Un 47 % de las personas afectadas por daño cerebral -420.000 en España- sufrieron una disminución de su rendimiento físico, cognitivo o del lenguaje como efectos colaterales de la pandemia del coronavirus y el estado de alarma. Una situación que provocó la interrupción de citas con especialistas, de terapias, de rehabilitación especializada o la limitación de servicios de ayuda a domicilio. Medio año después del estallido de la crisis sanitaria, las asociaciones hablan de una bolsa de pacientes que, por miedo al contagio, no acudieron a los hospitales tras sufrir un ictus y cuyas secuelas están siendo mucho mayores que en condiciones normales.
Así lo explica a Vozpópuli Mar Barbero directora de la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE) que representa al movimiento asociativo de personas con Daño Cerebral y sus familias. Agrupa a 43 entidades sociales y alrededor de 11.000 socios. A finales del pasado abril Barbero hablaba con este digital y desvelaba que una situación terrible: ante la necesidad de camas por covid-19, durante los meses álgidos de la pandemia, en los hospitales se estaba enviando a sus casas a personas con daño cerebral antes de que acabaran una rehabilitación que es vital para su futuro.
Casi 100.000 nuevos ictus al año
Un 30% menos de ingresos por ictus
La covid-19 ha pasado una enorme factura a los afectados. De entrada, durante la primera ola de la pandemia, se observó un descenso de ingresos por ictus: hasta un 30% menos indica Mar Barbero. El miedo a acudir al hospital hizo que, al igual que ocurrió con los infartos, los médicos se vieran obligados a hacer un llamamiento a los pacientes para, ante el menor síntoma, no quedarse en sus casas.
Personas que se quedaban sin recibir atención en sus domicilios y en penosas condiciones. A finales del pasado mayo, el Hospital Clínic de Barcelona publicaba un estudio publicado en la revista Stroke - en el que daba a conocer que la crisis sanitaria provocada por la covid-19 redujo en cerca de una cuarta parte las admisiones por ictus durante el mes de marzo en el centro sanitario, respecto al mismo mes de 2019.
Afortunadamente, explica la directora de FEDACE, en esta segunda ola de la pandemia, y pese a los rebrotes, no ha vuelto a registrarse ese fenómeno. "Ahora hay más llamadas y menos miedo", asegura. Lo que están viendo ahora son las consecuencias de quienes, durante los meses de marzo o abril, no recibieron una atención médica inmediata.
Una bolsa de 20.000 pacientes
Unidades a "medio gas"
En la actualidad, las unidades de ictus de los hospitales están funcionando, pero "a medio gas", señala Barbero. Reclama que, pese a la situación que siguen atravesando los centros sanitarios por la nueva ola del coronavirus, "cuando una persona entre en una UCI con un daño cerebral, tenga la rehabilitación especializada intensiva que se merece y que, al alta hospitalaria, siga teniendo los recursos de rehabilitación adecuados. Si tú les has salvado la vida, pero no tiene la atención en la fase posterior al alta, esta persona no va a tener una calidad de vida adecuada en el futuro"
Relación entre coronavirus e ictus
Como en otras patologías, las asociaciones de pacientes son un pilar fundamental, subraya la directora de FEDACE. Según datos de la encuesta #ABLAMOS de FEDACE las necesidades de cuidados posteriores al ictus -un hogar adaptado, ingresos en residencias o centros de día y rehabilitación a nivel físico y neurológico- conllevan unos costes importantes asociados tanto para el paciente como para el sistema sanitario.
Barbero alude, por último a la relación clínica que, desde el inicio de la pandemia, se estableció entre el ictus y coronavirus. Según datos preliminares de diversos estudios , el ictus es una complicación poco común pero importante del virus. Los pacientes infectados han mostrado debutar con cuadros más graves en comparación con los que ocurren en pacientes negativos para el virus, con una mortalidad del 63% en casos de infectados frente a solamente un 9% en pacientes no infectados.
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