Winter is coming. Fue el nombre del episodio piloto de la serie de televisión Juego de tronos en 2011. El invierno, estación asociada a la oscuridad y al frío, siempre nos crea cierta aprensión. Muy especialmente desde que el coronavirus causante de la covid-19 irrumpió en nuestras vidas.
Su historial no es para menos. En 2020, el inicio del invierno nos sorprendió con un nuevo coronavirus que, ya entrados en marzo, causó la primera ola pandémica en España. El siguiente invierno (2020-2021) sufrimos la tercera ola, con la variante alfa. Y en 2021-2022 la sexta ola, con ómicron BA.1, nos impidió recuperar la confianza.
Es evidente que la estación fría conlleva un mayor uso de los espacios interiores. En colegios, universidades, centros de trabajo, centros de ocio, centros sanitarios… Ahora que nuestro cuarto invierno pandémico está a las puertas, ¿qué podemos esperar?
Tres cuartas partes de la población ha pasado la enfermedad
Colectivamente, España es un país muy vacunado. De los que más. Y, ola tras ola, también muy infectado. En abril, el porcentaje de población que había pasado la covid rondaba el 50%. Y los datos preliminares de la segunda encuesta de seroprevalencia en la Comunidad Valenciana (todavía en curso) indican que tres cuartas partes de la población ha pasado la enfermedad al menos una vez, aunque los hay que más.
Las encuestas de seroprevalencia de Navarra y Madrid apuntan en la misma dirección: la “barrera inmunológica” colectiva, sobre todo frente a desarrollar covid-19 grave, es muy alta en nuestro país en este momento.
Pero también hay mucha incertidumbre.
El futuro inmediato depende de la duración de la inmunidad conferida por las vacunas, las infecciones o ambas conjuntamente. Pero también de la evolución del virus (sobre todo de si aparecen nuevas variantes que desplacen a BA.5) y del comportamiento de la población que, a su vez, guarda relación con las estrategias de contención que adopten las administraciones sanitarias.
Incertidumbre respecto a nuevas variantes y decaimiento de la inmunidad
Respecto al virus, llevamos meses viendo nuevas descendientes de ómicron con mayor capacidad de escape vacunal: BA.2.75.2, BA.5.2.1.7 (también llamada BF.7) BA.2.3.20, BQ.1.1 y alguna otra. Por el momento, ninguna parece desplazar a BA.5.
La excepción ha sido BA.2.75.2, causante del repunte de este verano en la India y países cercanos. Pero apenas ha alcanzado otros países y el brote en India ha sido contenido en cuanto a número de casos.
En Europa, la variante dominante sigue siendo BA.5, presente en países como Alemania o Reino Unido, que están experimentado repuntes actualmente. Más que a “escape vacunal” lo atribuimos a la vuelta de vacaciones (espacios cerrados en entornos laborales, de ocio, docentes, etc.). La buena noticia es que, al menos por el momento, no se está traduciendo en un incremento sustantivo de hospitalizaciones.
El decaimiento de la protección frente a infección es, sobre todo, cuestión de tiempo. Tiempo desde la última dosis o la última infección. Sabemos que las personas con inmunidad híbrida (vacunados que han pasado la infección) tienen algo más de protección y algo más duradera. Y que en las personas mayores (que adicionalmente son las menos infectadas), la inmunidad decae antes.
La incertidumbre no se centra tanto en si tendremos un repunte de infecciones en el invierno, que es muy probable, como en cuántos casos graves va a producir. ¿Cuántas visitas a atención primaria se producirán? ¿Cuántas hospitalizaciones? ¿Cuántas admisiones en UCI? Las vacunas parecen aguantar muy bien en este aspecto, pero muchas infecciones acaban por dar muchos casos graves.
Lo que suceda este año dependerá en gran medida de cómo sea la temporada de gripe. Llevamos 2 años sin gripe y las temporadas de 2018 y 2019 fueron tranquilas. Previsiblemente tenemos mucha población que lleva tiempo sin contacto con el virus de la influenza (y una población pediátrica de menos de 4-5 que casi ni lo habrá conocido).
Un alineamiento de covid, gripe y bronquiolitis por virus sincitial volvería a poner al sistema sanitario contra las cuerdas.
La pandemia aún tiene cuerda para rato
Las pandemias no son sólo cosa de virus, bacterias o sistemas inmunitarios. También importan, y mucho, los comportamientos de las poblaciones que las sufren. Además, claro, de las estrategias adoptadas por sus autoridades sanitarias.
La idea de que la “pandemia se ha acabado” (el “the pandemic is over” pronunciado por Biden) es prematura y, como poco, equívoca. Crea confusión, desanima las dosis de refuerzo y dificulta las estrategias de reducción de la transmisión. Es cierto que la pandemia no tiene ya el impacto de las primeras olas, afortunadamente. Pero aún tiene cuerda para rato. Aún causará daño. Y aún quedan cosas por hacer para reducir su impacto.
También crea confusión pensar que quienes han pasado la covid-19 son inmunes para siempre y no necesitan dosis de refuerzo. No lo son, como tampoco los vacunados que han pasado la infección. Jugando con las palabras, tener más o menos protección inmunitaria no es lo mismo que ser inmune.
Entonces, ¿por dónde deberíamos seguir? Por las dosis de refuerzo en mayores de 60 años. La proporción de personas mayores que han pasado la covid es mucho menor en este grupo de edad. En ellos la inmunidad decae más rápidamente y su riesgo de desarrollar covid grave es mayor. Aunque crean o sepan con certeza que han pasado la covid. Y lo mismo se aplica a la vacuna de la gripe.
También necesita dosis de refuerzo y vacuna antigripal el personal sanitario. Vamos a necesitar que estén a pie de centro de salud y en la cabecera del enfermo. Y, en este caso, no sólo son vacunas. Hay que prepararse, en lo posible, para un potencial mal año de afecciones respiratorias, sin que ello implique abandonar la atención al resto de pacientes.
Reducir la transmisión de las infecciones respiratorias es también muy importante. A estas alturas, no nos importa tanto saber si es gripe o covid-19. Olvidémonos de las pruebas. Lo importante es que todas las personas con síntomas respiratorios, sea lo que sea, lleven mascarilla y reduzcan lo máximo posible sus contactos con otras personas (especialmente si son mayores o vulnerables).
La ventilación cruzada en los espacios cerrados sigue siendo importante. Esto implica que habrá que compaginar medidas antitransmisión con las de ahorro energético. Y es posible (ojalá que no) que la evolución del virus en los próximos meses obligue a tomar otras medidas.
El invierno se acerca. Y no sabemos exactamente que nos traerá. Pero sí sabemos algunas cosas que podemos hacer para reducir los riesgos de vivir otra mala Navidad y otro desastroso Año Nuevo.
Salvador Peiró, Investigador, Área de Investigación en Servicios de Salud, FISABIO SALUD PÚBLICA, Fisabio.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación