En un puente de Todos los Santos que se presenta con media España confinada y cifras de contagios que no dan un respiro, los expertos recuerdan la importancia de despedirse de las personas que fallecen, algo que el coronavirus ha convertido, en ocasiones, en un imposible. Por eso, advierten, se están viendo más casos de duelos que se complican mucho más allá de la reacción emocional normal ante la muerte de una persona: tristeza, falta de aceptación de la pérdida...- y pueden desencadenar en una depresión. La incertidumbre ante la situación que atraviesa España, dicen, no ayuda. En el Hospital de Gran Canaria Dr. Negrín, han habilitado habitaciones para que las familias puedan despedirse de los enfermos graves de covid-19.
Sucedió en marzo y casi de forma casual. En el Hospital Universitario de Gran Canaria se enfrentaron a una situación dificilísima, la misma que en aquellos días con los hospitales atestados de enfermos de covid, atravesaban centros sanitarios de toda España. La pandemia había eclosionado y decenas de personas morían en los hospitales solas, sin poder despedirse de los suyos porque los protocolos así lo habían establecido ante el altísimo índice de contagiosidad del SARS-CoV-2. Aquello marcó a Francisco Puñal Rueda, supervisor de Área Funcional de Servicios Médicos del Dr. Negrín, en Las Palmas.
Lo cuenta desde uno de los grandes centros sanitarios -la población adscrita asciende a unos 350.000 habitantes- de una comunidad que en estos días comienza a recibir a sus primeros turistas procedentes de Alemania, Países Bajos o Reino Unido tras levantarse las restricciones para viajar a las islas ante el descenso en el número de casos. Las cifras son tan esperanzadoras que en su hospital solo tienen 7 pacientes con coronavirus en planta y 5 en la UCI.
Una pareja de turistas británicos
Precisamente turistas y británicos eran la pareja que marcó un antes y un después en un hospital que siempre ha apostado por la humanización de la sanidad y que es pionero en la implantación de los cuidados paliativos en Canarias. Desde sus inicios, hace más de 30 años, se han atendido a más de 25.000 pacientes (solo en 2019, fueron 800) en esta unidad. Durante la primera ola de la pandemia, médicos y enfermeras de cuidados paliativos alzaban la voz para pedir que, pese la grave situación de emergencia sanitaria, ningún enfermo muriera solo, ni con sus síntomas mal controlados o padeciendo dolor.
En aquellos días de marzo, Francisco Puñal Rueda y sus compañeros hicieron lo que les dictó el corazón. En el hospital ingresó una pareja de turistas británicos que pasaban unos días de vacaciones en la isla y dieron positivo en covid-19. Antes, cuenta Francisco a Vozpópuli, se les había quedado la espina de otro paciente octogenario que tuvo que morir solo, sin poder despedirse de su familia. "Se me encendió la luz. Pensé que tenía que hacer algo", confiesa.
Un punto de inflexión
La llegada al hospital del matrimonio de turistas infectados por covid supuso un punto de inflexión. Lo primero que hicieron los sanitarios fue procurar que estuvieran hospitalizados en la misma habitación, una política que siempre tuvieron y que continúan practicando: las familias juntas. En el caso de la pareja, el estado del hombre empeoró a medida que pasaron los días. Tuvieron que trasladarle a la Unidad de Cuidados Intensivos. Ante un desenlace inminente, llamaron a sus hijos, que llegaron del Reino Unido.
"Vimos que teníamos que hacer algo. Primero, dejamos subir a la mujer a esa unidad para despedirse. Era muy dramático: no estaba en su país, estaba enferma, su marido se moría...", señala el responsable de la unidad de enfermería. Entonces ni tan siquiera existían protocolos para las despedidas. Es más, no había posibilidad de adiós. Era tan alto el riesgo de contagio, que las personas fallecían solas, sin los suyos. Solo los sanitarios les acompañaban hasta el último momento.
Francisco Puñal y su equipo no se dejaron amilanar por el virus. Pese al miedo. Con toda la cautela del mundo, con todas las medias de protección, dejaron a la mujer y a sus hijos despedirse del padre. Organizando nuevos protocolos sobre la marcha. Y aquello se quedó así establecido. "Decidimos que íbamos a dejar esa habitación a la entrada de la UCI y procurar que siempre hubiera una despedida", relata.
Una experiencia de éxito
El éxito fue tal que, varios hospitales de toda España se interesaron por la iniciativa y les pidieron consejo para, en la medida de sus posibilidades, seguir sus pasos. Todos, admite Francisco, no tenían la misma capacidad, dependiendo de su nivel de colapso, pero, incluso en "mitad de la vorágine que supuso el principio" el objetivo era humanizar un momento que la covid-19 había embrutecido y deshumanizado hasta puntos insospechados.
Ya en la segunda ola y con el conocimiento que se fue adquiriendo, el Dr.Negrín se organizó y optó por habilitar un espacio para que los familiares pasaran unos últimos minutos con su ser querido con todas las medidas de seguridad necesarias. Decidieron dejar siempre dos habitaciones preparadas: la 36 en la planta 4B derecha y la habitación 1 en la planta 4B izquierda fueron los espacios designados en el área de hospitalización del centro para que esa pequeña despedida fuera una realidad.
También en el área donde se encuentran los pacientes críticos se ofrece a los familiares la posibilidad de acompañar a su ser querido en sus últimos momentos. Lograr que al menos el paciente no muera solo sino rodeado de las personas que le quieren es un paso "muy importante que también a nosotros, a los profesionales, nos ha ayudado mucho porque era muy duro ver el sufrimiento de estas familias", destaca el supervisor". Esa despedida, subrayan los especialistas, forma parte de un duelo anticipado que hace algo menos doloroso la situación por la que atraviesan las familias rotas por el coronavirus.
El duelo del coronavirus
El duelo es un proceso adaptativo normal y supone uno de los acontecimientos más estresantes que debe afrontar el ser humano. En palabras de Miquel Roca, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de las Islas Baleares es "una reacción emocional muy frecuente ante una situación de pérdida. Acostumbra a provocar tristeza, insomnio, irritabilidad, falta de aceptación de la pérdida, reiteración en recuerdos, pensamientos repetidos y focalizados en la situación desencadenante, etc".
Normalmente son "síntomas oscilantes, desencadenados ante situaciones o estímulos que remiten a la pérdida. Estas emociones, a diferencia de los síntomas de una depresión, son menos persistentes e invasivas y en ocasiones se alivian o reducen cuando la persona afectada está acompañada por familiares o amigos".
"Hablamos de duelo patológico, complicado o no resuelto cuando los síntomas persisten durante un periodo prolongado de tiempo, no proporcional a la pérdida ocurrida", señala el profesor Roca
La duración del duelo es muy variable, dicen los expertos. Depende de cada persona y cada situación, dicen los especialistas. Según los estudios más recientes, parece haber consenso en la idea de que después de una pérdida importante, el proceso de recuperación comienza a lo largo del segundo año tras el fallecimiento.
"Hablamos de duelo patológico, complicado o no resuelto cuando los síntomas persisten durante un periodo prolongado de tiempo, no proporcional a la pérdida ocurrida. Si esta sintomatología cambia y se inician síntomas más propios de un trastorno afectivo, entonces deberemos establecer un diagnóstico de depresión" aunque, matiza a Vozpópuli, "no tenemos estudios del porcentaje de duelos que se convierten en depresiones, es un campo en el que hace falta investigación".
También se considera que existe un duelo patológico cuando hay ausencia de duelo o retraso en su aparición. Las personas que tienen un mayor riesgo de sufrir un duelo patológico son aquellas que experimentan una pérdida repentina o en circunstancias catastróficas, las que están aisladas socialmente, las que se sienten responsables de la muerte y las que mantenían una relación "de intensa ambivalencia o dependencia del fallecido".
La influencia del impacto económico
Si se habla del duelo en tiempos de la covid-19, los especialistas admiten que han aumentado los casos patológicos. "Han fallecido y fallecen muchas personas en situación de soledad durante la pandemia y existirán ahora importantes pérdidas de otras características. Personas que ante una situación económica como la que vivimos perderán su empleo, su casa... Este impacto económico es el que se avecina o de hecho ya está llegando, de manera paralela a nuevos contagios y a muertes por el virus", indica Roca.
Ahora mismo, incide, no existen "estudios rigurosos" que puedan determinar qué porcentaje de duelos patológicos dejará la pandemia.
"Cuando transcurra un tiempo podremos saber si algunos de estos duelos podrán llevar a una depresión, durarán más tiempo o tendrán una mayor gravedad ", precisa el psiquiatra a este digital. Ahora mismo, incide, no existen "estudios rigurosos" que puedan determinar qué porcentaje de duelos patológicos dejará la pandemia.
"Es conveniente y necesario 'atravesar' el periodo de duelo y no considerarlo patológico, sino un proceso que es preciso vivir. La ausencia de despedida -que ocurre en otras pérdidas, pero en esta ocasión se ha producido de manera masiva y particularmente dolorosa -puede convertirse -y así ha sido en algunos casos- en un factor que aumenta la gravedad de los síntomas o la duración de este proceso en algunas personas, especialmente con determinados rasgos de personalidad o patologías previas depresivas o ansiosas", concluye el especialista.
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