Una de las grandes efemérides de 2022 ha sido la celebración en septiembre del quinto centenario de la llegada de la expedición de Juan Sebastián Elcano a Sanlúcar de Barrameda. Sin haberlo planeado al partir, los pocos supervivientes de esa trágica aventura de tres años acababan de realizar la primera circunnavegación de la historia. “Hemos descubierto y dado la vuelta a la redondez del mundo”, escribió, nada más llegar, el marino vasco al emperador Carlos V.
En estos meses se han puesto de relieve muchos valores que Elcano y sus compañeros desarrollaron en su travesía. Entre otros, sin duda, la perseverancia y el coraje.
Perseverancia y coraje son también imprescindibles en la misión de reducir el sufrimiento y los inaceptables niveles de incidencia y mortalidad causados por el cáncer de pulmón. En esta misión estamos todos implicados. Por un lado, mediante la prevención primaria: reduciendo y ayudando a reducir en la población los niveles de exposición al tabaco y sus derivados. Y por otro, apoyando la labor de quienes estamos más directamente implicados en la batalla contra esta enfermedad: investigadores, personal sanitario, responsables institucionales, pacientes y familiares.
El cáncer de pulmón es, en cierto modo, otra pandemia, anterior a la que estamos atravesando por efecto del covid.
Un asesino implacable
En un excelente ensayo que mereció el premio Pulitzer, el Dr. Siddhartha Mukherjee describe al cáncer como El emperador de todas las enfermedades. Siguiendo su argumento, se podría afirmar que el cáncer de pulmón es el emperador de ese tipo de emperadores.
Tres datos nos pueden ayudar a entender esta definición. Por un lado, aproximadamente uno de cada cinco fallecimientos debidos al cáncer son tumores pulmonares. En segundo lugar, la mortalidad por cáncer de pulmón es prácticamente equivalente a la suma de las muertes causadas por el cáncer de colon, mama y próstata juntos.
Finalmente, el impresionante crecimiento del nivel de tabaquismo femenino de las tres últimas décadas ha llevado a un aumento tan significativo del cáncer de pulmón que, en algunos lugares del mundo, su mortalidad en mujeres es ya más elevada que la atribuible al cáncer de mama.
Los frutos de la prevención y la detección precoz
A pesar de estos datos alarmantes, la perseverancia y coraje de tantos nos permite mirar al futuro con esperanza. De hecho, la incidencia y la mortalidad por cáncer de pulmón están ya disminuyendo ligeramente en los varones. El efecto de las políticas contra el tabaco se está empezando a notar.
Además, los programas de detección precoz de cáncer de pulmón mediante TAC de baja dosis se ofrecen ya a nivel poblacional en varios países desarrollados. Hace unas semanas, después de varios años de inexplicable silencio, la Comisión Europea ha recomendado a los países miembros que introduzcan progresivamente este cribado en la cartera sanitaria pública. Esta nueva herramienta de prevención, que detecta el cáncer de pulmón en fases muy iniciales, se ha demostrado eficaz en varios ensayos clínicos de los últimos veinte años.
Hablamos de tumores asintomáticos, que crecen quizás durante años en el pulmón del paciente. Si no se detectan a tiempo, y estos tumores ya producen síntomas, es señal de que están muy avanzados, y de que muy probablemente no serán susceptibles de una intervención quirúrgica, por lo que su pronóstico es mucho peor.
Desgraciadamente, más de un 70% de los casos de cáncer de pulmón se diagnostican hoy en día en fases inoperables. De ahí la importancia de desarrollar y optimizar la detección precoz. Los científicos expertos de la Unión Europea que han asesorado a la Comisión han subrayado el interés de seguir investigando en otras técnicas como marcadores en sangre, ya que estas tecnologías moleculares pueden mejorar el rendimiento de las técnicas basadas en imagen.
Nuevas armas terapéuticas
De cualquier modo, el manejo de los pacientes con tumores pulmonares avanzados ha mejorado muy notablemente en las últimas décadas. La investigación molecular y celular ha llevado a conocer mucho mejor los mecanismos de crecimiento y los talones de Aquiles de los diversos tipos de cáncer de pulmón.
Las terapias dirigidas se aprovechan del conocimiento de las alteraciones genéticas más relevantes que determinan la malignidad de algunos tumores. Y la inmunoterapia ha conseguido controlar los trucos moleculares que las células tumorales despliegan para pasar ocultos o frenar la respuesta del sistema de defensa inmune del paciente.
En este campo de la enfermedad avanzada, la investigación se concentra en encontrar nuevas dianas moleculares, en mejorar las herramientas de terapia inmune y, sobre todo, en resolver los problemas de resistencia a los nuevos fármacos, que son frecuentes, pasado un tiempo de su administración.
Son muchos los logros conseguidos, muchos los pacientes beneficiados por los estudios que se llevan a cabo en la academia, los centros de investigación o las empresas biotecnológicas o farmacéuticas. No obstante, el resultado es claramente insuficiente y queda mucho por descubrir.
Juan Sebastián Elcano fue recibido como un héroe a su llegada a Sanlúcar de Barrameda y fue condecorado por Carlos V, el emperador. De nuestro emperador, el cáncer de pulmón, no esperamos ninguna medalla. El trabajo perseverante e ilusionado de tantos de nosotros, implicados en la batalla contra esta enfermedad, pretende presionar a este emperador de emperadores para que –como ocurrió con el propio Carlos V– se retire a la inactividad de un lugar silencioso o desaparezca para siempre en las brumas de la historia.
Luis Montuenga, Investigador senior del Cima de la Universidad de Navarra, miembro del Centro de Investigación en Red en Oncología (CIBERONC) y de Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA); decano de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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