazo a las acciones tumultuarias y ahora para demostrarlo "procedían a organizar el mayor de los tumultos”. Como ha escrito Carlos Granés en su libro Salvajes de una nueva época (Taurus. Madrid, 2019), la falta de resultados de las batallas políticas potenciaba la relevancia de las estéticas.

Además, había otra razón para colonizar estéticamente el espacio público. Porque la sobreabundancia de símbolos ligados a un bando en una disputa sabemos que pretende apabullar al adversario, decirle “esto es mío”, hacerle ver o creer que está en minoría y que más le conviene adherirse al sentimiento mayoritario o permanecer en silencio, replegado. Para Granés, la mitad de la población que no compartía los planes secesionistas estaba lejos de sentirse a gusto con la simbología y con los mensajes oficiales, pero al no controlar las instituciones ni haber estetizado su causa quedaba inerme ante la presencia opresiva de mensajes y símbolos del otro bando.

En todo caso, ya tenemos la sentencia que andábamos esperando desde que concluyera la vista en juicio oral y público de la Causa Especial número 3/20907/2017 seguida por los delitos de rebelión, sedición, malversación, desobediencia y pertenencia a organización criminal, contra los doce del primero de octubre. La vista celebrada en la sala de plenos del Tribunal Supremo comenzó el martes 12 de febrero de 2019 y se prolongó durante 52 jornadas a veces en sesiones de mañana y tarde a lo largo de cuatro meses hasta el 12 de junio.

Su mejor reflejo periodístico ha quedado plasmado en las crónicas de cada uno de esos días escritas por Pablo Ordaz para el periódico El País, que acaban de ser reunidas por la editorial Círculo de Tiza bajo el título El juicio sin final. Como pondera en su prólogo Antonio Muñoz Molina, nuestro Pablo renuncia al atajo del columnismo y del compadreo con la clase política que tanto daño ha hecho al periodismo y prefiere empaparse de la atmósfera para transmitir al lector la sensación irremplazable del que ha estado de verdad inmerso en el acontecimiento.

Las condenas lo han sido por los delitos de sedición y malversación, que tienen penas inferiores al de rebelión que pedía la Fiscalía. Estaba previsto que, cuando se hicieran públicas, se incitaría desde las instituciones una respuesta a base de disturbios aplaudidos de antemano por los responsables del orden, como quedó claro con aquel apreteu, apreteu de Quim Torra a sus predilectos de la CUP en Sant Julià de Ramis.

Torra debería tomar conciencia de que tiene en sus manos preservar la vigencia del Estatut de Autonomía porque, si desertara de un comportamiento responsable, incurriría en la provocación que desencadenaría de modo inevitable la aplicación del 155

Llegados a este punto, como ha escrito un buen amigo periodista, el president de la Generalitat tendrá que disipar la niebla en la que ha pretendido envolverse con su declaración ante la prensa para rechazar la sentencia que condena a los doce del proceso del 1-O. La combinación de la retórica del victimismo y de la amenaza con la de la ambigüedad calculada en aras de ahorrarse consecuencias penales llegará pronto a ser improrrogable.

Debería tomar conciencia de que tiene en sus manos preservar la vigencia del Estatut de Autonomía porque, si desertara de un comportamiento responsable, incurriría en la provocación que desencadenaría de modo inevitable la aplicación del 155 y medidas adyacentes que dejarían en suspenso sus propios poderes con las consecuencias imaginables, incluida entre ellas la victoria por mayoría absoluta de su promotor el presidente en funciones.

O sea, que según escribía Julio Cerón en uno de los sueltos que publicaba en ABC: “La ley de la gravedad no es nada en comparación con lo que nos espera”.

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