Paseando por IFEMA se respira cierta sensación de victoria. Hace sol, y los sanitarios descansan tomando un café en la única terraza de toda la ciudad de Madrid que sigue abierta. Muchos no llevan mascarilla mientras charlan con sus compañeros y se ríen entre ellos, relajados.
Después de un mes y medio de tensión, estrés, falta de recursos, EPIs y mucha incertidumbre, el hospital de IFEMA echará el telón en los próximos días. Desde el pasado jueves no han registrado nuevos ingresos y sólo se producen altas. Según explica a Vozpópuli el director del hospital, Antonio Zapatero, apenas cuentan con entorno a 250 pacientes, cuatro de los cuales todavía están en UCI. "Supongo que cerraremos cuando demos a todos de alta. Pero nuestro trabajo aquí está hecho", señala.
El ambiente que se respira en los pabellones que durante las últimas semanas de marzo llegaron a alojar hasta 1.500 pacientes de coronavirus al mismo tiempo es totalmente diferente al que se vive estos días. Concuerda con la frase del director del centro, ya que la mayoría de los sanitarios sienten que, por el momento, han ganado la batalla después de pasar por una experiencia que jamás llegaron a imaginarse.
Si bien todavía no se sabe cuándo cerrará exactamente sus puertas de manera definitiva, todos los profesionales sanitarios que trabajan estos días en el hospital de IFEMA saben que les queda muy poco. "Me da muchísima pena, la verdad", comenta Mónica, enfermera en uno de los centros de control del Pabellón 9. "Es una sensación de final de campamento. Pasas tanto tiempo con tus compañeros que casi se convierten en tu familia", explica.
Para ella, que acaba de comenzar su carrera profesional, ha sido una experiencia reveladora. "Al principio tenía muchísimo miedo, no sabía si iba a poder gestionarlo o qué me iba a encontrar", explica. "Pero en cuanto llegas aquí y te encuentras con tus compañeros, cambias el chip. He aprendido muchísimo", apunta.
Desde la Comunidad de Madrid aseguran que mantendrán parte de las instalaciones en caso de que se necesiten de nuevo
Le acompaña Concha García, médico de familia desde hace más de 30 años y una de las "veteranas" del equipo, como ella dice. Muchas de sus compañeras llevan gorros quirúrgicos de colores, hechos a mano por su madre a partir de telas que obtiene como parte de un proyecto humanitario en el que participa. Mónica se coloca el suyo, orgullosa del regalo de su compañera.
"A mí una de las cosas que más me ha sorprendido es la calidad de la gente que ha trabajado aquí. El 50% de los médicos que están aquí son jovencísimos, residentes de médicos de familia y han hecho un trabajo extraordinario", cuenta Concha. "Creo que no valoramos lo que tenemos", añade.
Hospital fantasma
El pabellón 7 del recinto ferial, que hace unas semanas tenía todas sus camas llenas y sus puertas eran un ir y venir constante de altas y nuevos pacientes, ahora parece un hospital fantasma. Las unidades de cuidados intensivos y los centenares de camas vacías lo hacen parecer más grande de lo que es.
Poco a poco, se ha ido recogiendo todo el material, aunque desde la Comunidad de Madrid aseguran que mantendrán parte de las instalaciones en caso de que se necesiten de nuevo. Los únicos que pasean por el Pabellón 7 son un pequeño grupo de sanitarios que acompañan a un paciente a hacerse un TAC en una unidad portátil de la UME, lo único que aún se utiliza en esta zona del hospital de campaña más grande del mundo.
"El hospital de IFEMA es la historia de un fracaso. Si hubiéramos tenido a los medios en los hospitales, jamás tendría que haber hecho falta", comenta a Vozpópuli uno de los auxiliares que acompaña al paciente. "Pero hemos ganado la batalla", apunta, al tiempo que sonríe por detrás de las dos mascarillas y la pantalla protectora que lleva para protegerse del contagio.
La crítica en la que coinciden muchos de los sanitarios es que la creación del hospital de campaña más grande del mundo podría haberse evitado si hubiera habido mejor organización desde el principio. No sólo a la hora de gestionar un hospital de campaña del tamaño de IFEMA, sino en la coordinación de los recursos sanitarios a la hora de intentar prevenir la pandemia.
"Los centros de salud están vendidos ahora"
Y es que, aunque todo esté muy tranquilo ahora, los primeros días no fueron nada fáciles. "En un momento, tenías a todos los residentes de último año de médicos de familia hacinados en una sala sin saber muy bien qué hacer o cuál era su labor", explica Ana Suárez, residente de cuarto año de Medicina Interna. "Y al mismo tiempo, dejaron a los centros de salud vendidos, sin apenas personal y recursos con los que hacer frente al otro lado de la pandemia, el de la atención domiciliaria", explica.
"Están mucho más desprotegidos que nosotros", añade Marina Guisado, compañera de Ana y médico de familia de un centro de salud en la localidad madrileña de Vallecas. Marina, al igual que muchos de los demás médicos de familia que vienen de centros de atención primaria, sienten que si bien en el hospital de IFEMA han contado con todos los materiales necesarios, sus compañeros que se quedaron detrás, en los ambulatorios, sí que han estado expuestos y relegados a un segundo plano.
"Aquí por lo general, no hemos tenido ningún problema de material. Pero no puedo hablar igual por mis compañeros del centro de salud de Vallecas donde trabajo. Sí, IFEMA está muy bien preparada, pero el resto de sanitarios ¿qué?", apunta esta médico de familia. "Son ellos los que van a tener que hacer frente a lo que viene ahora y están mucho más desprotegidos, sobre todo si lo comparamos con la "abundancia", por así decirlo, que tenemos aquí de recursos", sostiene.
Para Marina, la atención primaria, cuya labor es prevenir que se produzcan situaciones como la que hemos vivido durante las últimas semanas, siempre ha sido "un sector maltratado" dentro de la sanidad pública."Si Primaria hubiera tenido suficientes EPIs para ir a domicilio o pruebas que poder realizar, quizás los hospitales no se hubieran visto tan sobrecargados e, incluso, IFEMA no haría falta", añade Ana.
Impotencia y descontrol en los primeros días
Por otro lado, aunque ahora se muestran tranquilas, reconocen que el comienzo fue muy duro a nivel psicológico. "Sientes mucha impotencia y mucho descontrol, como si estuvieras tratando a ciegas a los pacientes", explica Ana. Debido a la falta de información que se tiene sobre el virus, los protocolos iban cambiando constantemente.
"Yo creo que hemos mejorado muchas cosas, pero a mí la sensación que me queda es que llegamos tarde y llegamos mal", asegura esta residente de Medicina Interna. "Es muchísima incertidumbre, sin poder prestar toda la atención que te gustaría a los pacientes y encima ves como tus compañeros van enfermando, es muy duro", añade Marina.
No obstante, a día de hoy, las dos encaran la recta final con muchísimo más ánimo. "Ha pasado lo peor y hemos hecho todo lo mejor que hemos podido con lo teníamos", concluye Marina.
"No somos héroes. Somos sanitarios"
Son las tres de la tarde, por los megáfonos empiezan a sonar mensajes de ánimo de personajes como Paco León, Lolita Flores, Amaia Salamanca o Javier Marías. Todos llaman héroes a los sanitarios y les dedican palabras de agradecimiento desde el altavoz. Pero muchos sanitarios que trabajan en IFEMA como Mónica y Concha, no terminan de identificarse con el concepto de héroe.
"Yo cuando nos llaman héroes no me lo creo. Somos sanitarios, es nuestro trabajo. Tanto en una situación de emergencia como ahora, como el resto del año", explica Concha. "Nuestro trabajo consiste en tratar enfermos, sea porque han tenido un accidente o por coronavirus", apunta.
Si bien agradece el reconocimiento que ha experimentado durante los últimos días el papel de los sanitarios, esta médico de familia reivindica otro tipo de atención: mejores condiciones en los centros de salud, más recursos y el fin de los contratos basura a los que tantos jóvenes en esta profesión tienen que enfrentarse.
"No somos héroes, pero sí pedimos unos sueldos y contratos dignos para la gente más joven, porque no podemos permitirnos que pierdan la ilusión ni las ganas de trabajar", concluye. "El trabajo que hace el médico, el trabajo que hace la enfermera o el trabajo que hace el auxiliar... es el mismo todos los días. No estamos haciendo funciones que no nos competen. Lo que pasa es que ahora se ve todos los días en la tele y antes no", añade Mónica, por su parte.
Cuando le preguntan si volvería a IFEMA en caso de que fuera necesario de cara al invierno, no le tiembla en ningún momento la voz: "Claro, sin pensármelo", dice. Concha ríe, y aunque su respuesta es la misma, pone una condición: "Siempre y cuando esté con el mismo equipo".
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