29 de mayo de 2023. España se levanta tras una jornada electoral durísima. Más de 60.000 mesas electorales se encargaron de cumplir con su labor y garantizar la legitimidad de un proceso que puso en jaque más de ocho mil ayuntamientos y doce comunidades autónomas. Un desgaste físico y mental que deja agotado hasta al más devoto servidor de nuestra democracia. Sin embargo, aquella mañana de lunes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el adelanto de los comicios generales, previstos para final de año, al 23 de julio.
Una decisión que pilló por sorpresa a todo el país. El volantazo de un político que trataba de poner freno a una hemorragia de votos. Una fecha que rompía planes vacacionales. Tocaba volver a constituir mesas electorales. Un proceso temido por todos los españoles. Los viajes planificados se tambalean al mismo tiempo el termómetro de mercurio amenaza con estallar.
La Junta Electoral Central, consciente del posible torrente de solicitudes para librarse de las labores en las mesas electorales, endureció las excusas. En consecuencia, la JEC modificó cinco apartados del artículo 27.3 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General. La única circunstancia eximente era tener viajes contratados antes del anuncio del 23-J, los cuales supusieron un perjuicio económico real para el elegido.
Notificadores vs. mesas electorales
Sin apenas margen de maniobra para quitarse de encima el marrón que supone pasarse el próximo 23 de julio sentado en una mesa electoral con más de 40 grados azotando las aceras, algunos se plantean la posibilidad de dar esquinazo a la notificación pertinente.
Como bien saben, la mesa electoral está compuesta por un presidente y dos vocales, los cuales cuentan, respectivamente, con dos suplentes. Tras la finalización del sorteo pertinente, la designación debe ser notificada en un plazo de tres días. Junto a ella, un pequeño manual de instrucciones para saber cómo proceder el 23-J.
En un procedimiento establecido de antemano, la Junta Electoral Central echa manos de las distintas Juntas Electorales de Zona, las cuales hablan con los distintos Ayuntamientos para tener todos los recursos necesarios a su alcance. Estos últimos ponen a su disposición un número de funcionarios que se encargan, caso por caso, de buscar a los tres miembros de la mesa electoral, con sus respectivos suplentes, para notificarles su sino electoral. Ellos son los notificadores.
Aunque el primer paso es enviar por correo certificado dicha notificación, muchos de los integrantes hacen oídos sordos, lo que obliga a ir, puerta por puerta, tachando de la lista todos los componentes elegidos para la mesa electoral. Esa labor recae sobre los notificadores, que tienen que recorrer kilómetros y kilómetros para certificar que todo esté en orden.
Desde que se realizó el sorteo a primeros de julio, los notificadores llevan todo el mes buscando a un ingente número de personas. Una labor poco agradable teniendo en cuenta las altas temperaturas del estío y la poca colaboración de los agraciados. De hecho, ciudades como Ávila se han visto obligadas a convocar un segundo pleno, de carácter urgente y extraordinario, para seleccionar nuevo personal. Algo que se veía venir cuando Pedro Sánchez eligió esta fecha tan particular.
Una búsqueda a contrarreloj para garantizar que, a dos días de las elecciones, todos los presidentes de las diferentes mesas electorales tengan luz verde y acudan al juzgado. Los notificadores tienen tres intentos para encontrar a los elegidos, de lo contrario, se sigue con los suplentes. Un hastío que puede agotar hasta al más paciente, pues tienen que vivir en primera persona las excusas rocambolescas de miles de personas. Como la distancia debe recorrerse a pie, se reparten el trabajo por zonas. Aun así, andar más de 10-12 kilómetros con este calor esa una tortura.
Los notificadores cuentan con diferentes métodos para identificar positivamente a los miembros de estas mesas electorales. Si, como hemos contado, no son capaces de encontrar a las nueve personas (entre titulares y suplentes) que componen la mesa, se deberá proceder a otro nuevo sorteo y otra búsqueda. Detectives anónimos que actúan a modo de sabuesos para que nadie se pase de listo.
No importa que tu telefonillo tenga cámara y puedas identificar al notificador para ignorarlo, él siempre esperará paciente error de planificación. Tú fallas. Ellos no. Sabrán quién les abre las puertas y a quién entregar la notificación. Salen de la cueva una vez cada cuatro años, pero están muy bien preparados para finiquitar la composición de las mesas electorales.
Una labor poco agradecida, pero vital para que estos escaqueos no repercutan en otras personas que, de primeras, no habían sido designadas por sorteo. Uno que, lejos de teorías, no se realiza de forma manual. Entre otras cosas, porque es una empresa absolutamente inabarcable.
Este 23-J, cuando acudas a votar, recuerda que los presidentes y vocales de las distintas mesas electorales están ahí, entre otras razones, porque un puñado de notificadores se recorrieron tu ciudad o provincia en su busca. Evitando que la bola caliente pase a otra persona, como por ejemplo tú.
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